
Historicamente, el término complemento (C) fue usado para referirse a un componente sérico termolábil capaz de lisar bacterias cuya actividad es destruida (inactivada) al calentar el suero a 56 grados C durante 30 minutos. Sin embargo, el complemento como lo conocemos ahora, contribuye a las defensas del cuerpo también en otras formas. El complemento puede opsonizar bacterias para favorecer la fagocitosis de las mismas; puede reclutar y activar varias células incluyendo a las células polimorfonucleares (PMNs) y macrófagos; puede participar en la regulación de las respuestas de anticuerpos y puede ayudar a la eliminación de los complejos inmunes y células apoptoticas . El complemento puede también tener efectos nocivos para el organismo pues contribuye al proceso inflamatorio y al daño de los tejidos al desencadenar la anafilaxia.

Son producidas por una variedad de células incluyendo a los hepatocitos, macrófagos y células del epitelio gástrico. Algunas de las proteínas del complemento se unen las inmunoglobulinas o a los componentes de la membrana de las células. Otras son proenzimas que cuando son activadas, rompen a otras proteínas del complemento. El rompimiento de estas proteínas del complemento produce fragmentos que activan a algunas células, aumentan la permeabilidad vascular y opsonizan bacterias.
Las consecuencias de la activación y fijación del complemento incluyen:






Las rutas comparten las últimas fases, consistentes en el ensamblaje, sobre la superficie del microorganismo, del denominado complejo de ataque a la membrana.
Los componentes de las primeras fases de las rutas clásica y alternativa son diferentes, pero su comparación muestra sus semejanzas estructurales y funcionales. También existen semejanzas entre las proteínas C1 de la ruta clásica y las proteínas recién descubiertas de la ruta de las lectinas. Parece ser que las moléculas implicadas en cada ruta debieron evolucionar por duplicación génica y ulterior diversificación.