San Pateo (Año 2). -
Día 7. "Bienaventurados sean".
Sólo a mí se me ocurre meterme en El Fontán a comprarle un ramo de flores a mi madre. La barahunda se ha juntado en torno a unos señores que cantan -de forma un tanto extraña- una especie de coplas que deben dar mucha risa, a decir de la reacción del público, del numerosísimo público que ya abarrota la plaza del Ayuntamiento. Creí que podría atajar pasando por allí, pero no, no y no. Parece ser que se llaman Chirigotas de Cádiz y traen consigo un aire extraño del sur. Un aire de buen rollo, pero mi vida y yo bajamos hacia un fondo que no requiere sonrisas ni cantinelas. Es el fondo de mi ser en el que trato de buscar y no encuentro. Sólo busco otra luz al final del túnel. Otra más.
Al final, arrastrado por la marea -que no mareona, ¡nunca con la apropiación!- ni flores, ni compra, ni ná de na. Arrastrado, otra vez, por las mareas -no confundir, mira que lo repito, con la mareona- hago un tour especial calle del Peso abajo hasta llegar a la plaza del Riego sin mácula. Observo el hueco dejado por la Librería Ojanguren, uno de esos huecos terribles, como un agujero negro de la sabiduría y de la memoria que nos arrasa a todos y sigo, camino a casa. Sólo hay verduras, magníficas verduras, y cocino una especie de ensalada. Más los imprescindibles trigueros, claro. ¡Póngase el pimiento crudo, gran descubrimiento de mi hermana! Hay salsas para que todos los colores brllen. Un flashback me recuerda París y a Ex pero la música consigue liberarme. Suenan los Long Distance Operators.
Se hace tarde para llegar a Molly Burch, que viene con banda completa: guitarra-bajo-batería. Evoca uno grandes conciertos acústicos, e irremediablemnte llega a los ciclos "Intersecciones" guiados por mi querido amigo José Luis Cienfuegos. Si viste a Robyn Hitchcock o a Howe Gelb, todo lo demás, en acústico, te parecerá poco. Por fortuna, la británica, un cruce entre Mazzy Star y las canciones que Angelo Badalamenti compuso para Julee Cruise, nos deleita con su encanta, un notable guitarrista y un concierto con gotas de magia folk-rock.
Vivir en Oviedo y en el centro tiene estas ventajas. Me da tiempo a llegar a mi casa y prepararme unos trigueros, abrir un tomate y compaginar la improvisación con un toque básico de queso, al que le añado una salsa picante asturiana que me tiene fascinado. Cuando llego a la plaza del Paraguas, sin excesivos agobios entre la gente, ya están Fasenuova desencadenando su torbellino electrónico. Recordaba a dúos electrónicos como Suicide y D.A.F. a propósito de MyVestal y al primero que me encuentro es a un Marcos Pérez horrorizado ante el espectáculo. Bien, me digo a mí mismo tras franquear la puerta del Paraguas donde me recibe Jorge. No, no hay vivo rosado. Aprovecho para darle una pequeña lección magistral sobre el tema, con la esperanza de que la próxima vez se haga con una botellita.
Sobre las tablas, Fasenuova tratan de empatizar ante un público gélido, tan gélido que podría convertir en hielo los icebergs deshechos en los últimos años. Avelino, al final, se calienta como hace tres años en la plaza de Feijoo. Y vale la pena verlos, introducirse en su propuesta, que va más allá de etiquetas, en la línea de los mejores. Hay un hecho diferencial, como Alan Vega en Suicide, como Gabi Delgado en D.A.F., y ese es Avelino, pura cuenca destroyer. Acaban, demasiado pronto, joder.
Me ha sabido a poco, a muy poco. Toca bajar hasta la plaza Feijoo al Concurso de Rock, que si no Enrique Patricio me va a echar la bronca. Allí tocan The Electric Buffalo que se han soltado en su twitter con una declaración absurda sobre Alejandro Blanco "Espina", que da nombre al Concurso de Rock y que nos dejó hace dos años marcando una huella indeleble en toda la escena. Gracias a los esfuerzos del que suscribe y de David Morei se consiguió que este concurso llevara su nombre como homenaje a una gran persona, de modo que no entiendo que vayan a tocar y no se le rinda el más mínimo recuerdo. Igual se lo dieron y todo. No sé. Sólo estaba rememorando con amigos comunes como Magüi Roldán y Manolo Carou, los días felices del Paddock en que no había mezquindad, sólo buen rollo.
Acaban y me acerco a La Folixaria donde me tomo unas cervezotas con Celso Miranda mientras veo a los Electrónicos 2000 -recurrente nombre para todo ovetense que se precie-, dúo al salto como los White Stripes. Rockeros cavernícolas molones. También se pasa Sara Arenillas que acaba de leer su tesis doctoral sobre el glam-rock. ¡Qué tiempos! Ahora puedes permitirte eso... No echo de menos mis tiempos universitarios más que por mi querida compi, amiga, tantas cosas, holandesita Mickey Van Helden, pero, es cierto, el paso del tiempo permite que en musicología se renueven las cosas y se quiten las telarañas, poco a poco.
A todo esto: no he hablado de los fuegos artificiales. ¿A alguien le gustan? ¿A alguien le apasionan?
A mí no, la verdad.
MANOLO D. ABAD
Hoy, la recomendación musical me lleva a Granada, con un querido amigo a la voz como Antonio Arias, adaptando una letra del enorme Manuel Machado, que me llega muy profundo (excepto en lo de los toros y esas movidas). por guardar pena y pena, cuántas lágrimas, que hasta los raíles del tren me hacen llorar...