Desde el domingo, cuando se conocieron los resultados electorales, se están difundiendo teorías conspiranoicas en torno a una posible manipulación de los votos y un pucherazo electoral. Algunas no tienen mucho sentido; otras podrían tenerlo. Hay quien dice que España es un país demasiado avanzado democráticamente como para que esas cosas ocurran (olvidando cosas como el Tamayazo o que nuestro ministro de Interior fue grabado conspirando contra rivales políticos). Lo cierto es que eso no impide las irregularidades electorales. Recordemos cómo fue elegido Bush hijo presidente de Estados Unidos. O recientemente Austria, que tendrá que repetir sus elecciones. Supongo que las sospechas electorales solo son dignas de tener en cuenta cuando el beneficiado es un derechista.
No sé si hubo esa clase de pucherazo electoral. Quiero pensar que no, aunque de las cloacas del Estado me creo cualquier cosa. Sí que hubo otra clase de pucherazo. En este blog ya hablé del famoso voto rogado, rebautizado como voto robado. Lo cierto es que se ha impedido, por medio de trabas y supuestos errores, votar a muchos españoles residentes en el extranjero. Y eso, se quiera o no ver, también es un pucherazo. Más sutil, pero pucherazo.
No quiero con esto justificar el "mal" (lo entrecomillo porque no lo considero malo) resultado de Podemos, máximo destinatario de ese voto perdido. Podemos ha cometido errores que ya comentaré en otra entrada. Ahora bien, que nosotros queramos presumir de democracia y demos lecciones cuando es evidente que España tampoco es perfecta en eso, también es evidente. Antes de rechazar tan alegremente los sumideros del Estado preguntémonos si todo es realmente tan limpio como nos lo muestran.