¿Es real? No ¿Está pasando? Sí
Imaginas cosas que nunca verás. A veces piensas que son reales. Esto es 'Hologramas' de Héroes del Silencio. La canción del fin de semana en mi cabeza. Bien. Vale. Nos vale para los de Roy Orbison y Buddy Holly.
En el Gran Teatro Bankia Príncipe Pío hay un rocker canoso que se levanta, que se alza, que aúlla. Aplaude. Aplaudimos. En literalmente cinco segundos hemos alcanzado esa sensación. Ya estaría. Es nuestra.
A ver. La movida es que así de primeras un holograma no mola porque no es real. ¿Es real? No. ¿Está pasando? Sí. No podemos obviar esto que sentimos. A su manera, entonces, es real. Supongo. Porque no lo sé.
Siempre digo que cuando vamos a ver a U2, a Guns n' Roses, a Bruce Springsteen, a AC/DC... Vemos sobre el escenario hologramas que imaginamos. Es la verdad de cada cual y es así como se llenan los estadios de ilusión.
Es nuestro propio lo que sea. Salen ahí con sesenta o mil putos años pero, ¿no os pasa que tienen veinte? Los tienen porque queremos que los tengan. Esa es exactamente la movida, Y por eso se suben a un escenario.
No son los mismos. Nosotros tampoco. Nada es igual. El mundo es otro. Pero para que funcione, tenemos que poner de nuestra parte. Siempre tenemos que poner de nuestra parte. Pues bien, afirmemos: si pones de tu parte, el holograma también funciona. Es mogollón de raro, pero tira.
En el caso que nos ocupa, dicho todo lo cual, pues ahí está Roy Orbison. Con su voz de ángel. Y ahí está Buddy Holly meneándose, aterrando a la conservadora sociedad estadounidense de los cincuenta.
Hay una parte documental en la que sale hasta Bono. Vale. Y también Jeff Lynne, Don McLean, Brian May, Paul Anka. Mientras pasan imágenes de archivo y la banda sigue tocando en vivo. Es ese tipo de espectáculo total.
Que íbamos con reservas a encontrarnos con los hologramas de Roy Orbison y Buddy Holly, como cualquiera. Movidos más por la curiosidad que otra cosa. Vamos a ver esto de qué va. Vamos a verlo para poder contarlo. Y por eso mismo comprendo que es lógico negarse.
Porque vamos a ver: dura poco más de una hora pero a ratos se puede hacer largo. Un poco plano. Esperas, por costumbre, que aparte de cantar, hacer guiños y decir hello, algo más. Que ya hacen cosas, pero algo más.
Esperas interactuación humana, claro. Y de eso no hay. Por mucho que te emociones, te levantes, señales al escenario, no hay respuesta. Molaría un holograma enfadado, a lo Van Morrison, regañando a los músicos. Eso molaría. O de Jorge Ilegal insultando al público. Eso molaría aún más.
Dicho todo lo cual, qué cosa extraña es todo. Esto de los hologramas supongo que valen para gente como Roy Orbison y Buddy Holly, añorados desde hace tanto. No es real, vale. Pero ha pasado, vaya.
Sale en el documental la viuda de Buddy diciendo que lo hace porque a la gente le sigue gustando. Pues ya estaría. Porque cada cual es luego libre de elegir. Y, desde luego, esto siempre será mejor que una banda tributo.