Podríamos inventar un campeonato de previas y postpartidos, sin la interrupción desagradable que causa el juego tan perturbador del buen vivir de los relatores y comentaristas que parecen haber elegido vocación después de un bostezo. Entre el apresuramiento del relator para sacar conclusiones y la monotonía expresiva del comentarista, fue difícil entender el partido de San Lorenzo.
Al relator lo enfocaron en el entretiempo y la cámara puso en evidencia que no sólo para relatar es acelerado, para dirigirse a una cámara también, tanto que casi hablaba agitándose, como si estuviera convulsionando, o como si el micrófono le diera una descarga eléctrica. Me hizo pensar en la famosa frase "se juega como se vive", y me preguntaba si se relata como se vive, si el relato expresa rasgos de personalidad en miniatura.
Haciendo un recuento de las veces que el eléctrico relator usa la palabra Anticipo, incluso para referirse a un saque de costado, es posible reunir otro dato de la personalidad del relator que sumado al de la evidente aceleración que lo caracteriza, nos permitiría afirmar que inconscientemente desea ser adivino. Tiene una manía con el anticipo, y se acelera creyendo tal vez que encontrará el futuro antes que los demás.
Me gustaría ser psicoanalista de relatores y comentaristas, ganaría buen dinero porque perdería la mitad de cada sesión exigiendo explicaciones acerca de los comentarios de las jugadas. También podría divertirme recaudar datos de cada uno en las transmisiones para exponer luego una conclusión. Nelson Castro lo haría mejor. Claro, cuanto menos datos se analizaran, el resultado de la descripción tendría un mayor nivel de error. Eso me desanima.
Al final, San Lorenzo, fundado en honor al padre Lorenzo Massa en 1908, es campeón de la copa Román de América 2014. Felicitaciones.
Fue difícil ver el partido ya que lo programaron justo a la hora de la cena y tuve mala suerte. Toda vez que miraba el plato para enrollar los fideos en el tenedor, sucedían las mejores jugadas incluyendo la decisiva del resultado.
Y cuando quise ver el partido enrollando los fideos sin mirar el plato, los fideos resbalaban y yo chupaba puro aceite. Atrapado por el juego me hice servir tantas veces sin haber comido un bocado que al final del partido creí haber hecho el milagro de la multiplicación de fideos. Estuve a punto de ponerme una túnica y salir por los barrios a milagrear, pero no fue rápido el mozo en tener la ocurrencia de dejarme hacer el ridículo y me avisó del error de percepción. Aprendí que si uno se hace servir los fideos muchas veces sin haber comido, corre el riesgo de percibir la quedadez del mozo. En situaciones similares, uno nunca piensa que, en vez de los fideos, se ha comido el plato, el ego no lo permite. En ningún momento se me ocurrió comer los fideos en diferido. Ya se encargarán en Paraguay de recalentar el partido.
Vi una jugada en la que Bufarini llega al fondo, centra, y en vez de hacer lo que hace la mayoría de los laterales en el fútbol argentino, es decir, irse al vestuario, ducharse, y volver a la casa, se cerró para ejercer presión sobre la pérdida. Para eso es necesario tener aceitados los relevos ya que, si el lateral no recupera, un simple pase largo del rival podría agarrar muy mal parado al equipo.
Será lindo ver al ciclón representando a la Argentina en el mundial de clubes, en caso de obtener un triunfo, habrá conversos por todas partes.
Oremos.