La primera impresión que uno siente cuando llega a Singapur depende en gran medida de cómo haya llegado hasta allí. Si cogimos un vuelo desde Europa o América a Singapur, tendremos la impresión de que nos han engañado, de que aún estamos en Occidente. En cambio, si nuestra última para había sido un país asiático, creeremos haber vuelto a Europa.
El contraste de Singapur respecto a sus vecinos es brutal, sólo comparable con Kuala Lumpur por sus rascacielos, pero aún así completamente diferente en mentalidad y sensaciones. Y es que en menos de un par de siglos Singapur ha pasado, de ser fundada por intereses comerciales de las colonias británicas, a ser uno de los países más prósperos del mundo.
El capitalismo es desmedido, es imposible caminar por las calles sin entrar y salir de centros comerciales, ya que en muchos casos no hay aceras que rodeen los edificios. Por contra, las calzadas son anchísimas y cruzar la calle requiere de una larguísima espera hasta que el semáforo se ponga en verde.
Esto obliga a armarse de paciencia o a hacer uso constante del transporte público, que funciona con gran eficiencia y puntualidad. No obstante, pese a las aglomeraciones de gente en los interiores del metro, se llega a echar en falta un mayor contacto humano; ya que raro será ver a alguien con la vista despegada de su smartphone o tablet.
Otro de los sentimientos que se respiran en Singapur es el de orden. Toda la ciudad está plagada de carteles advirtiendo de las prohibiciones vigentes: no comer durian, no fumar, no beber, no ir en bicicleta, etc. Tanto control puede llegar a agobiar, sobretodo cuando nos percatamos de la constante vigilancia mediante cámaras en casi cualquier esquina.
Pero sin lugar a dudas, si algo debemos destacar en Singapur, es la organización. Todo parece en el lugar perfecto, nadie parece saltarse las normas.
Uno de los mayores orgullos de Singapur es su multiculturalidad, gente de todas las razas vive y trabaja en el país, haciendo crecer entre todos la economía y alcanzando altas cotas de prosperidad. Un setenta y cinco por ciento de sus habitantes es de raza china; pero hay una gran cantidad de indios, malayos, indonesios, gente de Burma, Europa, América, Filipinas...
La oferta de ocio en Singapur es inmensa y de todos los colores y sabores. Podemos disfrutar de las playas artificiales de la isla de Sentosa, todo un parque de atracciones que emerge sobre las aguas; perdernos por las calles del China Town o de Little India, caminar por los parques nacionales que rodean la urbe singapuresa, visitar uno de los muchos museos o contemplar los Jardines Chinos.
Singapur es un buen lugar para ir de compras, especialmente en lo que a aparatos electrónicos se refiere. Si nuestra visita coincide con alguno de los periodos de rebajas podremos encontrar verdaderas gangas.
Pero lo que no podemos perdernos en una visita a Singapur es la azotea del Sky Park, un conjunto de tres rascacielos con la piscina más espectacular del mundo.
¡Las vistas desde el borde de la misma son increíbles y la sensación indescriptible!
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