Revista Psicología

Si no lo consigues a la primera, inténtalo otra vez.

Por Eredolosi @redolosi

“Luchad, y puede que muráis. Huid y viviréis… un tiempo al menos. Y cuando estéis en vuestro lecho de muerte dentro de muchos años, ¿no cambiareis todos los días desde aquí hasta entonces por una oportunidad, solo una oportunidad, de volver aquí y matar a nuestros enemigos? Puede que nos quiten la vida, pero jamás nos quitarán… ¡la libertad!”.

Mel Gibson en Braveheart

El título de esta entrada hace referencia a un lema de una conocida leyenda del gran héroe escocés Roberto de Bruce. Se trata de una historia real que tuvo lugar hace setecientos años en un periodo de la historia en que el rey de Inglaterra gobernaba sobre Escocia. El rey inglés era violento y cruel y oprimió a los escoceses durante largo tiempo. Pero, en el año 1306, Roberto de Bruce fue coronado rey de Escocia, y se fijó como máxima prioridad liberar a su país. Poco después de que subiera al trono, creó un ejército y lo condujo a la guerra contra los ingleses en el sangriento campo de batalla de Strath-Fillan. Por desgracia, el ejército inglés era más numeroso y estaba mejor armado y los escoceses sufrieron una brutal derrota.

Roberto de Bruce escapó y fue a esconderse en una cueva. Muerto de frío, mojado, exhausto y sangrando a causa de sus heridas, se sintió absolutamente deseseperado. Tan grande era su verguenza, tan abrumadora su desesperación, que pensó en abandonar el país y no regresar jamás.

Pero mientras estaba allí tumbado, levantó la vista y vio una araña que estaba intentando tejer una tela sobre un hueco de la pared de la cueva. No era tarea fácil. La araña fabricaba una hebra y la tendía de un lado del orificio al otro. Luego producía otra, y otra más, tejiendo adelante y atrás para construir la tela. Sin embargo, cada pocos minutos, una fuerte ráfaga de viento soplaba a través del agujero, rompiendo la tela y barriendo a la araña.

No obstante, el insecto no se daba por vencido. En cuanto cedía el viento, volvía a trepar al borde del orificio y empezaba de nuevo a tejer desde cero.

Una y otra vez el viento destrozó la tela, y una y otra vez la araña volvió a reconstruirla. Al final, el aire se calmó durante el tiempo suficiente para que la araña tejiera uan base realmente firme. de manera que, cuando el viento volvió a soplar, la tela era ya lo bastante fuerte como para soportarlo, y la araña pudo, por fín, termina la tarea.

Roberto de Bruce se quedó atónito ante la persistencia de aquella araña y pensó: “¡Si esta criatura diminuta es capaz de persistir a pesar de todos esos contratiempos, también yo lo soy!” La araña se convitió en su símbolo personal de inspiración y acuñó este famoso lema: “Si no lo consigues a la primera, inténtalo otra vez”

Cuando sus heridas hubieron sanado, creó otro ejército y continuó combatiendo contra los ingleses durante los ocho años siguientes, hasta que al final los venció en 1314 en la batalla de Bannockburn, ¡una batalla en la que por cada uno de sus hombres había diez ingleses!

Por supuesto, Roberto de Bruce no sabía que iba a conseguir su objetivo. Lo único que sabía era que la libertad lo era todo para él. Y mientras perseguía esa libertad vivía una vida qeu él valoraba. Y estaba, por lo tanto, dispuesto a soportar todas las dificultades que la misma conllevaba.

Así es la naturaleza del compromiso, como dice Russ Harris en su libro “La trampa de la felicidad”, nunca puedes saber de antemano si conseguirás o no tus objetivos. Lo único que puedes hacer es seguir avanzando en una dirección que valoras. No tienes control sobre el futuro. Lo que sí puedes controlar es tu capacidad de continuar tu viaje, paso a paso, aprendiendo y creciendo mientras avanzas, y volviendo al camino cada vez que te apartas de él.


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