Revista Cultura y Ocio

Sé que es guapo

Publicado el 12 abril 2017 por Molinos @molinos1282
Sé que es guapoTodos los jueves el mismo camino, la misma ruta. Paso por delante de nuestra casa y continúo hacia arriba dejándola a la derecha. Tengo que acordarme de colocarme en el carril de la izquierda, la inercia es poderosa en mí y voy como una autómata, si no lo pienso acabo despistándome. 
Enfilo la calle, paso la gasolinera, la rotonda de la piedra, la Citroen y giro a la izquierda justo delante del hospital. Enfilo la calle y, desde el cambio de hora, el sol que hasta entonces entraba por mi ventanilla me da directamente en los ojos mientras baja al otro lado del Retiro. Bordeo el hospital y el mismo recuerdo recurrente vuelve a salir de su rincón en mi memoria. Ana, hay una misa. Mi madre era atea y yo también pero sus compañeros se han empeñado en hacer una misa de recuerdo. No hace falta que vengas. No digas chorradas, allí estaré. 
Es la única vez que he entrado en ese hospital, estrictamente entré en la capilla. Han pasado once años y medio pero, como todos los jueves, recorro el recuerdo entero. Calculo el tiempo transcurrido, once años, otra vida. Giro a la derecha en la esquina de Rodilla. Alguien va hacer reformas o va a mudarse porque hay cinta colocada entre los raquíticos árboles de la calle. Miro el reloj del salpicadero: 18:48. Le resto dos. 18:46. Vuelvo a pensar, otra vez, en poner el reloj en hora pero me produce un extraño placer pensar que vivo dos minutos por delante del locutor de radio por las mañanas y por eso no lo cambio. Al girar a la derecha el sol ha dejado de caerme encima, tapado por los edificios, pero entra fulminante por la siguiente bocacalle iluminando de pleno esta fachada del hospital, casi parece un foco de los que marcan el camino de entrada a los estrenos de cine con alfombras rojas y flashes. 
Como un actor de cine, como el protagonista de una peli ambientada en Manhattan. Le intuyo a lo lejos. Sé que es guapo antes de verle. El sol le da de frente en los ojos y sé que tendrá que entrecerrarlos, guiñarlos si mira al frente. Está parado delante del paso de cebra al que estoy a punto de llegar. La cara iluminada y el cuerpo en sombra. Freno para comprobar que mi intuición es cierta. Y lo es. Es guapo. Atractivo. Alto. Vestido de gris con chaquetilla y pantalón, el uniforme de un instalador. Algo naranja relampaguea con el sol. Quizás el logo de la empresa en la que trabaja. Freno del todo. Me mira con sorpresa. Tiene los ojos azules, arrugas en la cara y el pelo entrecano. 
Cruza mirándome. Creo que lleva un cigarro en la mano. Suelto el freno y continúo. Dejo atrás la manzana del hospital. 18:50, me sobran doce minutos. Aparco. Sabía que era guapo antes de verle.

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