Revista Política
Anoche murió Valentín Carilla Callén. Tenía noventa y muchos años, y hasta hace unos meses estaba en plena forma. Dos derrames cerebrales sufridos en poco tiempo le fueron apagando, hasta que ayer se fue definitivamente.
Valentín era hijo de Manuel Carilla Sarrate y de su segunda mujer, Petra, y por tanto hermanastro de Manuel Carilla Albalá, el que fuera deportado a Mathausen, y primo hermano de mi abuelo Mariano. Como todos sus familiares directos nació y vivió en la dura comarca de Los Monegros aragoneses, trabajando en el campo desde niño. Como aragonés era de humor socarrón y un poco salvaje, y le gustaba sobremanera chinchar con sus bromas a los Carilla más jóvenes y en general a quien se le pusiera a tiro, lo que le valió una reputación de bromista un tanto sarcástico pero con buen fondo que le acompañó toda su vida.
El 20 ó 21 de julio de 1936, Valentín estaba trabajando en el monte, en las tierras de su primo y abuelo materno mío, Mariano Carilla Salillas, en compañía de éste, de Mariano Carilla Albalá y de un muchacho de su mismo pueblo, cuando se enteraron del golpe de Estado militar, fracasado en las calles de Barcelona un día antes pero triunfante en Zaragoza. Inmediatamente los cuatro bajaron a Lanaja, el pueblo de mi abuelo, a tiempo de participar en la resistencia al que sería el primero de los tres asaltos que en menos de una semana intentaría una columna de asesinos falangistas contra la población, y que sólo tendría efímero éxito el día de Santiago cuando recibieron refuerzos militares rebeldes desde Zaragoza.
Luego de la guerra Valentín se sumergió en el silencio de una vida discreta. Mantuvo siempre una relación muy estrecha con mi abuelo Mariano, ayudándole cada verano en la cosecha, y cuando murió mi abuelo siguió ayudando a sus hijos. Según mi madre la relación entre ambos primos era volcánica y hasta divertida de observar, porque tan pronto se peleaban a gritos como estaban abrazándose. De hecho, dado el carácter de Valentín y la seriedad de mi abuelo no era raro que chocaran de continuo, aunque se quisieran como hermanos. Al decir de mi madre una de esas discusiones, sostenida en los años cuarenta o cincuenta, estalló por causa de la memoria de Mariano Carilla Albalá.
Hace aproximadamente un año, cuando tuvo el primer derrame cerebral, Valentín contó a su sobrina Rosa algunas circunstancias referidas al hermanastro deportado, en relación con su presencia en el frente de la sierra de Alcubierre primero y luego en el cerco de la ciudad de Huesca después. Fueron los últimos y casi primeros recuerdos que desgranó, acaso porque al ver la muerte cercana pensara que aquellos escasos pero valiosos datos podían ayudar a mejorar la información que Rosa y yo teníamos sobre el deportado, y que en definitiva ha ido concretándose en "Un castillo entre la niebla. Tras las huellas del deportado republicano Mariano Carilla Albalá". El libro saldrá después del verano, pero ya no será posible que Valentín Carilla presida su presentación.
Que la tierra te sea leve, tío.