Revista Política

Se impone la sensatez en el Congreso del PSOE

Publicado el 04 febrero 2012 por Joaquim
Se impone la sensatez en el Congreso del PSOE
Finalmente se ha impuesto Pérez Rubalcaba a Chacón en la elección por el casi millar de delegados al Congreso del PSOE del nuevo secretario general. El que haya habido solo 22 votos de diferencia entre ambos candidatos, muestra a las claras el grado de despiste y desideologización que reina en el partido.
Los discursos de los candidatos este mediodía han señalado de manera radical la diferencia entre uno y otro. De un lado un político preparado y experimentado, con el que se puede y se debe discrepar en muchos de sus planteamientos pero que al menos transmite la seguridad de que no conducirá al partido a la inanidad política; del otro lado una muñeca de plástico vacía de contenido, manejada por un puñado de vividores "risky business". 
Veía hablar a Rubalcaba y escuchaba a un político capaz y tranquilo, contenido y seguro de sí mismo, en sintonía con algunas de las corrientes profundas que circulan por el interior de este partido desde hace 132 años. Él es consciente de que su papel ahora es preparar una transición suave hacia un nuevo liderazgo, que recupere el partido de los daños sufridos en la última década a manos del zapaterismo. El reto es formidable, porque el PSOE está en estos momentos desballestado organizativamente y descapitalizado ideológicamente, manejado al alimón por una dirigencia formada en su mayoría por cadáveres políticos amortizados y alevines desvergonzados que no tienen otro activo personal que su ambición. Le toca a Rubalcaba barrer toda eso, a fin de abrir paso a un tiempo realmente nuevo para el partido mayoritario de la izquierda española.
Chacón por el contrario, ha sido una vez más puro gesto vacío, eslóganes huecos recitados de manera exageradamente teatral, siempre a la búsqueda de desencadenar una respuesta emocionalista no reflexiva en su auditorio. Esa entonación artificialmente crispada y en crescendo, más cuartelera que mitinera; esa gestualidad añeja que pretende dar credibilidad y rotundidad a palabras vacías de contenido, literalmente extraída de viejos documentales de propaganda política autoritaria de los años treinta, delatan al producto artificial fabricado por una mercadotecnia para la que el ciudadano no es más que un perro de Pavlov al que se le puede hacer salivar con cuatro gritos y una fingida pasión. En fin, que de poco ha ido, pero nos hemos librado.

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