“Dos seres de sexo diferente, que el instinto del placer los acerca, deben, pues, entregarse a gozar del placer en toda la extensión de que sean capaces, buscando la forma de hacerlo más intenso y mejor, y reírse de lo que se llama las consecuencias, porque estas consecuencias no son en absoluto necesarias.”
Marqués de Sade
Los problemas sexuales son situaciones muy comunes en las relaciones de pareja, sobre todo por el cansancio, estrés y preocupaciones con que nos podemos encontrar diariamente. Tales problemas pueden generar un intenso malestar y frustración en quien los experimenta, ocasionando dificultades a nivel individual, de pareja y hasta en otras áreas de la vida diaria. Aunque el tema es muy diverso a continuación se dará un poco de la concepción que tiene la psicología al respecto.
Lo primero es comprender que la sexualidad no es únicamente la acción del coito, tras ella hay cientas de creencias, comportamientos asociados –desde una mirada hasta el modo de acariciar- y muchas particularidades, por ejemplo las preferencias, gustos y hasta algunas supersticiones y rituales personales. Como puedes ver, el sexo se compone de más actos que únicamente penetrar y tener orgasmos. La complejidad del acto sexual es tal, que existen muchísimas causas al momento de adquirir algún tipo de disfunción, situación que nos puede llevar a pensar miles de cosas, a afectar el autoestima y a generar consecuencias emocionales fuertes de tristeza o ansiedad.
Aunque a nivel orgánico las disfunciones sexuales en hombres y mujeres tienen una base biológica diferente, en cuanto a lo psicológico hay muchas similitudes. Por ello, tenemos los suficientes fundamentos para proceder en ambos casos. Para abordar el tema hay que tomar en cuenta las tres vías por las que lo psicológico se manifiesta, es decir, lo que pensamos, lo que hacemos y lo que a nivel orgánico sucede. En ésta ocasión nos enfocaremos sólo en la primera de éstas.
El primer paso será descartar alguna afección física que imposibilite el acto, por ejemplo, la disfunción eréctil está asociada a problemas vasculares. Por ello, si tomarás en cuenta algunas de las sugerencias aquí expresadas es mejor que primero consultes a un médico.
Si ya te han dicho que, por ahí, no tienes ningún problema médico aparente lo mejor será que te pongas a leer e investigar sobre el tema. Lo ideal es tomar en cuenta artículos serios o revistas de divulgación científica, entre más clara tengas la información será mejor. Y no es por demeritar los consejos que algún amigo o compañero pueda darte, pon atención, porque aquí inicia el verdadero análisis psicológico.
Ten en cuenta que el modo en que pensamos va a determinar cómo nos sentimos, muchos de nuestros actos y cómo percibiremos la situación. Por siglos la sexualidad ha estado cargada de moral, valoraciones y creencias que han delimitado qué tanto se permite sentir, en qué condiciones y de qué forma. Aún en estos días hemos aprendido mitos que tienen que ver con el tamaño del pene, la duración del coito, la enorme valoración del orgasmo y las proporciones que se imponen al cuerpo femenino. Todas estas creencias no hacen más que atormentarnos y generarnos sentimientos y emociones que inhiben la erección, dificultan la lubricación y dilatación vaginal o facilitan eyaculaciones espontáneas. Por ello, hacer caso a lo que un amigo te dice puede agrandar el problema, pues de ahí puedes validar creencias erróneas, mal interpretar algunas situaciones y así causarte mayor desesperación o inseguridad.
Para solucionar los mitos en torno al sexo, lo mejor será que lo veas como algo flexible, sin reglas, límites o anormalidades. Algunos autores dicen que lo mejor es modificar las exigencias propias, es decir, dejar de preocuparte en exceso por la satisfacción que estás dando; eliminar las exigencias a los demás o, en otras palabras, no condenar a los demás si no cumplen tus criterios o te tratan como crees que deben hacerlo y; dejar de lado las creencias de tipo normativo al respecto, es decir, no hay una sola forma de conseguir el placer, ni con ciertas proporciones, ni parámetros de tiempo, ni nada. Tú decides. Sólo modificando los pensamientos de éste tipo podrás olvidar el sentirte nerviosa (o) o frustrada (o).
Si has notado que recurres a este tipo de pensamientos comienza por cambiarlos. Puedes recurrir al siguiente experimento perverso. Escribe en un cuaderno el ideal de cómo sería la mejor noche de tu vida sexual con los siguientes aspectos:
- Contempla el contexto en general: la hora, el lugar, el clima, si existiese alguna situación en específico, qué papel desempeñarías en tal, etc;
- ahora, describe a tu pareja: su color de piel, proporciones, cabello, color de ojos;
- has una secuencia de lo que harías si estuvieras ahí: de qué modo te acercarías a él/ella, de qué hablarían, cómo se desnudarían, las posiciones que te gustaría hacer, en fin, todo lo que te gustaría;
- por último, describe los criterios del acto: el tiempo y el número de orgasmos, por ejemplo.
Ahora haz un intento por conocer el punto de vista que tienen otras personas sobre tu propio ideal. Puedes hacerlo en algún blog anónimo o con un grupo de amigos con quienes te sientas en confianza. Si mi hipótesis no falla, nadie coincidirá totalmente con lo que tú deseas, es decir, alguien preferirá a una pareja con características diferentes, otro lugar u otra situación. A partir de ahí sería bueno que te preguntes el porqué de querer relacionarte conforme a lo que te han hecho creer y no como tú y tu pareja quisieran, por qué tendrías que cumplir los criterios que el sentido común te dice y no los que elabores tú de forma racional, por qué si a nadie le gusta lo mismo que a ti tendrías que comportarte como crees que lo hacen todos. Entre más te cuestiones sobre el tema mejores resultados tendrás y más cómodo te sentirás con tu pareja. Lo importante es que te des cuenta que muchas de las imposiciones en torno al sexo no tienen razón de ser y aun así son aceptadas.
Aunque cambiar la manera en que percibes las relaciones sexuales puede ser un gran paso, no es lo único que compone a una deficiencia sexual. También hay mucho por hacer con respecto a las acciones que se realizan antes, durante y después del acto y con la manera en que tu organismo asocia cada situación. Sin embargo, por el momento es todo, pero en el siguiente blog tocaré estos temas.
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Referencias
Buela-Casal, G. y Caballo, V. Manual de Psicología Clínica Aplicada. Madrid: Siglo XXI
Francesc, S. (2008). Una aproximación racional-emotiva a los problemas sexuales. Revista de Toxicomanías, 58, 25-28