Revista Cultura y Ocio

Se equivocó Fukuyama

Por Cayetano
Se equivocó Fukuyama Francis Fukuyama
"El principal efecto de 1989 es que el capitalismo y la riqueza han dejado,  por el momento, de tener miedo".  (Eric HOBSBAWN: El día después del fin del siglo). 

Del “fin de la historia”, que anunciaba un exultante Fukuyama, y que elevó la moral de nuestros gobernantes en particular y del neoliberalismo global en general, con ese triunfo aplastante del capitalismo, elevándose glorioso sobre las cenizas del comunismo, estamos pasando al “regreso de la historia”, a una especie de Edad Media tecnológica, con mano de obra semiesclava, una reducción drástica de los derechos laborales, mayor facilidad para el despido, etc.  Tiempos bárbaros, por otra parte, los que empezamos a vivir, con oleadas de refugiados, modificación de fronteras, terrorismo, guerra… Hambre y violencia conviviendo con los grandes adelantos tecnológicos. Me vienen a la cabeza imágenes de los cómics de ciencia ficción de los años 80, las películas de Mad Max, etc.  Se equivocó Fukuyama. La historia no ha llegado a su fase final, estable y definitiva. En todo caso, ha llegado al final de una etapa, tras la que sobrevendrá un mundo distinto. No sé si, dejándonos llevar por una escalofriante visión apocalíptica, ese mundo será terrible. O si dará lugar a un mundo mejor que surgirá de las cenizas de lo viejo y caduco.  Para Fukuyama, su “final de la historia” tendría razón de ser gracias a la derrota del comunismo en 1989, convirtiendo el sistema capitalista y la democracia liberal en las únicas alternativas válidas posibles. El error de Fukuyama es considerar ambos sistemas, el económico y el político, como dos realidades inmutables y perfectas. Y creer que el mercado es la solución de todos los problemas.
El mercado no lo soluciona todo. Y hay cosas que mejor no entren en el juego de la oferta y la demanda. El capitalismo actual no es ese sistema que algunos intentan mostrarnos en su vertiente más humana, basado en lo productivo y respetuoso con el medio ambiente y el estado del bienestar, sino un capitalismo especulativo, frecuentemente insolidario, cuya meta es la obtención del máximo beneficio posible aunque sea a expensas de extender la pobreza o la guerra por el mundo. Aunque sea con riesgo evidente de un posible cataclismo mundial como consecuencia de una política global equivocada o de sus periódicas burbujas especulativas.  Y la democracia liberal a menudo presenta graves grietas -véase el caso español- al conculcar principios ineludibles como la separación de poderes o la independencia judicial.  No estamos, afortunadamente, en la etapa de lo que podría entenderse como "perfecto", porque de ser así estaríamos apañados.  Así que, señor Fukuyama, en mi modesta opinión, creo que usted se equivocó al definir la época actual como “el fin de la historia”, salvo que sea el apocalipsis lo que nos espere a la vuelta de la esquina.

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