Revista Cultura y Ocio
Desde cualquiera de las colinas de Roma, con solo observar la línea del horizonte, se evidencian dos fuerzas, dos culturas que claramente todavía pujan. Ya sea ascendiendo desde Piazza del Popolo hacia el Pincio de Villa Borghese, o desde las terrazas Delle Quadrighe que planea sobre Plaza Venezia, nítidamente se observan cúpulas y mas cúpulas señalando iglesias, y también columnas y obeliscos señalando antiguas ruinas romanas o, más curioso aun, iglesias apoyadas en columnas o encolumnadas frente a obeliscos. Lo mismo se observa si solo nos dejamos llevar por las calles de la ciudad, evitando las grandes arterias: la historia se sucede con nitidez presente.
Tal vez sea la Plaza del Campidoglio el rincón más representativo de esta tensión cultural. De esa colina consagrada a Júpiter Dios de la antigua Roma partían y llegaban los ejércitos del imperio victoriosos y en esa colina se instauraron los gobiernos civiles luego de su caída, aquellos que intentaban ser independientes del poder papal. Una iglesia magnífica se eleva en la colina capitolina e ilustra cómo lo pagano y lo cristiano pueden fusionarse en singular belleza. Es la Iglesia de Santa María de Ara Coeli construida en el siglo XII. Miren estas columna, distintas, provenientes de templos, en una de ellas se observa incrustada (y si...un poco invasiva luce) la figura de la virgen.
Sin embargo, quien terminara poniendo un sello categórico a este rincón de Roma fue Miguel Ángel. A pedido del Papa Pablo III se obsesiona en devolverle a la zona su dignidad perdida y en ella fusiona lo mejor de él: estética y simbolismo, del pasado, del presente y proyectado al futuro. ¿Por qué? Porque utiliza lo que tiene: edificios que delimitan el lugar, una superficie evidentemente curva, una caída abrupta de nivel. Porque lo resignifica: actualiza las fachadas, diseña con mármoles en el piso dibujos que lejos de disimular, exaltan la forma curva del piso y, finalmente, porque hace que el focal se concentre en la estatua ecuestre de Marco Aurelio. Y es allí donde se proyecta el futuro: la estatua dá la espalda a los foros romanos, y se encamina decidida hacia la cúpula de San Pedro que la observa en exacta línea recta en el otro extremo de la ciudad. En el libro de Irving Stone, "La Agonía y el Extasis" Tomasso, amigo entrañable de Miguel Angel, en su lecho de muerte le dice: “Con San Pedro en un extremo y el Campidoglio en el otro, Roma será para siempre tanto de Miguel Ángel como de Julio César o Constantino".
Un último párrafo para la Cordonata. Ese es el nombre de la curiosa escalera que Miguel Ángel diseñó para resolver el desnivel que le ofrecía la colina. Curiosa porque en lugar de empinarse con breves escalones, se insinúa con unos bien amplios, tanto que la misma podía ser subida por carruajes traccionados a caballo o, mejor aun, por nosotros, turistas del siglo XXI sin siquiera fatigarnos.
Pd. Este post se llama Roma y no menciona a la Basílica de San Pedro. No es que me haya olvidado....sucede que por su entidad, se llevó la exclusividad de otro post: http://alejandranaughton.blogspot.com.ar/2015/06/de-la-basilica-de-san-pedro-y-el-papa.html