Por Josselyn Añazco
(Publicado originalmente en revista digital Makía, Guayaquil, el 30 de agosto de 2016)
Como sabemos, el libro de Mary Shelley nos cuenta la historia de este monstruo creado por el doctor Frankenstein. El cual, después de darle la vida, lo rechaza y -prácticamente- lo lleva a una muerte bastante desoladora. Al leer el libro muchos nos sentimos asqueados de ver el comportamiento de la sociedad que rechaza a este ser diferente, al mismo tiempo que lo compadecemos y deseamos poder acompañarlo en su búsqueda de significado.
Pues bien, vamos a jugar un poco con esta obra clásica de la literatura. Vamos a imaginarnos cómo hubiera sido la vida de este monstruo si hubiera logrado insertarse con éxito en la sociedad, pero en la nuestra: el siglo XXI. Entonces lo primero que hay que hacer es ponerle un nombre, nadie quiere que lo estén llamando “el monstruo” (aunque vendría bien como nickname).
¿Cómo podría llamarse? Bueno, considerando que es creación del doctor Victor Frankenstein, de seguro lo llamarían Victor Jr. Puede que por su falta de madre y por la extraña condición de su nacimiento, tenga que gastar su tiempo en ir semanalmente a un psicoanalista. Porque, literal: Puede que se le salga un tornillo…
Su infancia estaría repleta de amigos nerds que se acercan para conocer más del trabajo de su padre. Junior de seguro querrá contarles todos los detalles (así tendría amigos), sin embargo su acento se le dificulta un poco. Con todo, en la escuela han aprendido a amarlo, las clases de inclusión social han dado medianos resultados.
En cuestión de amor, el pequeño Victor perseguirá de vez en cuando a una niña que le gusta, sin tener ningún resultado favorable. En realidad su historial amoroso será el mismo hasta mayor. No obstante, eso no le quita la terrorífica sonrisa del rostro, pues disfruta de viajar con sus amigos e ir al cine. Su género favorito es el documental, el que menos le gusta es el de terror: No soporta esa onda de fantasmas…
Pronto llegará al colegio y pondrá todas sus fuerzas en un nuevo deporte que lo ayude a mostrar todas sus habilidades. Finalmente elegirá el baloncesto, su altura lo ayudará en su trabajo como defensor de su arco, aunque en algunas ocasiones recibirá amonestaciones por parte del árbitro al ver la brusquedad de sus movimientos. Sin embargo, este deporte le ayudará a tener mejor agilidad en las piernas, es por eso que ahora puede subirse o bajarse del bus con mayor facilidad.
Pronto Victor empezará a desarrollar su cuerpo y tendrá que afeitarse. La relación con su padre no ha sido muy buena (como suele ser con los padres). Victor papá ya no pasa mucho en la casa, ha abandonado su oficio de científico para dedicarse a las clases en el colegio. Por suerte, a Junior no le ha tocado ver clases con su padre, de seguro los niños se empezarían a burlar.
Ya para el último año de colegio, logrará graduarse con las calificaciones justas para pasar, en realidad nunca fue tan dedicado: tenía déficit de atención. En la fiesta de graduación se emborrachará con sus amigos tomando vodka y terminará teniendo sexo -por primera vez- con una compañera (de la cual no se acuerda el nombre) en el parque de atrás de su casa. Por suerte, su mejor amigo le había puesto un condón en el bolsillo, a esa edad no pensaba en ser padre. Aunque sí sentía curiosidad por saber si algún día podría tener hijos, quizás tenga que buscar a alguien de su misma condición, pero Victor Jr. sabe que para el amor no hay condición (ni edad).
Victor se tomaría un año sabático antes de ingresar a la universidad, por supuesto, en contra de lo que dice su padre. Como todo adolescente tiene ganas de descubrir el mundo, quizás subir sus fotos a Instagram y hacerse viral. Quién sabe… podría no trabajar por algún tiempo. Claro que, después se daría cuenta que sus esporádicos sueños de blogger viajero no resultarían y regresaría a su casa. Después de todo, lo suyo siempre fue la gastronomía. Pondría un restaurante de parrilladas: La comelona de Victor. Aquí el logo del local.
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