Ya es el momento. Hace pocos días que The XX han colgado una canción de adelanto del álbum que van a publicar en unas semanas. Cantada por la voz femenina, con una guitarra lejana al estilo de alguno de los cortes más oscuros del primer disco, en un tiempo prácticamente gélido. Es decir, en función de esta canción es previsible que no haya una evolución muy radical de su sonido, y que se mantengan fieles al sonido mostrado en el primer álbum. Peligroso, entonces, porque veo pocas posibilidades de alcanzar semejante hito, y ya veo a los críticos (veo nítidamente a los críticos ingleses) destripando el difícil segundo álbum y hablando de inmovilismo sonoro y de composiciones que no están a la altura. Del síndrome Terence Trent D'Arby por lo del segundo disco y del síndrome Pimpinela por lo de las canciones a dúo. Lo aventuro todo, me tomo esa molestia por el enorme respeto que The XX me merecen, y que me resulta algo complejo justificar.El disco en cuestión, ese magnífico primer disco, se presentó en una etapa algo complicada para mí a nivel personal. Fusiones y adquisiciones y sinergias. Conducía de noche, de vuelta a casa, por calles tristes y solitarias. The XX me acompañaban porque su disco se ajustaba, casi a la perfección, a la duración del recorrido. Yo respetaba el orden del disco, así que Intro significaba arrancar el coche y abandonar un oscuro polígono con calles por las que nadie andaba.
Se ha de ser valiente para empezar una carrera discográfica con una canción llamada Intro. Y que ésta sea instrumental dentro de un disco donde muchas canciones son vocales y cantadas a dúo. A dúo chico-chica. Lo de mocosos de apenas 20 años ya lo dije demasiadas veces. No lo de la expresión que parece taciturna pero en realidad es tímida. No lo de las fotos promocionales siempre en escenarios umbríos y con las cabezas gachas. Con la misma cabeza gacha del niño que mide 1:95 con catorce años y pide perdón por conquistar todos los rebotes bajo la canasta.Tras ella, una guitarra tímida y casi satiesca, en la medida en que una guitarra puede ser satiesca, daba entrada a una de esas líneas de bajo que solo se puede tocar descorriendo la cinta del bajo al colgárselo: haciendo que el instrumento descienda hasta las rodillas y no haya más remedio que encorvarse ligeramente para alcanzar todas las cuerdas. Era sencillo y era efectivo pero por debajo había muchas más cosas.
No sé la de veces que hablé de Crystalised. Del sonido que la abre, que resumiría en breves segundos el equivalente a cuatro o cinco capítulos de Twin Peaks. De como vuelve, pasado como un minuto, para arropar la primera respuesta de la voz masculina. De, otra vez, esa guitarra simple, esa guitarra que parece ir a fallar una nota en cualquier momento, mientras el ruido vuelve. Del arranque final, casi en falso, que permite ralentizar la canción como si de un giradiscos que se desenchufa de la corriente, de golpe. Qué bien sabían acabar las canciones de este disco, cojones. Daba para una teoría sobre muchas canciones que acaban absurdamente con un estribillo perdiéndose en el silencio.
Había otras canciones, sí, todas magníficas. Cuando el camino ya no permitía retorno: cuando descendía por las suaves cuestas de Montjuïc y veía la ciudad extendida, iluminada. La guitarra tenía otro tono: un tono que dice Morricone y Barry y Chris Isaac y los Shadows. El eco triste y la búsqueda de refugio.
Momentos nocturnos. Las calles, el tráfico, los semáforos, la gente metiéndose el dedo en la nariz en el coche al lado. Otra vez las guitarras de la pradera. El eco, el eco triste del que ya hablé, el de la pradera y la calle llena de gente que indica que la vida, otra vida, es posible. La caja de ritmos casi mínima, el punteo que cobra esa vida, que casi es funky, que es muchas palabras extrañas a la vez, upbeat, uptempo, dubstep, antes de acabar, con esa dignidad tan propia.
The XX son portada de RockDeLux: doble portada, porque ese número de verano es el que permanece más tiempo en los estantes del kiosco. Son una chica poco agraciada y dos chicos con pinta de no haberlo aprobado todo tampoco este año. Publicarán un difícil segundo disco sobre la segunda semana de septiembre (quizás, el 11) y, aunque la única canción que he oído no ha calado en mí con la fuerza con que la hicieron las once del primero (todas hubieran podido estar aquí, todas), nada podrá quitarles el significado de este disco. Nada podrá quitarles esa web que han mantenido mientras han grabado el disco www.xx-xx.co.uk, un sitio donde han colgado todo lo que les ha gustado o influido en el proceso de grabación. Otro sueño húmedo que podría considerar como una obra más de ellos: una especie de enciclopedia musical en la que reto a cualquiera a que encuentre menos de diez maravillas completamente desconocidas.
No sé que diré en septiembre: no sé que opinaré del resto de las canciones. Qué sentido tendría esperar, en cualquier caso. Mi opinión sobre este primer disco no cambiará, jamás.