En un eructo, el olvido te regurgitó sobre la acera, cuando te vi, cuando nos vimos. Frente a frente. Creíste que iba hacia ti, ¿a tu encuentro? Sonreí y me torciste el gesto, en una mueca grosera que pareció el resumen de un tiempo en común en que también retorcías mi vida sin dar tiempo al enderezo, un movimiento continuo, sin fin, circular, repetitivo, lleno de treguas que (me) nos llevaron al hastío. Sobrepasaste mis hombros, triunfadora. Negando el saludo consumabas el desprecio. A la espalda dejabas la esperada venganza, tan ansiada desde que me fui. Y te alejaste altiva, sin mirar atrás ni recoger tu derrota. Porque nunca llegaste a saber, te lo digo ahora, que lo menos necesario eran tus presentes y tu recuerdo. Allá tú, siempre tan segura, de tu inseguridad. Del pasado, ya aprendí, incluso a amar. Felices los dos. Tanta rebelión...si nunca fui tu enemigo.