Estoy saturado. Mi mente no admite más informaciones, rumores, especulaciones, declaraciones, amenazas, etc., sobre el caso Bárcenas y la corrupción enquistada en el PP desde vete a saber cuándo. No soporto ver más ni escuchar a nuestro patético presidente del gobierno ni a los portavoces de su partido, que pretenden mostrarse como víctimas ante la sociedad. Como maestros del cinismo que son, hacerse las víctimas es su mayor mérito. Ya lo hicieron anteriormente con la campaña de escraches que la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) llevó a cabo para defender la iniciativa legislativa popular que reclamaba una ley hipotecaria justa, apelando a la sensibilidad humana (de la que carecen por completo) de los diputados del partido de la mentira y la desvergüenza.
No puedo más. No acepto más mentiras, demagogia, falsa indignación, sonrisas indecentes… Las cosas no pueden ser peores. Ya tenemos (todos los que no tenemos el cerebro corrompido) suficiente dosis de porquería. Está claro que este país es un nido de corrupción en el que cualquiera que ostente un mínimo de poder público tiene un olor sospechoso. Sí, ya sé que no todos los políticos son corruptos; que hay muchos honestos y tan indignados como puedo estarlo yo. Vale, pues que salgan. Que levanten la mano y la voz y que denuncien y rechacen la podredumbre. Que no cierren filas, que no se hagan los indignados o que no guarden silencio cómplice.
Ya está bien de casos Bárcenas, EREs, Palaus de la Música, Mercurio, ITVs, Campeón, Gürtel y tantísimos otros. Los políticos decentes tienen que ser los primeros en mostrar su desprecio absoluto hacia la corrupción, hacia las prácticas dudosas. No pueden dar cobijo a los sospechosos, por mucho que sean de su partido. No es suficiente con confiar en la justicia y en sus tiempos exasperantemente lentos.
Y los ciudadanos de a pie, los parados, los empleados, los empresarios, los jubilados, ¿qué hacemos? ¿Seguimos aguantando, como le pedía Rajoy a su amigo Bárcenas (el mismo que ahora se ha transformado en vil delincuente)? ¿Seguimos a lo nuestro, poniendo mala cara, refunfuñando, pero pasando por el aro un día tras otro mientras los corruptos continúan acumulando riqueza y riéndose en nuestra cara?
¿Confiamos en la justicia? ¿Nos conformamos con lo que dicte un juez dentro de vete a saber cuánto, estando seguros como estamos de que están todos pringados hasta las trancas? ¿Cuántas evidencias más necesitamos, cuántas bofetadas a la honestidad, cuántos abusos a nuestros bolsillos para reaccionar? Sí, escribir es muy fácil. Lanzar una arenga que se perderá en el universo virtual lo puede hacer cualquiera. “Así te limpias la conciencia y luego seguirás a lo tuyo, como todos”, diréis algunos. Puede ser, aunque mi conciencia está tan saturada de mierda ajena que seguir a lo mío significa torturarme a cada minuto por no comprender que continuemos siendo tan pasivos. Y estoy seguro de que es lo mismo que siente muchísima gente.
Mirad, la única salida posible a lo que pasa en España es la dimisión en bloque del actual gobierno. No hay otra alternativa aceptable por la sociedad. Es un gobierno corrupto y mentiroso. Ni quienes lo votaron pueden estar satisfechos porque ha incumplido sistemáticamente su programa electoral. Es evidente que no se van a ir por iniciativa propia, así que tenemos que echarlos. Es nuestra obligación ciudadana. “Sí, claro, qué fácil es decirlo”. Lo es. Surgen montones de iniciativas por Internet, a través de plataformas como Avaaz o Change.org, para recoger firmas pidiendo la dimisión. Las firmo todas, como muchos de los que estáis leyendo esto. Se convocan concentraciones ante las sedes del PP, caceroladas, manifestaciones espontáneas… pero no son lo suficientemente numerosas y contundentes.
¿Por qué los sindicatos no recuerdan de una vez para qué fueron creados y se unen a la sociedad civil en una gran convocatoria que se marque como único objetivo la caída del gobierno y la convocatoria de elecciones? Convocatoria de huelga general indefinida que paralice el país y obligue al ejecutivo a largarse, por mucho terror policial que pretenda imponer.
Hay que mirar más allá de nuestro entorno inmediato. No podemos quedarnos quietos por el miedo a perder lo que tenemos. Vivimos una situación de emergencia social, económica y política, y para superarla tenemos que implicarnos todos, no podemos esperar a que otros nos den la solución.
Una huelga indefinida, con presencia constante en las calles, durante una semana, sería insostenible para el país. El gobierno no podría hacer oídos sordos. Está claro que nos acusarían de terroristas, fascistas, antipatriotas y todo lo que se les ocurriera, y que, si por ellos fuera, hasta sacarían los tanques. Pero si realmente estamos unidos, si no nos dejamos intimidar, no les quedará más remedio que marcharse.
No hace falta que sea una huelga multitudinaria. Con que la siguiera un 30 o 40% de la población sería suficiente para paralizar el país, y estoy seguro de que empujaría a más gente a unirse. Con que los seis millones de parados salieran a la calle habría bastante. Pero claro, para que esto sea posible es imprescindible la unión y coordinación de todos los agentes sociales y la sociedad civil, dejando a un lado los egos y las ansias de protagonismo. Y reconozco que no veo a los actuales sindicatos mayoritarios por la labor de apoyar una iniciativa de este tipo. ¿Cuál es vuestra opinión?