Intentan hacer sesuda, dramática y trascendente la última entrega de una saga de películas que se han caracterizado -y vanagloriado- siempre por todo lo contrario, o sea; entretenidas, acción lujosa y sofisticada y escenarios del mismo estilo.
A esta entrega le falta todo lo que uno va a buscar en la saga Bond, a pesar de poseer bastante acción, pero no está lo suficientemente rodeada de lujosidad, de escenarios con los que uno -el espectador- se caga por las patas abajo. Esta entrega la han hecho intimista, introspectiva y meditabunda, y se han cargado la esencia Bond, que es eso; escenarios alucinantes, grandes polvos con tías de almanaque y acciones propias de un macho-canalla civilizao.
¿Malos-malosos atormentaos que son conscientes de su propia malignidad y pretenden acabar con ella y de paso llevarse a su creador con ellos? ¿Nexus-Hauer cuando mata a Tyrrel, su creador…? ¿Malos atormentaos en el más estricto estilo hamletiano…? ¿Eso en una peli de Bond…? ¡Cojones!, me he equivocao de sala…
Se agradece la intervención de Bardem porque Bardem me gusta, y si llegan a darle dos minutos más de grabación, Bond/Craig desaparece de la peli. Cada uno tiene sus limitaciones, y el Craig es un actor discretito tirando a malo. A Bardem na‘ más hay que verlo en Biutiful para flipar. De todas formas creí que había más Bardem en esta Bond de lo que hay, pero ahora que la he visto, me parece lógico que no haya más e incluso que hayan cortao algo su papel, cosa que nunca sabremos. Bond debe predominar o reinar sobre el malo, tener más notoriedad, interés, prevalecer, y a poco que le dieran algo más de cancha a Bardem, este se come con papas al Craig, a la Dench, al Fiennes y a cuántos se le pongan por delante.
En concluyendo, bajo mi punto de vista le han dado un giro a la saga de Bond que no mola mucho que digamos, pues la peña lo que desea es seguir viendo a ese follador/macho/chuleta, aunque la obligación de los tiempos lo fuerce a lo politicamente correcto. Pero a Bond se le habría perdonao.