¿Quiénes son esas mujeres negras esculpidas por Simone Leigh que se me cruzan por Nueva York? Esas con postura categórica, pelo inconfundible suelto o trenzado, labios anchos e inequívoca falda campana que cubre a veces parte o todo su cuerpo? Imposible que pasen desapercibidas, tienen un magnetismo especial. Ví una en el Whitney Museum bajo el nombre “Stick”, en su caso la falda intentaba defenderse de palos. Ví otras en el Guggenheim en la exhibición especial “Loophole of retreat” por el cual Leigh fuera distinguida como la primer mujer negra en ganar el Premio Hugo Boss en 2018. Finalmente, cómo no quedarme sin palabras al ver la monumental “Brick House” emplazada con sus 6 metros de altura en el tramo recientemente inaugurado en el High Line. Está allí desde Junio 2019 y permanecerá por un año y medio.
Simone nació en Chicago en 1968. La mayoría de sus obras más reconocidas representan mujeres negras. Sus cabezas son visibles, sus cuerpos no siempre. Sus formas convergen con dramatismo arquitectónico a ¿campanas?, ¿vasijas?, ¿faldas?, ¿pequeña vivienda de arcilla? Tal vez sea solo algunos de esos objetos, tal vez todos a la vez. Tal vez se transformen en ella misma a medida que transcurre su proceso creativo o en nosotros mientras observamos las obras. A mí me remite a refugio que alberga misterios e intimidad para repensar y resurgir una y otra vez. Tantas veces como sea necesario, pero monumentalmente. ¿Qué nos dicen estas mujeres? ¿De qué se protegen? ¿Esconden algo? ¿De qué se esconden? ¿Qué necesitan esconder? ¿Dónde?
Simone viene dedicando su vida a hablarle a la mujer negra, con claro enfoque feminista, levantando la voz por su marginalización. Su obra “The Waiting Room” (“Sala de Espera) o la mismísima “Loophole of retreat” (“Fisura del retiro”) son testimonios de situaciones donde el sufrimiento fue inconmensurable. En el primer caso retrata el caso de Esmin Elisabet Green que murió en 2008 en una guardia de un Hospital de Brooklyn luego de esperar ser atendida durante 24 horas. En cambio, en la instalación que actualmente se exhibe en el Guggenheim nos remonta a más de un siglo y medio atrás contándonos la historia de Harriet Jacobs que en 1861 escribió sobre su lucha por la libertad incluyendo el haber pasado escondida siete años en un ático mínimo de la casa de su abuela para escapar de la violencia y abusos de su amo. Esa actitud desafiante y las fisuras que Harriet construyó en su refugio mínimo en el que ni siquiera podía sentarse son las que le permitieron mantenerse conectada con sus convicciones, sobrevivir y dar testimonio. Para Simone la historia de Harriet habla del poder de las mujeres negras para habitar mundos de su propia creación. Me animo a extender esa afirmación a todas las mujeres. Simone seguro estará de acuerdo.
Dicen algunos críticos que para ella, la mujer negra está en el centro de la escena, no en los márgenes. Podrá verse desafiada, pero resiste, y se planta ante las circunstancias. Dos adjetivos las define: resistencia y resiliencia. Simone asume a las mujeres como sólidas y perdurables opuestas al arquetipo de la mujer frágil y débil. Con su obra, Simone Leigh hace honor a la mujer negra, a su pasado de opresión, a su presente todavía esquivo. Se expresa por un futuro mejor. La sube a un pedestal para que nadie se haga el distraído. Y lo bien que hace...