Revista Arte
¿Cuál es el principal atractivo
de esta película a la que podríamos tildar como de cine independiente norteamericano?
Precisamente eso, su intento por contarnos por enésima vez la historia de chico
conoce chica de una forma distinta, aunque al final el resultado sea el mismo.
Los realizadores de esa pequeña joya cinematográfica llamada Pequeña Miss Sunshine esta vez han dejado en manos de la nieta del mítico realizador Elia Kazan, Zoe Kazan, el guión de la película, en la que de una forma más pausada, y si se quiere alocada a veces, se nos narra el desarrollo de las obsesiones de un escritor que, a pesar de alcanzar el éxito muy joven con su primera novela (aquí nos llegan los ecos de Scott Fitzgerald y "Al este del edén") se encuentra solo y atascado tras la separación de su novia de toda la vida. Ese punto de inicio, raro y distinto para el protagonista, es desde donde tiene que partir para desarrollar un vínculo con el mundo exterior que vaya más allá de sus monólogos y paseos al parque con su perro. De ahí, que desde ese bloqueo creativo y existencial, no se le ocurra una mejor jugada para auto realizarse que crearse a sí mismo una novia virtual con la que poder dar rienda suelta a sus necesidades afectivas. El paso al otro lado del cristal se produce cuando la chica en cuestión se convierte en real, y en esa transformación del sueño hecho realidad es donde vamos a asistir a una forma algo diferente de afrontar una relación amorosa entre dos jóvenes a los que podríamos clasificar como de "especiales". En este sentido, el binomio chico conoce chica se desenvuelve en un recinto privado en el que damos fe de las neuras (a veces un poco a lo Woody Allen) de un creador encerrado en su mundo. La peculiaridad, en este caso, es que el protagonista y a la sazón escritor, pude manejar a su antojo a su novia pseudo virtual, y cambiar su comportamiento con sólo escribir una nueva línea en su novela. Este ápice de capricho, salpicado de egoísmo, es una crítica más que punzante del mundo del creador que, incapaz de enfrentarse al mundo real, se refugia en el universo que él ha creado en la ficción. Sin embargo, el progreso de la acción del film, con todos sus intentos de cambio, se queda en un poco más de lo mismo al afrontar el desenlace del mismo, pues los clichés más sobados sobre las relaciones sentimentales nos vuelven a ser mostrados sin ningún pudor, quizá, porque podríamos llegar a pensar que nuestros maltratados espíritus necesitan ver en la gran pantalla el the end feliz para reconfortarse un poco, ante la imposibilidad de poder llevarlo a la práctica en nuestras vidas reales.
Ruby Sparks, cuenta en su
reparto con un buen elenco de actores secundarios que dan réplica a un
excelente Paul Dano en su papel de escritor atascado y a una solvente Zoe
Kazan en el de novia virtual que se convierte en mujer de carne y hueso;
una circunstancia que, junto al universo que se nos plantea: la ficción
literaria dentro del cine, hacen de esta película un noble ejemplo, de lo que
es, y lo que significa, la soledad y los problemas que el creador establece frente
a su obra, aunque ésta sea una novela de amor sin más.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.