Revista Espiritualidad

Saliéndonos de Mapas Mentales Obsoletos

Por Av3ntura

En función de la educación recibida y de las experiencias que hemos vivido hasta el momento todos tenemos trazados nuestros propios mapas mentales y tratamos de guiarnos por ellos a la hora de movernos por los territorios conocidos.

Estos mapas parten de atajos que anteriormente nos han servido para simplificar el camino hacia algún objetivo concreto, ahorrándonos las fases más sacrificadas por las que ya pasaron otros antes de nosotros o ya pasamos nosotros mismos en nuestras primeras experiencias como aventureros de la vida. También parten de prejuicios que, con el paso del tiempo, van perdiendo los cimientos en los que se sostenían, y de distorsiones cognitivas que se van haciendo cada vez más evidentes. Porque, igual que hemos de actualizar periódicamente los navegadores y los sistemas operativos de nuestros dispositivos electrónicos para que nos sigan guiando correctamente mientras nos movemos física o virtualmente por los caminos que decidimos recorrer, también deberíamos actualizar con cierta regularidad nuestros mapas mentales si no queremos acabar dando vueltas en círculo a las mismas viejas convicciones, ésas que tal vez nos sirvieron de mucho hace veinte, treinta o cuarenta años, pero ahora nos pesan como una losa que no nos permite respirar ni avanzar.

A veces es bueno salirse de los contornos predeterminados de los dibujos que nos proponen pintar. Saltarse aquellas normas que no nos acaban de convencer, atreverse a usar colores distintos a los que aparecen en la muestra e incluso a pasar la página y partir de cero para crear otras formas y otros contenidos.

La vida es un viaje de no retorno, pues sólo contamos con un billete de ida hacia no sabemos dónde ni con quiénes. Lo único que tenemos claro es la meta, una meta idéntica para todos, salvo en la forma y la edad en que la alcanzaremos. Partimos de nuestro nacimiento y acabaremos con nuestra muerte. Pero, mientras ese momento no llegue, tenemos la obligación de llenar el trayecto que une ambos puntos temporales de la manera menos traumática posible y procurando decidir nosotros sobre lo que queremos y no queremos en nuestra breve o extensa existencia.

Aprender a vivir cada día como si fuese el último es una idea que cada vez empieza a cobrarse más adeptos. Porque cada vez más gente empieza a ser consciente de que estamos aquí de paso y de que la diferencia entre vivir a gusto y hacerlo a disgusto sólo depende de la actitud de cada uno.

Tendemos a creer que una vida satisfactoria sólo puede alcanzarse con dinero, pero no es verdad. Contar con más ingresos puede facilitarnos la mejora de nuestras condiciones de vida, pero no necesariamente nos permitirá mejorar nuestra actitud ante la vida. Básicamente porque podemos acabar entrando en una dinámica que nos lleve a desear cada vez más de lo que ya tenemos y a sentirnos continuamente insatisfechos.

Saliéndonos de Mapas Mentales Obsoletos

Imagen de mapa mental encontrada en Pixabay.
Los mapas mentales son como GPS's que nos van guiando en nuestras relaciones con los demás. Nos indican cómo decir las cosas, cómo tratar a los demás, cómo reaccionar ante los problemas, cómo expresar nuestros sentimientos o nuestro resentimiento hacia alguien. También nos infunden miedo a abandonar la zona de confort, cambiando alguno de los esquemas predeterminados. Tal vez porque ese leve aleteo de una inofensiva mariposa pueda acabar derrumbado todo ese castillo de naipes que hemos estado creyendo la fortaleza que siempre nos ha protegido.


Aprender a cultivar una actitud más positiva pasa por osar introducir cambios en nuestros mapas mentales; por trazar nuevas rutas en el terreno de los afectos y de las prioridades; por replantearnos ciertas necesidades que hasta ahora habíamos creído de imprescindible cubrimiento y tal vez no lo son tanto; por decidir el pesado bagaje del que podemos desprendernos sin perder un ápice de dignidad o por atrevernos a desconectarnos de aquellas personas que ya no resultan esenciales en nuestro día a día, bien porque nuestros caminos han tomado direcciones diametralmente opuestas o porque nuestros respectivos nuevos mapas mentales se han demostrado totalmente incompatibles.

Cada vez que nos enfrentamos a un cambio en nuestra manera de pensar el mundo y de pensarnos nosotros, hemos de aceptar que no todas las personas de nuestro entorno van a ser capaces de entender ese cambio ni de respetarlo. Es una reacción perfectamente normal y hemos de contar con ella de antemano para no llevarnos después la sorpresa de los comentarios negativos o de las muestras de indiferencia o incluso de hostilidad.

Algunas de las personas que nos quieren o llevan años simulando querernos creen conocer nuestros mapas mentales y se han resignado a aceptarnos como hemos sido hasta ahora, pero les cuesta un mundo tener que asumir que algo ha cambiado en nosotros y optan por no aceptarlo. Así, la primera consecuencia que conlleva resetearnos es perder algunos amigos o incluso familiares. Es indiferente que nos hayamos pasado la vida tratando de tender puentes entre miembros de esas mismas familias o de esas pandillas de amigos para que hiciéramos piña, para que hubiese una armonía en nuestras relaciones interpersonales. La realidad es que cualquier pequeño cambio en uno de sus miembros puede acabar haciendo volar por los aires una relación de años o décadas.

Con razón dice un proverbio chino que “el simple aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo”.

Toda acción, por pequeña e insignificante que sea, implica una reacción. Pero esta realidad, lejos de acobardarnos en nuestro empeño por seguir siempre hacia adelante, debería alentarnos a seguir con nuestro propósito y a no lamentar nunca lo que dejamos atrás. Llegamos solos y nos vamos solos. Por el camino encontramos a diferentes personas que nos acompañan durante algunos tramos y nos enseñan grandes o pequeñas lecciones que nos influirán en los siguientes pasos a dar. Algunas de esas personas nos marcarán para bien y otras para mal, pero en cualquier caso, sólo dependerá de nosotros lo que acabemos construyendo a partir de esas marcas.

Todos tenemos derecho a ser como somos o como creemos que somos. Nadie puede imponernos que entendamos actitudes que no compartimos, pero de la misma manera, tampoco nadie puede obligarnos a esconder lo que sentimos y pensamos de verdad.

Ante personas con mapas mentales tan dispares sólo cabe aprender a respetarse mutuamente y no olvidar los buenos momentos compartidos, aunque los caminos respectivos nos acaben separando para siempre.

La soledad, muchas veces, no es más que el fracaso de ese ejercicio de respeto que todos merecemos. Preferimos la ausencia de aquellos a los que queremos sólo por no reconocer ante ellos que, tal vez, nos estamos equivocando. Es tanto el apego que les tenemos a esos viejos mapas mentales a los que les hemos delegado el gobierno de nuestras vidas, que les acabamos otorgando más derechos y más fidelidad que a nuestros propios hijos.

Estrella Pisa

Psicóloga col. 13749


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