Revista Bares y Restaurantes
Tras la temporada estival llega el primer fin de semana en la ciudad y el restaurante elegido es la Sidrería Navarra. Para ser sincero yo hubiese elegido otro. Muchos otros antes que este, pero no fui yo quien tomó la decisión. - ¿Por qué no lo hubiera elegido? - No soy partidario de los restaurantes de bancos. Si salgo a cenar fuera, aparte de cenar bien, no quiero estar incómodo. Y si voy a estar un par de horas sentado, el no tener respaldo puede hacerse muy duro. Como aún no hace frio, pedimos en la terraza que al menos las sillas son con respaldo.Cuando llegamos estaba diluviando y como no tenían muchas reservas, nos dieron la posibilidad de pasar dentro, cosa que rechazamos, el toldo nos protegía de la lluvia y era mejor que los bancos. Mis riñones lo agradecerían. Un camarero demasiado simpático vino a tomar nota. Dejó una carta en la mesa. Fue innecesario, pues venía dispuesto a ponernos lo que a él le apeteciera como, con algunos matices, consiguió hacer.Las bebidas fueron las que cualquiera pediría en una sidrería, una jarra de cerveza, algún refresco y sidra con el correspondiente escanciador. Lo cierto es que estuvimos muy entretenidos toda la noche con el botoncito del aparato.Entre unas cosas y otras, no me enteré mucho de lo que habían pedido. Yo estaba en una esquina de la mesa y el camarero ejerció de Juan Palomo. Sí conseguimos evitar que nos trajera dos platos muy parecidos y una cantidad de carne disparatada.El primer plato que trajeron, que me pareció atípico para romper el hielo, fueron unos chorizos a la sidra, totalmente prescindibles. Será típico, pero aún no le he encontrado la gracia. Enseguida el segundo, una tapa que según nos dijeron había ganado no sé que concurso de tapas. Sobre una base de patata asada, un solomillo de cerdo cubierto por foie y sazonado con sal volcánica. Estaba muy rico, no para ganar un premio, pero si para agradar los paladares. A continuación vino la llamada ensalada templada. Para mi gusto creo que en lugar de por el chorizo, deberíamos haber empezado por una ensalada, aunque creo que no deberíamos haber pedido nunca esta ensalada. Una base de lechugas variadas y canónigos son machacadas por gulas y langostinos calientes. Creo que el "marisco" caliente no pegaba nada con la lechuga. Para no desmerecer, las gulas y el langostino deberían tener un destino más honorable que el de estropear una ensalada. El último entrante con que nos sorprendió, fue un revuelto con boletus y foie. Creo que no pensó en ningún momento que ya nos había puesto foie con la tapa de solomillo. Los boletus eran un poco bastos, pero este revuelto no necesita mucho para triunfar. Ya teníamos todos los entrantes, ahora venía la carne. Un par de chuletones, cuatro nos quería meter el camarero. La calidad de la carne era más que discutible. Con razón había insistido tanto en colocarnos el chuletón. Aunque si el chuletón no era de gran calidad, muy correoso, el resto de la carne tampoco debería ser excepcional. Cuando terminamos nuestro correoso chuletón, nos pasaron algún trozo del otro. La diferencia entre uno y otro era más que notable. Creo que me senté en el lado malo de la mesa. El vino elegido fue Altos de Luzón, un Jumilla de uva Monastrell. La primera botella a temperatura óptima, no puedo decir lo mismo de la segunda. Tuvimos que pedir algo para enfriarla.Creyendo que había triunfado, se atrevió con los postres. Propuso los típicos y antihigiénicos postres al centro. Por principios, me negué a probarlos, así que hablo por boca de otros cuando digo que la tarta de queso estaba deliciosa, del resto de los postres solo sé que alguno se quedó en el plato.Trás los postres, los cafés. Pedimos asiáticos aunque bastante mejorables. Un seis sobre diez.Los chupitos de la casa fueron a discreción, orujo de hierbas, ron miel, lástima que el vodka caramelo se terminó y el nuevo que trajeron estaba caliente. Solo quedaba la cuenta, un poco excesiva, sin tener en cuenta que nos intentaron cobrar una piña que no pedimos, ni trajeron y más dulces de los pedidos. Corregida la cuenta pagamos y nos fuimos por donde habíamos venido. Volveré, pero no en una cena organizada por mí. Visitando su web, veo que hay mejores platos, o al menos con mejor pinta que los que nos sirvió el ufano camarero.La sidrería Navarra está en la calle San José de Murcia, entre la plaza de San Juan y la del Cristo del Rescate, y su teléfono de contacto es el 968 21 50 01.