Saga La materia oscura, de Philip Pullman - Crítica - Los agenerados

Título original: His Dark materials
Trilogía: Luces del norte, La daga, El Catalejo lacado
Rama: fantástica, ciencia ficción
Edición: Ediciones B, 1997, 2003, 2007
Valoración: 3 de 5
Público recomendado: juvenil y adulto

Más de una vez te habrá pasado con alguna lectura que te fascina, que cuando la terminas notas que te has perdido algo, y esto es lo que ocurre muy frecuentemente en la trilogía que te presentamos, La materia oscura, de Philip Pullman. En ella nos encontramos a Lyra, una niña rebelde y curiosa que vive en un mundo alternativo al nuestro. Desconoce sus orígenes, pues fue recogida y educada en un college de Oxford, donde profesores excéntricos y estupendos escondites son el centro de su día a día. Una noche su vida cambia cuando oye a escondidas una conversación que la obligará a recorrer el mundo en busca de las respuestas que necesita; para ello contará con la ayuda de sus amigos, de Pantalaimon (un “daimonion”, ser en forma de mascota parlante que toda persona en su mundo posee y de la que es literalmente inseparable) y de un aparato llamado “aletiómetro”, que le permite conocer la verdad cuando lo necesita. En su viaje se encontrará con brujas, piratas, osos polares… y unos niños víctimas de la hipocresía adulta a los que deberá socorrer.

La primera vez que llegó a mis manos Luces del Norte debía de tener unos once años y enseguida quedé cautivado por Lyra, su irreverencia, sus ganas de conocer el mundo y no conformarse, y también por esa madurez y aguante que la convertían en la perfecta heroína. El planteamiento parecía asimismo sencillo y quizá típico: protagonista hasta entonces traviesa e inocente sigue su destino -por así decirlo- para salvar a una multitud de niños que corre peligro, pero la presencia de una malvada con las peores intenciones tratará de impedírselo. Lo saborée con mucho gusto, así que cuando me crucé años después con la segunda parte ni me lo pensé. En resumen, un libro muy entretenido con personajes fuertes y bien desarrollados, además de una trama coherente. Ya con La daga era otra cosa, lo que yo recordaba como una lectura sencilla se complicó bastante y, pese a que se podía seguir el hilo de los viajes de Lyra, ya había una serie de conceptos relacionados con la física y la filosofía que no entendía muy bien. Aquí aparece un nuevo personaje, Will –interés romántico de la ecuación-, uno de mis favoritos, vulnerable, tímido pero a la vez muy terco y valiente. Aunque no quedé del todo satisfecho con la lectura por culpa de esa sensación de estar un tanto perdido, le di una oportunidad a El catalejo lacado, el último volumen de la trilogía. En él ya el asunto se desmadra y las explicaciones sobre el alma, el infierno, la vida y la muerte, la corrupción del adulto en contraposición a la inocencia infantil, etc. me rechinaron y resultaron excesivas. Hay alusiones a la Divina Comedia y otras obras que convierten a esta última parte en un auténtico despropósito para un chaval de 14 ó 15 años.

Sin embargo, las reflexiones que la trilogía contiene y va desarrollando resultan sin duda muy interesantes para todo adulto al que le interesen temas tan trascendentales como los antes mencionados. La obra es un alegato en contra –entre otras cosas– de la hipocresía adulta y concretamente de ciertos sectores, pero a mi juicio lo entretenido y lo adictivo de la trama se pierde entre tanta cavilación y, en ciertos puntos, adoctrinamiento. Por tanto, si ya probaste  a Pullman y no te gustó, intentalo de nuevo unos años después; si no, déjalo en la mesilla de noche de tus padres, seguro que no es lo que se esperan.