Fecha: 27 septiembre 2014
Asistencia: 17.000 personas
Artistas Invitados: Rodrigo Mercado
La noche que Rosendo siempre mereció
"Cuando conocí a mi mujer, le dije: 'La música es mi vida. Tú también, pero por ese orden: la música y tu". Ejemplo de honestidad, sinceridad y determinación, esa fue la propuesta que Rosendo le hizo a su pareja, Esther, cuando parecía que la cosa se ponía sería. De eso hace entre 35 y 40 años, tampoco es cuestión de ponerse científico en esto, y parece que la jugada les salió bien a ambos: uno tirando palante con su guitarra y sus canciones y la otra empujando desde lo más oscuro de la inseguridad humana.
Porque Rosendo ahora, con 60 años recién cumplidos, es un concepto. Es un estado de ánimo para todos los rockeros españoles en general y de Carabanchel (como yo) en particular. Pero también es un ser humano tímido e inseguro, a la par que pertinaz, decidido, obstinado, terco, trabajador y de alguna manera infinito, inmortal. Rosendo somos todos porque todos ansiamos ser Rosendo y todos creemos estúpidamente que podemos serlo.
Me he pasado los últimos días leyendo el libro 'Maneras de Vivir: Leño y el origen del rock urbano'. Con ese conocimiento de causa y esa congoja a flor de piel por la dolorosa historia de uno de los mayores mitos del rock en español me planto en Las Ventas junto a 17.000 personas que nos hemos reunido para hacer justicia con una figura fundamental de la música española. Le costó mucho muchísimo a Rosendo sentirse reconocido y vivir de la música. Pero a veces, sólo a veces, la vida es justa con la dedicación incansable.
Y eso lo sabíamos todos. Por eso Rosendo pasó de llenar La Riviera en diciembre de 2013 con 2.500 personas a reventar Las Ventas con 17.000, sin que en este tiempo haya pasado nada que explique realmente este salto exponencial. Sencillamente se trataba de acudir a la llamada, de juntarnos para honrar al tipo que, sin quererlo, simboliza todo lo que significa cantar rock en español con absoluta fiabilidad y veracidad.
Amenazaba lluvia, pero hasta en eso salió bien una velada que arrancó poco después de las diez de la noche con 'A donde va el finado'. Un inicio tan arrollador como frío, pues no se trata de la canción que uno esperara para abrir un recital tan relevante (que se grabó para su futura edición en CD y DVD, incluso con drones sobrevolando el coso taurino, algo alucinante al unir en la misma frase con un lanzamiento de alguien tan tradicional como Rosendo).
Había comenzado la noche y parecía que el rockero de Carabanchel llevaba toda la vida sobre ese escenario. Sin aspavientos, sin decir ni hola, la maquinaria se ponía en marcha mientras el personal expresaba su devoción de las maneras más insospechadas. Y sonaron 'Listos para la reconversión', 'Cosita', 'Al lodo brillo', 'Hasta de perfil', 'Salud y buenos alimentos'... y hasta hubo homenaje a Leño (a los fallecidos bajistas Chiqui y Tony Urbano) con Rosendo tocando una guitarra española. Se confirma, por tanto, que el tipo es un hombre que no necesariamente duerme abrazado a una Feder Stratocaster.
Tras cerca de una hora de martillo pilón, sin estridencias ni grandes momentazos, ya con la amalgama bien perpetrada, aparece Kutxi Romero de Marea para incendiar la plaza con 'Muela la Muela'. Se abre la veda de las colaboraciones que prosiguen con su hijo Rodrigo (telonero de atrezzo) en 'A remar' y la que fuera corista de Leño a principios de los ochenta, Luz Casal, devastando al personal con una incendiaria versión del 'Entre las cejas' de la ya repetidamente mencionada icónica banda. Y sí, llevaba peluca azul.
Después apareció El Drogas para, como ya sucediera en el concierto de 20 aniversario de M Clan, dejar asombrado al personal con su presencia escénica y su vigor cavernario, recitando la letra de 'Vergüenza Torera' con acojonante rabia mientras esgrimía su bastón con sincera amenaza. El aplauso unánime demostró que el que fuera líder de Barricada ha sabido reinventarse y abrir sus horizontes de una manera que no demasiados esperaban.
'En Agua Caliente' mantiene caldeado el ambiente antes de que suene el mejor punteo de la historia de la humanidad (así, sin más) con 'Flojos de Pantalón' y la colaboración un tanto inútil de Fito, pues esta canción sólo necesita de la Fender de Rosendo para que la noche sea le-gen-da-ria. Pero la presencia del bilbaíno fue celebrada y un añadido siempre reluciente, que después de todo logró acrecentar el jolgorio aún un poquito más, si acaso es fuera posible o necesario.
El siguiente en la nómina de invitados fue Miguel Ríos, de alguna manera creador de lo que Rosendo es ahora, al contar con Leño en 1983 para la mítica gira 'El rock de una noche de verano', que terminó de encumbrar (y destrozar) a la banda, que se separó poco después, dando pie a la trayectoria como solista de Rosendo. Con el otrora Mike Rivers sobre las tablas atronó 'Agradecido', con un colofón final con el granadino cantando a capela, en mágica arenga para la concurrencia ya descontrolada.
Nueva mirada al pasado con 'Sorprendente' (de Leño, para los neófitos), 'Masculino Singular' (te dicen que tienes que hacer una canción con las palabras picaporte y berberecho y otros se rendirían, pero Rosendo compuso un clásico reciente), 'Pan de Higo' y 'Loco por Incordiar'. Tras semejante andanada es necesario tomar un respiro, hacer cola en el aseo, acodarse en la barra, resoplar, brindar, abrazar, sonreir, besar y gritar.
Una vez seguidos todos estos pasos, turno para 'Y Dale', 'Majete' y 'Navegando', ya con las dos horas de recital ampliamente superadas y el respetable público perdiendo la respetabilidad a golpe de gaznate ron Ritual mediante (creadores de tal brebaje, yo os maldigo para el resto de mis días). Otro respiro mientras la multitud reclama otra, otra, otra y otra más, y Rosendo en las pantallas gigantes parece aceptar el reto como si no estuviera preparado.
Es así como vuelve a escena acopañado por los otros dos componentes de su poderoso trío (ya sabéis, los sempiternos Rafa J. Vegas al bajo y Mariano Montero a la batería), así como por Luz, Miguel Ríos, El Drogas, Kutxi, Fito, Rodrigo y toda la basca trotando sobre el escenario mientras el gentío más precavido comenzaba a asaltar las calles al grito de 'Maneras de Vivir'. Una canción que es un concepto, un estado de ánimo, que sonaba en los coches antes del concierto y que ahora suena en las cabezas resacosas de todos los que sus neuronas regalaron a Rosendo, quien por fin tuvo la noche de la que siempre nos habló.
PD: Y dicho todo esto, me voy al portal de Rosendo, donde hay un piso que me gustaría alquilar si me salen las cuentas, sólo para poder fardar de que en las reuniones de vecinos él y yo nos miramos mientras en nuestras cabezas suena el punteo de 'Flojos de Pantalón' y la vida gira sin que nos importe una mierda. Los de Carabanchel somos así (cita prácticamente verídica).