Revista Arte

Rómulo y Remo

Por Enrique @asurza

La leyenda dice que Rómulo fundó Roma con su nombre en el año 753 a.C. Años después de la destrucción de troya, Ascanio hijo de Eneas fundó la ciudad de Alba Longa, donde pocos siglos después su descendiente Numitor se convertiría en rey. Numitor fue destronado por su hermano Amulio, que para evitar que Numitor tuviese un descendiente legítimo forzó a su hija Rea Silvia a convertirse en Virgen Vestal, de manera que a ella le quedase prohibido mantener relaciones sexuales. Pero Marte, el dios romano que es el equivalente de Ares, ignoró la prohibición y forzó a la joven en un bosque dedicado en su honor.

Cuando Amulio descubrió que Rea Silvia estaba embarazada, la encerró y ordenó a sus criados que sus hijos gemelos fuesen arrebatados a la madre y ahogados en el Tíber. Pero sus sirvientes no quisieron matar a los pequeños y los dejaron en su cuna flotando sobre el río. Cuando el nivel del agua subió, la cuna llegó a una zona seca donde una loba los encontró y los amamantó.

Poco después, el pastor Faustulo encontró a los pequeños y, junto a su esposa Larentia, los crió en su hogar como si fueran sus hijos. Los jóvenes se convirtieron en pastores que protegían a los ganados frente a las bestias salvajes. A menudo eran atacados por ladrones que les robaban y repartían el botín con otros pastores. Pero sucedió que un día Remo fue raptado y entregado a Amulio, que le pidió a Numitor que lo juzgase, momento en el que se reveló la verdadera identidad de los gemelos. Amulio fue destronado y Numitor recuperó el poder en la ciudad gracias a la rebelión encabezada por Rómulo y Remo.

Fundación de Roma

Después de estos acontecimientos, los gemelos decidieron fundar su propia ciudad y eligieron para ello el punto del Tíber en el que habían sido abandonados y donde la loba los amamantó. Pero por desgracia se inició una pelea inmediatamente después, porque no se pusieron de acuerdo sobre quién le daría el nombre y quién gobernaría primero. Ninguno de los dos era el primogénito, siendo gemelos, por lo que decidieron esperar a una señal de los dioses. Rómulo acudió a la colina del Palatino y Remo a la del Aventino, siendo el primero en divisar la señal de los dioses: seis buitres volando. Al momento llegó Rómulo diciendo que había visto 12 buitres. Una vez más, no había acuerdo sino mucha competencia, pues si uno los había visto antes, el otro había visto más. Después de una nueva pelea en la que participaron también sus seguidores, Remo fue asesinado.
En otra versión de la historia saltó del muro que rodeaba la nueva ciudad y Rómulo le dio un gran golpe con una piedra, matándolo y advirtiendo a sus seguidores que cualquiera que osase saltar el muro correría la misma suerte. Rómulo se convirtió en el único regidor y le puso a la ciudad su nombre.

Rapto de las sabinas

Roma se convirtió en una ciudad próspera gracias a que Rómulo ofreció a los hombres sin tierra la oportunidad de asentarse allí. Muy pronto la localidad estaba sólo habitada por hombres, y las tribus cercanas se negaban a casar a sus hijas con los romanos, a los que no se les tenía en muy buena consideración.
Rómulo pensó en una solución que podría darle al problema y preparó la Consualia, unos juegos festivos en honor a Poseidón o Neptuno a los que invitó a todas las tribus vecinas. Todos acudieron a la llamada, incluso mujeres y niños, siendo especialmente significativa la presencia de las sabinas. Al principio se mostraron hospitalarios, pero después de la bienvenida, cuando comenzaron los juegos, los romanos aprovecharon el momento para raptar a las sabinas y alejarlas de sus hombres. Las que habían resultado víctimas del «rapto de las sabinas» no tardaron en protestar, pero Rómulo las convenció de que serían bien tratadas por sus extraordinarios maridos. Aunque algunas localidades atacaron a Roma para recuperar a sus mujeres, todas fueron derrotadas. Entonces las sabinas, insatisfechas, llevaron a los romanos hasta una situación comprometida: valiéndose de una traición consiguieron hacerse con el control de la colina Capitolina, desde donde se inició una batalla en los terrenos de lo que luego sería el foro romano.
Cansado de este conflicto, Rómulo invocó a Júpiter (Zeus) para que le diese una solución y poco tiempo después las sabinas huyeron del campo de batalla con sus ropas rasgadas. Su plan era evitar que sus padres y maridos se matasen por ellas. Profundamente afectados, los hombres dejaron de luchar y se declaró la paz, tras la cual romanos y sabinos se convirtieron en una única nación.

Muerte de Rómulo

Cuatro años después murió Rómulo, mientras inspeccionaba las tropas en el Campus Martius o Campo de Marte, y se desencadenó una tormenta. Rómulo quedó envuelto en una espesa niebla y poco después se había esfumado para convertirse en un dios, tal y como proclamó Julio Próculo al decir que Rómulo se le había aparecido para darle a conocer el deseo de los dioses de que Roma se convirtiese en la ciudad más poderosa del mundo.
El cuento de Rómulo nos ofrece un ejemplo de cómo la realidad histórica puede ser trasformada en mito para hacer más edulcorada la verdad. Es muy probable que la primera Roma no fuese más que un refugio de ladrones liderados por un bandido ambicioso. Relacionando su origen con los héroes mágicos de Troya y convirtiendo a uno de sus personajes en dios, se consiguió crear un aura de grandeza con mucho encanto. Augusto, el primer emperador romano (27 a.C.-14 d.C.), se valió también de la mitología y difundió la versión de que su familia, los Julios, eran descendientes directos de Iulius (julio) o Ascanio, hijo del héroe troyano Eneas, que a su vez era hijo de Afrodita.

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