Comenzó mayo como siempre: con su primer día marcado de rojo en el calendario. El ser humano se prepara una vez más para conmemorar sus miserias, aunque indiferente de estas. «¡Feliz día del trabajador!», me decían en las calles. «¿Feliz?», me preguntaba yo… Al menos fingimos que lo es, jugamos a que todo está bien.
Por Cristal / llavedecristal.wordpress.com
Ser humano, en esta humilde columna yo siempre te envío un mensaje lindo porque creo en ti, creo que hay cosas bellas en tu interior, que eres capaz de crear cosas increíbles gracias a tu inconmensurable potencial. Sin embargo, en mayo siempre me ataca una pequeña crisis. No es que quiera perder la fe en la humanidad, pero me duele verla tan ajena a un rumbo claro. Vamos, ser humano, que el día del trabajador no es feliz, no lo ha sido nunca. Reconozcámoslo y mantengamos cierto respeto por aquellos que tuvieron que morir por alcanzar lo poco que hoy nuestros patrones nos han concedido. No es feliz, es día de reflexión. Aprovechemos de preguntarnos durante este mayo de frío otoño aquí en el sur, para pensarnos, para conocernos. Preguntémonos qué tan felices somos en nuestro trabajo, para qué trabajamos. ¿Realmente necesitamos todo aquello que compramos?, ¿realmente necesitamos renovar todo el tiempo nuestros artículos?, ¿cuántos de nuestros pares no tienen siquiera la posibilidad de detenerse a pensar?, ¿cómo es que llegamos a esta etapa en que ya no nos miramos a la cara, no nos valoramos como pares?, ¿nuestra actual situación laboral es distinta a la de aquellos amigos de Chicago?, ¿hemos aprendido?, ¿ha valido la pena?
Son tantas las preguntas, ser humano. Pero no las planteo para que suframos, para que nos amarguemos. Las planteo para que nos evaluemos, para que de una vez por todas tomemos las riendas de nuestro rumbo y nos hagamos cago de nuestro futuro, del futuro de la tierra, del futuro de la humanidad. Que pensemos el mundo que soñamos para nuestros hijos. Basta de la ceguera del consumismo, la inmediatez y la avaricia. Hagámonos cargo de una vez y asumamos responsabilidades dentro de nuestra comunidad. No se trata de identificar a un enemigo y destruirlo para alcanzar el poder. Se trata solamente de cambiar en el fuero interno de cada cual para comenzar a proyectar cambios dentro de la casa, del barrio, de la escuela o de la oficina. Esos pequeños gestos terminan siendo mucho más efectivos que los que pregonan los candidatos al poder, porque son los únicos genuinos. Vamos, ser humano, hagamos que valga la pena la historia de nuestros antepasados a la hora de construir futuro. Que un día logremos conmemorar el día del trabajador con la alegría y la tranquilidad de que ninguna muerte ha sido en vano, que hemos aprendido nuestras lecciones y hemos avanzado. Y sobre todo, que no vamos a repetir los errores y horrores del pasado.