Revista Cine
Las pelis de miedo buenas son cojonudas. Son unas películas que además del factor acojonarte hasta el infinito son pelis bien hechas, con historia, personajes, atmósfera y que crean interés y un miedo que te cagas.
Ni que decir tiene que hay muy pocas pelis de miedo de ese estilo.
La pelis de miedo malas son espantosas y además no dan miedo. Dan asco, dan susto, dan pesadillas, aburrimiento supremo, pero miedo, miedo que te cagas no dan.
Hacer una peli de miedo espantosa es coser y cantar.
Veamos cómo.
Para empezar necesitamos gente corriendo. Gente corriendo sin criterio y absurdamente. Hay dos tipos de carreritas tontas. Aquellas en las que se huye de un asesino o maniaco que persigue sin mucho criterio pero que termina siempre con la más guapa del casting o aquellas en que se da vueltas como pollo sin cabeza porque hay espíritus o fantasmas; en éstas se corre pero menos.
Los protagonistas deben ser analfabetos o gafapastas con algún tipo de disfunción social. Si se mudan a una casa increíblemente barata e increíblemente estupenda, muestran una total despreocupación hacia esa puta coña que han tenido. No hay suspicacia como la que cualquiera de nosotros desarrollaría: mmm... ¿una casa tan cojonuda con 7 dormitorios, árboles en el jardín y porche con columpio por 12.000 euros? aquí hay gato encerrado. No, a ellos les parece que han tenido mucha suerte, se abrazan y allí que se meten.
Tú como espectador ya estás cabreado porque sean tan gilipollas. Que no es que estés en contra de personajes idiotas, de hecho dan mucho juego, pero es tan obvio lo que va a ocurrir que ves como el facto miedo se aleja por el horizonte y llega a tu pantalla el factor: que previsible es todo.
Continuemos. Para el buen desarrollo de la trama es fundamental que los protagonistas carezcan de visión periférica y se limiten a ver lo mismo que el caballo de un picador. Por eso cuando las imágenes en los espejos, el asesino en serie o 7 babuinos enfurecidos bailan por la habitación ellos giran la cabeza rápidamente pero ¡mecachis! no consiguen verlos. Dan vueltas hasta que se marean y salen de la habitación pensando: me lo habré imaginado.
Tú como espectador no solo has visto al fantasma, al asesino y a los babuinos, es que además antes de que si quiera el protagonista entrara en la habitación ya sabías que iban a aparecer. Las pelis malas de terror pueden darte la impresión de que ves el futuro.
Para identificar al protagonista que conseguirá salvarse a pesar de que es el más odiado por los espectadores solo hay que guiarse por el oído. La mujer o el niño que grite como un cerdo en una matanza, es el inconsciente disfrazado de valiente que a pesar de merecer morir entre horribles dolores en el minuto 5 aguantará hasta el final. Llegará jadeando como si hubiera corrido el maratón o echado el polvo del siglo y sí, da igual que sea un niño.
Por supuesto hay que tener en cuenta que la inteligencia no está bien vista en este tipo de películas. Normalmente aparece un personaje inteligente que dice lo único coherente y con sentido de todo el guión. Algo que el espectador piensa: hombre por fin alguien que ponga un poco de orden en este absurdo. Por supuesto lo que dice es desechado por el resto de personajes oligolérdicos que opinan que el listo está flipado. El listo muere, lo que les debería demostrar a los pasmados que lo mismo es mejor pirarse, pero algo tan obvio les pasa desapercibido y se quedan allí mirándose las uñas con su visión con orejeras.
Necesitamos niños. Hay que elegir de qué tipo queremos los niños en la peli mala de miedo. Tenemos los niños que dan un miedo que te cagas o los que se pasan toda la peli a punto de palmarla pero sin enterarse. Ambos grupos son odiosos y el espectador quiere matarlos desde el minuto 1. De hecho, nada como una peli mala de miedo para cortar las efusiones reproductivas en caso de tenerlas.
La casa molona e increíblemente barata, tendrá por supuesto una mala instalación eléctrica que funcione con bombillas de 20 vatios y unas puertas misteriosas que no abran pero que tendrán pomos que giren con mucha holgura. Por supuesto los protagonistas con cero actividad neuronal después de comprar la casa al encontrar una puerta que no se abre, se quedan tan tranquilos y no llaman a nadie para tirarla abajo, ni se les ocurre desatornillar el picaporte. Suelen esperar a que la puerta se abra sola y por allí salga una luz sospechosa, sospechosa para todos menos para ellos.
Por último necesitamos un director al que le flipe el preciosismo. Esto quiere decir que se sienta poético, especial y con mucho gusto y se dedique a plagar la película de planos a contraluz, planos con ventanas abiertas por donde entra una brisa que mueve las cortinas, planos oscuros como boca de lobo en los que de repente aparece una lucecita por donde vemos al protagonista sin visión periférica haciendo el gilipollas. Y eso, se supone que te va a dar miedo.
Las pelis malas de miedo son como las malas pelis porno. Todo es tan obvio como en ellas “soy el fontanero y vengo a arreglarle las cañerías” “Hola, soy el asesino y vengo a perseguirte para casi matarte pero soy un incapaz y no lo conseguiré”
Una buena peli de miedo, una de las que acojona hasta el infinito es aquella en la que el terror viene de algo cercano, cotidiano, que está ahí al lado y parece inofensivo. En una buena peli de miedo no hay ni un plano oscuro, todo el terror está ahí a plena luz y no te puedes creer lo acojonado que estás.
Pensad en Los Pájaros, pensad en El resplandor y acojonaos. O mejor sentaos a verlas.
Es como una buena sesión de sexo...nada de velitas, nada de cena romántica, nada de hotel con encanto…una mañana cualquiera a plena luz y sin que te lo esperes. Eso mola mucho más.