Que el fracaso escolar se fragua en Primaria es algo que nadie puede discutir. A los doce años, que es cuando la mayoría de los chavales llegan a la ESO, ya está hecho el estropicio. Es prácticamente imposible recuperar los “errores” de aprendizaje que se han establecido en la etapa educativa anterior. Una etapa, curiosamente, que está siendo la gran olvidada (más allá del establecimiento de una reválida en último curso de la misma), en todas las propuestas de mejora educativa que se plantean. Una etapa donde se habría de abocar gran parte de los recursos y, que bien gestionada, podría llevar a un ahorro importante en etapas posteriores. Un ahorro complementado por una equidad real de los alumnos que accedieran a la misma.
Lo de quitar a los alumnos de séptimo y octavo de la extinta EGB para incorporarlos a la ESO está siendo un fracaso. Un fracaso que, por diferentes motivos, no exime la potencialidad educativa de dicho cambio. Un cambio que hubiera permitido reconfigurar los aprendizajes en etapas inferiores para establecer unos mínimos básicos. Unos mínimos que, hoy en día, ni tan sólo quedan observables como los máximos al acabar etapas posteriores. Unos mínimos alejados de todo lo que implique aprendizajes fácilmente olvidables. Aprendizajes y materias totalmente innecesarios en dichas edades. Unas edades, como muy bien plantean algunos, que se habrían de destinar a los siguientes objetivos básicos:
Aprender a leer con corrección (en la lengua o lenguas cooficiales), sabiendo interpretar lo que se lee
Aprender las operaciones matemáticas básicas (sumar, restar, multiplicar y dividir)
Competencias básicas con las TIC (saber buscar información, cribarla y usar herramientas ofimáticas básicas)
Escribir con corrección en la lengua o lenguas cooficiales en su territorio
Introducción a una lengua extranjera (capacitación básica en la misma a nivel oral y escrito)
Más allá de lo anterior, todo sobra. Sobran currículums llenos de “cosas a dar”. Sobran horas lectivas. Sobran estudios memorísticos de cuestiones científicas o sociales. Sobra el exceso de equipaje de una etapa donde, con unos conocimientos básicos asumidos, se conseguiría una posterior mejora educativa de todo el sistema.
Seguro que a estas alturas de la disertación alguno puede llegar a hablar de la “imprescindibilidad” de ciertas asignaturas. De lo imprescindible que es que el alumno conozca los ríos de España, que conozca las partes del cuerpo humano, sus huesos, el año en que se descubrió América, etc. No es por desanimar… pero lo anterior es poco importante. Poco importante en una etapa donde los hábitos y aprendizajes básicos han de ser el núcleo fundamental de la misma. Unos aprendizajes complementados por rutinas, por incentivar el amor a la lectura, al arte, a la felicidad, al juego, a los buenos y saludables hábitos, etc. Unos objetivos mucho más importantes que cifras y datos de olvido fácil.
Quizás sobran horas lectivas. Quizás faltan ganas de montar proyectos comunes. Quizás hay muchos a los que les convenga sentirse especiales pero, la realidad, es que el alumno llega a Secundaria sin lo básico asumido. Mucho conocimiento inútil de serie pero dificultad en lo básico. Lo básico es lo importante. Lo básico es lo necesario. Lo que capacita a todo el mundo para poder desenvolverse en la sociedad es el conocimiento esencial a imbuir. Lo demás… discutible.
¿Qué pasaría si se abolieran los contenidos en Primaria? ¿Qué pasaría si los chavales sólo tuvieran que preocuparse de aprender lo básico? ¿Qué pasaría si el aprendizaje, más allá de la memorización, fuera asumido de forma natural por los chavales? ¿Qué pasaría si nos cargamos de una vez un modelo que no da nada más que problemas?
La Educación Primaria es fundamental. Los maestros son la base de cualquier mejora educativa. La cuestión es apoyarles y facilitarles su trabajo. Un trabajo para que ayuden a quien lo necesita. Un trabajo que permita la obtención de alumnos capaces, críticos y sin potencialidades destruidas. Una etapa, de necesaria e imprescindible simplificación, donde se fraguará el destino de nuestra sociedad.
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