Sábato y la teoría del resentimiento popular.
“-Vos sos obrero –le dijo.-Sí, señora. Soy textil –respondió el muchacho.(...) -¿Y sos peronista?El muchacho se quedó callado y bajó la cabeza.La mujer lo miró duramente.-¿Cómo podés ser peronista? ¿No ves las atrocidades que hacen?-Los que quemaron las iglesias son unos pistoleros, señora –dijo.-¿Qué? ¿qué? Son peronistas.-No, señora. No son verdaderos peronistas. No son peronistas de verdad.-¿Qué? –dijo con furia la mujer-¿qué estás diciendo?(...)¿Y por qué salvaste a la Virgen de losDesamparados?–Y yo qué sé, señora. A mí no me gusta quemar iglesias. ¿Y qué tiene la culpa la Virgen de todo esto?-¿De todo qué?-De todo el bombardeo de Plaza de Mayo, qué sé yo.-¿Así que a vos te parece mal el bombardeo de Plaza de Mayo?(...)-Yo estaba en Plaza Mayo –dijo-. Yo y miles de compañeros más.Delante de mí a una compañera una bomba le arrancó una pierna.A un amigo le sacó la cabeza, a otro le abrió el vientre. Ha habido miles de muertos.La mujer dijo:-Pero no comprendés que están defendiendo a un canalla.El muchacho se calló. Luego dijo:-Nosotros somos pobres, señora. Yo me crié en una pieza donde vivíacon mis padres y siete hermanos más...”ERNESTO SÁBATO, Sobre héroes y tumbas
Largo y discontinuo fue la búsqueda ideológica que emprendió Sábato desde su juventud. Su disconformismo lo llevó de la ciencia al surrealismo y políticamente a pasar del anarquismo al comunismo, hasta que su visita a la Unión Soviética lo terminó decepcionando el totalitarismo que emprendía Stalin. Siempre expresó su preocupación hacia el ser humano, una lucha utópica a veces, y magra otras, cuyo fin es lograr, a través de sus ensayos y novelas, reflexiones espirituales y existencialistas. Desde 1943 formó parte del grupo de colaboradores de la revista Sur, pero al momento de examinar al individuo, difícilmente podríamos encuadrar a Sábato dentro de este grupo liberal y elitista. Su exitoso debut como novelista con la obra El túnel (1948) fue promovida y editada por Sur, y tuvo amplias repercusiones. Como todos ellos, desde un principio se opuso al peronismo. En esos años, Sábato formó parte del Colegio Libre de Estudios Superiores, donde se concentró gran parte de la oposición que se habían alejado, obligatoriamente, de la Universidad intervenida por el peronismo. En efecto, si el peronismo había buscado la intervención como forma de desarticular los medios opositores, lo que consiguió fue cohesionar a los excluidos en torno de otras actividades y de otras instituciones que se mantenían independientes del control gubernamental.
Cuando finalmente se hizo realidad la primavera de 1955, y la libertadora golpeaba las puertas a la intelectualidad, anunciado el fin de la tiranía, Sábato participaba del número especial que le dedica Sur a “los héroes que salvaron a la patria de la garras de la dictadura y de la barbarie peronista”. Su artículo se titulaba “Aquella patria de nuestra infancia”, y en verdad no desentonó con el resto de los colaboradores, cuyas redacciones estaban llenos de rencor y revanchismo y vacíos de crítica constructiva. Aunque para ser justos, el texto de Sábato emprende una melancólica remembranza de tiempos pasados y asimila cierto grado de culpabilidad por parte de todos los que de algún modo permitieron el ascenso de Perón: “...cada nación tiene también el rostro que inmanentemente se merece, pues todos somos culpables detodo, y en cada argentino había y hay un fragmento de Perón”.
El gobierno provisional , ya en manos de Aramburu, lo designa director del semanario Mundo Argentino, propiedad intervenida por el Estado debido a sus vínculos con el gobierno peronista. Desde esa posición encararía la problemática del peronismo, formando parte de la polémica de la que formaron parte muchos referentes de la intelectualidad desde diversas posiciones políticas e ideológicas. A mediados de 1956, difundía una carta abierta dirigida al nacionalista Mario Amadeo que había publicado en abril de ese mismo año Ayer, hoy, mañana. En dicho libro, Amadeo reflexionaba sobre el porvenir histórico nacional, después de lo que significancia que tuvo el peronismo. “El éxito o el fracaso del intento de unir al país depende, en buena medida, de cómo se interprete el hecho peronista”. A continuación muestra un panorama de las distintas posturas ante el peronismo y su falta de comprensión. Recomienda que no exista revanchismo hacia los más perjudicados, que sin duda, son las clases bajas:“Porque no olvidemos el hecho de que la revolución de septiembre de 1955 no fue solamente un movimiento en que un partido derrotó a su rival o en que una fracción de las Fuerzas Armadas venció a la contraria sino que fue una revolución en que una clase social impuso su criterio sobre otra. Esto acentúa la obligación de cerrar definitivamente el ciclo de la lucha e impone a los vencedores la obligación de ser especialmente templados y generosos”La réplica que emprende Sábato, en realidad, con El otro rostro del peronismo no aparenta tantas discrepancias con que las que expone Amadeo, más bien lo que realiza Sábato es un reproche hacia Amadeo: manifestándole el grado de culpabilidad que tiene el nacionalismo y a su vez defiende la acusación que se le hace a ASCUA y a sus miembros, de quien él forma parte aunque no coincida totalmente con ellos. Luego, lo que emprende en su carta es interpretar el porqué del ascenso de Perón y el papel que generó en las masas a partir de ahí.El texto se termina distinguiendo notablemente del que había publicado en Sur, pues en el anterior sólo exponía una parte de la verdad de la victoria libertadora, y al igual que el resto de los artículos publicados, seguía descreyendo, o al menos no mencionaba, a la otra Argentina: aquella masa que había salido a la luz con el peronismo, y que serían los principales perjudicados.En El otro rostro del peronismo, Sábato expone su teoría del resentimiento popular y cómo Perón fue el visionario que con su demagogia tomó la causa popular para sacar provecho:“(a las masas trabajadoras) se les hablaba de Libertad, pero eran encarcelados cuando iban a la huelga; se les hablaba de Justicia, pero eran encerrados sin proceso y torturados bárbaramente en la Sección Especial contra el Comunismo, y el hábeas corpus y los otros recursos de una justicia teóricamente existentes eran con brutal cinismo burlados en la práctica de todos los días; se les hablaba de Patria, pero los poderes públicos salían en defensa de frigoríficos ingleses o norteamericanos. (...)Esos obreros no creían en casi nadie, y tenían todo el derecho a esa desilusionada actitud. (...)Y así, por obra de un vertiginoso proceso económico y social, por obra del imperialismo y de sus aliados autóctonos, por obra de políticos cínicos y acomodaticios, el pueblo argentino terminó en el rencor y en la desilusión”.
Sábato reconoce que la avidez de Perón fue realizada gracias a la desconexión que existía entre los doctores (la intelectualidad y los políticos) y el pueblo. Pero Sábato se excusa de haberse percatado previamente de ese desentendimiento, y afirma que él planteó “ante un grupo de intelectuales, en el antiguo local del Colegio Libre de Estudios Superiores, el peligro que significaba un demagogo empuñando las banderas del antiimperialismo y la justicia social, y la necesidad urgente de crear un movimiento popular, que al mismo tiempo que denunciase la ascendencia nazi del coronel Perón reivindicase para sí aquellas banderas populares y fuese capaz de llegar a las masas”. Reconocía además la incoherencia que se había conformado con la Unión Democrática que aglutinaba a partidos políticos tan disímiles junto con aquellos que años atrás nunca habían defendido a los trabajadores, y ahora se congeniaban enarbolando banderas tan abstractas como la de “libertad”, sin reconocer que lo que buscaban las masas trabajadoras era justicia social. Difícilmente podremos comprobar si Sábato había percibido lo que los otros intelectuales no comprendieron, en realidad lo único que podemos afirmar es que formó parte de la solicitada que emprendieron los escritores en La Prensa, el 1° de febrero de 1946, donde respaldaba esas “banderas abstractas”. Allí, interpretaba el hecho peronista tal como lo veía la denominada “izquierda liberal”, como la llama Amadeo: el peronismo era nada más ni nada menos que un derivado del nazismo: “...todas las expresiones del pensamiento favorables a la autocracia, la dictadura, el nazismo y el fascismo han gozado de la más completa impunidad y nadie ha sido molestado porque renegara de la herencia liberal de Mayo o porque insultara y vejara la memoria de grandes próceres argentinos”. La intelectualidad de la que formaba parte Sábato adhería a la fórmula de la Unidad Democrática y expresaba su solidaridad y apoyo “a las justas reivindicaciones sociales de los obreros y campesinos por la vía de la ley que respete sus derechos sindicales y asegure su autodeterminación gremial”, es decir, defienden la vía tradicional donde el cauce de las leyes favorables a los trabajadores que emprendían los socialistas siempre iba a parar: perdiéndose entre los papeles del despacho de los diputados, hasta que éstos se dignen a analizarlas. Incluso ni su artículo publicado en Sur antes mencionado ni algún otro tipo de manifestación que conozcamos, nos permite apoyar esa postura diferente por parte de él.
Así, aunque reconoce que la masa trabajadora que apoyó a Perón lo hizo porque estaba indefensa y desposeída, mantiene una postura ambivalente respecto al futuro del país. Mientras que por un lado apoya el lema de “Ni vencedores, ni vencidos” que había impuesto el efímero gobierno provisional de Lonardi, por el otro, busca que se termine con la mentira populista de que el pueblo argentino lo constituye la masa trabajadora, que sólo es producto de la demagogia peronista, del resentimiento social que invocaba Perón. Sábato rechaza la violencia partidaria y revanchista pero tampoco expide una revisión de la política que había realizado el peronismo. De esta forma, no hace una distinción entre el modus operandi y la praxis política. Si bien Sábato se esfuerza por querer diferenciarse de los liberales de la línea dura, solo logra hacerlo tibiamente. Como observa Galasso, “en ese momento de furor antiperonista, la de Amadeo resulta una posición más popular “ que la de Sábato, incluso su interpretación del fenómeno “resulta más imbuída de sociología e incluso hasta de ribetes de materialismo histórico que la del propio Sábato, no obstante haber transcurrido éste varios años militando en el Partido Comunista”. La crítica también vendrá del lado de Jauretche, que en carta dirigida a su amigo en Setiembre de 1956, y luego transcripta en el prologo de Los profetas del odio, le reprocha su teoría del resentimiento popular, “No, amigo Sábato. Lo que movilizó las masas hacia Perón no fue el resentimiento, fue la esperanza. Recuerde usted aquellas multitudes de octubre del 45, dueñas de la ciudad durante dos días, que no rompieron una vidriera y cuyo mayor crimen fue lavarse los pies en Plaza de Mayo, provocando la indignación de la señora de Oyuela, rodeada de artefactos sanitarios. (...)No eran resentidos. Eran criollos alegres porque podían tirar las alpargatas para comprar zapatos y hasta libros, discos fonográficos, veranear, concurrir a los restaurantes, tener seguro el pan y el techo y asomar siquiera a formas de vida “occidentales” que hasta entonces les habían sido negadas”.Para ese entonces, Sábato ya se había sentido desengañado del gobierno de Aramburu, cuando se vió obligado a renunciar de su puesto de director de Mundo Argentino, al publicar una nota que denunciaba las torturas efectuadas a presos peronistas. Instantáneamente, ASCUA lo expulsa y otros liberales, como Borges, lo marginan y le reprochan su actitud ante el gobierno. La posición de Sábato lo apartó cada vez de sus excompañeros, al momento de querer sacar del largo silencio que sus enemigos políticos y literarios le habían impuesto a Marechal por su filiación peronista.
La discusión entre los intelectuales sobre el quehacer del legado peronista, continúa escindiendo entre grupos cada vez más enfrentados. La discusiones sobre el futuro continuarán a través de apoyar o no a Frondizi, y a su vez el estallido de la revolución cubana agitaba más los ánimos de los intelectuales, cuya postura predominante será la del compromiso del escritor ante la problemática social centrándose cada vez en la problemática latinoamericana. El cambio de la visión que tiene Sábato hacia el peronismo, lo podemos notar en su novela Sobre héroes y tumbas, publicada en 1961. La postura entusiasta de Sábato ante los hechos desatados en Cuba a partir del ’59, lo lleva a apartarse cada vez más de los liberales establecidos en Sur, la discusión ideológica de Bianco y Sábato ante la postura tradicional que defendía Victoria Ocampo lo alejan definitivamente de la revista. Hernández Arregui destacaba la reacción de Sábato: “El caso Sábato es también un síntoma del cambio que se opera en determinados sectores de la intelectualidad liberal. Este escritor ha sido y sigue siendo adverso a Perón, pero ha planteado la cuestión argentina en términos de lo nacional y lo antinacional, sobre todo, con referencia al problema del intelectual y el pueblo. Y lo ha hecho como confesión y acusación.(...)Ernesto Sábato enjuició también a esa izquierda sin conciencia nacional que invalidó a la propia generación de Sábato al segregarla del país.(...)dijo: <<Se oye decir en este país, sobre todo en los llamados sectores democráticos que es malo que exista un conductor>>. Y analizando este argumento, expresó: <<...No alcanzó a comprender cómo Churchill, por el solo hecho de ser inglés, haya de ser un líder aceptable y no han de serlo otros que no gozan de tan privilegiada nacionalidad>>.(...)Sábato, incluyéndose en ella, ha condenado a esa intelectualidad distante del pueblo y sus símbolos. (...)la actitud de Sábato responde a un reencuentro de parte de esa <<intelligentzia>> con el país. Su voz será escuchada por promociones intelectuales más jóvenes”.
Sábato termina encontrando en Sartre a la figura clásica del intelectual –con la que se identifica- y subraya, ante todo, el hecho de que Sartre fuera criticado por la derecha pero también por la izquierda, como le sucedía a él mismo. Como afirma Altamirano, “Sábato está impulsado por el aire de los tiempos, al reclamar que no sea sólo un hombre de libros, sino alguien capaz, si la ocasión llega, de tomar las armas”.