Una carita, la de “Nobel” y un rostro, el de Cayetano
La suerte de matar, suerte suprema, siempre ha sido el fin y la razón de la lidia. Porque, como decía Pepe Luis Vázquez, el toro está hecho para morir en la plaza, para embestir, para defenderse, para querer coger algo y para morir. Luis Miguel Dominguín, recordaba su frustración cuando, en las corridas para las que le habían contratado en Portugal, tenía que abstenerse de matar al toro: “Me sentía como vacío, por la costumbre. Dar muerte al toro es culminar el rito”. Porque la estocada generalmente se siente como la última fase de la relación hombre-toro.
Pero, al igual que la suerte de varas, la surte suprema se encuentra en decadencia. A ello hay que sumar las nefastas propuestas de suprimir la muerte del toro como fórmula mágica para contrarrestar las tendencias antitaurinas, para limpiar “las malas conciencias” de muchos que viviendo de esto, no han logrado entender la muerte del toro como la razón esencial de la corrida de toros. El público tampoco la valora como se hacía antaño, siendo harto frecuente el que se premien bajonazos infames con tal de que el burel muera pronto. Pero, además, se encuentra seriamente amenazada por la plaga de la “indultitis”, favorecida por los taurinos y alentada por diferentes medios “oficiales” que se centran más en el triunfalismo injustificado y verbenero.
No estoy en contra del indulto, porque afortunadamente para la fiesta se puede perdonar la vida del toro, y es únicamente en este espectáculo público en el que la muerte está presente donde puede acontecer. Pero para que éste se produzca, el toro que se haga merecedor de él debe tener un comportamiento excepcionalmente bueno, sobresaliente, en todos los tercios y, fundamentalmente, en el tercio de varas verdadero fielato de la bravura, aunque muchos ahora lo cuestionen y se centren en el comportamiento en la muleta. Error que antaño cometieron ganaderos que hundieron sus ganaderías, y error que hogaño comenten otros y que, tarde o temprano, les pasará factura. Pero hay más, el toro que sea merecedor del perdón en el ruedo debe tener la presencia, el trapío suficiente, entendiendo como tal esa mezcla de belleza y respeto que debe infundir el toro de lidia.
Pues bien, tras tragarme diferentes crónicas “oficialistas” del indulto del “toro” de Zalduendo por el G-10 Cayetano en León, uno no sale de su asombro e indignación:
“Se indultó al animal por su extraordinario comportamiento en la muleta, aunque no fue toro completo.” (EFE/León).
“Cayetano ha indultado al tercer toro de Zalduendo, un ejemplar extraordinario de principio a fin que siempre embistió humillado, tuvo prontitud y profundidad.” Manuel Illana enAplausos. Del comportamiento en varas y de la presencia del toro, nada de nada.
“La catarsis llegó en el cuarto, -de nombre Nobel, herrado con el número 162, negro y de 462 kilos-, un animal de Zalduendo que tras ser cuidado en los primeros tercios rompió a embestir en la muleta, donde se empleó con calidad, clase y duración.” Maribel Pérez en Mundo Toro, nos dice que el animalito fue “cuidado” en los dos primeros tercios. De presencia, ni mu.
“Cayetano ha indultado al cuarto de la tarde, de la ya tradicional corrida de 8 toros de León. Comienzó con unos buenos lances de capote y cuando empezó la faena de muleta se encuentra muy a gusto y haciendo un toreo variado. La faena poco a poco va a más, el toro se va arriba y parte del público empieza a pedir el indulto.” Santos Lorenzo en Burladero.com. Tampoco hace referencia ni a presencia, ni al comportamiento en varas.
Ni en el vídeo que se muestra en Burladero.com, ni en el de Mundo Toro se nos muestra el primer tercio. Si podemos apreciar al animalito de Zalduendo y a Cayetano, descalzo, metiendo pico sin conmiseración, descolocado, perdiendo pasos y, eso sí, adornándose mucho ante ese mediotoro que embiste a paso borreguil. Tampoco he tenido suerte con las fotografías, pues no he podido encontrar ninguna en que se muestre al felino en el caballo.
Finalmente, es de nuevo ocasión para recordar las palabras de Carlos Urquijo, recogidas en el libro de Alfonso Navalón “Viaje a los toros del Sol”: “Porque no se puede ver a un toro con público y, en definitiva, cuando quien manda en el ruedo es el torero y hace la lidia a conveniencia suya. La experiencia demuestra que un toro muy bravo en tres puyazos puede cantar la gallina en el cuarto, y sobre todo a partir del quinto. Por eso, muchos toros indultados en la plaza por bravos, después de tomar tres puyazos superiores , son luego malos sementales y no sirven para padrear. El ganadero debe ver los toros en el campo y no en la plaza, donde los pican pocas veces en su sitio y casi nunca a la distancia conveniente. Por eso soy partidario de la tienta de machos. Por eso te dije hace cinco años que la mayor vergüenza de un ganadero es que le indulten un toro en la plaza porque es señal que no lo ha sabido ver en el campo. Y sigo diciéndote que si a un toro mío le perdonan la vida, soy capaz de cortarle la cabeza antes de echárselo a las vacas. Porque cuando se manda un toro a la plaza es porque no sirve para semental..."