Podemos desgañitarnos hoy a gritar dolor e impotencia y tratar de anestesiarlos mediante oraciones lema como “no podrán con nosotros”, “la democracia siempre gana”, etc. Repudiar con todas nuestras vísceras y materias gris y roja el asesinato de los profesionales del semanario Charlie Hebdo en París. Atentado contra la vida humana y contra la libertad de expresión. Creo que todos los hombres de buena fe en esto estamos de acuerdo sin fronteras.
Gritar sí, pero…
Son la reacción y actitud que nuestra cultura activa en nosotros como si de un resorte se tratara. Palabras desde ayer mil veces pronunciadas por nuestros representantes políticos, religiosos… Palabras que llenan las calles desde la sociedad civil. Rabia multiplicada entre los profesionales de la información, entre quienes un día aprendimos en las aulas universitarias que el derecho a la libertad de expresión es sagrado.
Valientes hasta lo suicida, los trabajadores tantas veces amenazados de la revista parisina nos hacen sentir pequeños. No valen más sus existencias que las de los 132 niños escolares aniquilados por los talibanes recientemente en Pakistán. Todas las vidas valen lo mismo, entiéndanme pero cada atentado tiene su polisemia, aparte de la acepción común de atentado contra la vida humana.
Más allá de esa reacción de repulsa intrínseca a los humanos que, con nuestros montones de defectos, respetamos la vida y nuestro motor no es el odio, siento la pena de asumir que las armas todo lo pueden.
¿Ellos ganan?
Quien quiere matar, mata. No hay cuerpos de seguridad ni lemas ni unión que lo impidan. El asesino asesina. Lo vemos todos los días cerquita, con la violencia de género. Tienen las de ganar. ¿Puede más el odio que el amor?… La historia de la humanidad nos muestra que sí. El mal no nos podrá tapar la boca, pero sí quitar la vida.
Matar es tremendamente sencillo y no hay medio que lo impida.
#CharlieHebdo