Revista América Latina

Rusia, día 24: como si fuese una final

Publicado el 14 julio 2018 por Javier Montenegro Naranjo @nobodyhaveit

Hoy pudo ser el partido tu vida. Hoy, quizás, te hubieses convertido en leyenda. Hoy el mundo se habría detenido solo para verte. Pero no. Solo juegas un partido de consolación, un absurdo heredado del lógico tercer lugar del atletismo y cualquier tipo de carrera. ¿A quién le importa cuál es el mejor de los perdedores? El “que hubiese sido si” toma forma en un partido por el bronce. La decepción, la necesidad de jugar como si importase. La medalla que toda la vida te recordará qué tan cerca estuviste. Y cómo lo dejaste ir. Por un lado, unos franceses colgados de la portería, como si fuesen griegos, como si fuesen el Internazzionale de Héctor Cúper. Por el otro, el pundonor croata y la cobardía inglesa. El resultado es el mismo. Hoy no se juegan nada, Bélgica e Inglaterra cumplen con el montaje y comienza a rodar el esférico.

Dicen los números que Inglaterra tiene más el balón, pero la sensación es que los belgas tienen una superioridad abrumadora. A los cuatro minutos, la gran revelación belga, el gran ausente de la semifinal, el culpable, si se quiere, de la derrota por el simple hecho de no estar frente a Francia, Meunier, abre la lata. De extremo izquierdo a extremo derecho. Chadli centra y Meunier la empuja adentro lo menos elegante posible. El esférico le golpea unos centímetros por debajo de la rodilla derecha. Él simula rematar, para la repetición, para la foto, por si es el único gol del partido. Hay mucha fortuna en ese 1-0.

Así transcurre el partido: los ingleses desaprovechan oportunidades y los belgas derrochan talento. Hubiese sido una final hermosa y entretenida. Ya para cerrar, Hazard se regala el 2-0. Una sonrisa dolorosa para los belgas al final de la jornada, la medalla del casi. Del otro lado, la sepultura absoluta para Kane, Stones y Pickford. Quizás lo único peor que jugar un partido por el tercer lugar sea perderlo. Y quizás lo único bueno de esas dos derrotas seguidas (semifinales y tercer puesto) es la sensación de alivio que te queda al pensar “mejor no haber llegado a la final, hubiese sido mucho más doloroso”.

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