Revista Comunicación

Sobre esa ‘manía’ de escribir

Por Marperez @Mari__Soles

flor de papel

¿Alguna vez has sentido que te acompaña una suerte de ser invisible que, con su magia, te ayuda a seguir adelante en tu propio camino? Hablo de esos momentos en los que, de la forma más sencilla y sin hacer ruido, un pequeño milagro en forma de lo que llamamos “sincronicidades” te provoca una sonrisa y te hace sentir como una niña que va por la calle de la mano de una abuela o una tía que la quieren mucho y que  le van diciendo “por aquí no, por aquí sí”.

Es algo que no siempre se puede apreciar. Hay que entrar en un estado especial de “recepción”, de “escucha”, que consiste, simplemente, en prestar atención con mucha humildad, mente abierta y sentido del humor; en resumen, solo tenemos que jugar como cuando éramos pequeñas (y pequeños). Nada más. Y nada menos. Porque, claro, para algunas personas es muy difícil eso de quitarse los disfraces de personas adultas e importantes que la mayoría se han ido pegando a la piel del alma día tras día, año tras año, para ganarse el “respeto” de no sé quién. Pero para mí, que no soy ni importante, ni condiciono mi dignidad al respeto que otros/as quieran o no demostrarme (eso es problema suyo… y dice mucho de ellos/as no saber respetar al prójimo o a la prójima), es algo muy fácil. Tan fácil, que me pasa casi a diario y hoy, además, tiene mucho que ver con este blog.

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Hoy se cumplían seis domingos, ¡seis largas semanas!, desde que publiqué aquí la última entrada, anterior a esta. Lo echaba de menos. Durante este tiempo, venía aquí de vez en cuando y empezaba a escribir lo que quería: un día sobre una otra cosa, otro día sobre otra… pero no lo publicaba, sino que lo guardaba como borrador o lo enviaba a la papelera.

“Quiero escribir una novela sobre el silencio”, dijo, “las cosas que la gente no dice. Pero la dificultad es inmensa”, suspiró.” Virginia Woolf.

Me preguntaba a mí misma de qué servía escribir, ya. Habían pasado aquellos tiempos en los que disfrutaba colaborando, compartiendo, participando, aportando. De pronto, por todas partes, el mundo se había vuelto al revés: decepciones, leyes absurdas y restrictivas para estos tiempos, conocer a nuevas personas a las que eso de tener un blog les parece “infantil”, “molesto”, “incomprensible”, “ridículo” o “inútil”, y todas esas normas sobre cómo “profesionalizar” o “mejorar” un blog (algo que, como bien decía mi amigo Tony, despersonaliza los blogs (hablamos de los personales) y les roba la frescura que les daba sentido y razón de ser). ¿Dónde encajaba mi blog? ¿Valía la pena o estaba resultando molesto? ¿Hacía bien escribiendo a mi manera, o me estaba convirtiendo en una especie de fósil que, además, incomodaba e invitaba a las burlas?

Pues bien, la respuesta a todas esas preguntas me llegó hoy. Una conversación con mi amigo Tony, que siempre me entiende y me da valiosísimos consejos, y una preciosidad de página de autora que descubrí gracias a Pinterest, Victoria Erickson, con quien desde ya me siento muy identificada y cuya lectura recomiendo) la ‘culpa;) de mi regreso.

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Dice ella:

Traducción:

¿Por qué escribir? ¿Por qué todos/as deberíamos escribir? Esto es lo que recomiendo: compra un pequeño cuaderno. Post-its. Páginas de colores. Papel normal. Coge una pluma. Elige una palabra y mira dónde te lleva. Porque tú almacenas todo en tu cuerpo, lo hermoso, lo feo,  lo doloroso, lo extático. Está todo ahí encerrado en tus células donde la memoria, la tensión y la confusión permanecen día tras día, esperando a ser liberados. No tienes que mostrarlo a una audiencia ni a tu esposo/a ni a tus hijos/as ni siquiera a ti mismo/a otra vez. Pero cuando está escrito como una lista, como un párrafo o poema o cuento, puedes ir a la cama con un mejor entendimiento de ti mismo/a., del mundo o incluso de ambos: tú mismo/a en este mundo. Y al final, sabes que todo eso está fuera de tu cuerpo. Escribir es básicamente liberarse. Todo empieza con una palabra.

Precisamente, exactamente, justamente lo que dije hace seis semanas en un lugar y ante unas personas que no estaban de acuerdo y que me hicieron replantearme, durante estos 42 días, si valía la pena escribir o no.

“Escribir es una forma sofisticada de guardar silencio.” Alessandro Baricco.

La escritura personal siempre ha sido una terapia; aunque recientemente se han inventado algo que llaman “literaterapia”, lo cierto es que, si alguien se toma la molestia de leer biografías de personas que hayan escrito (sean o no autores de prestigio, o, como en el caso de Ana Frank, simplemente, alguien que usaba el papel para transmitir sus ideas y pensamientos de alguna manera), el impulso primario, por llamarlo de alguna manera, es muy parecido. Te invito a ti que me lees a investigar en ese sentido; te fascinará lo que vas a descubrir en cualquiera de ellos: que el ser humano, por suerte, no es una máquina fría y sin sentimientos que pueda desarrollarse plenamente y sobrevivir como especie si se aisla a sus individuos y se les impide expresarse y comunicarse entre sí para transmitir los conocimientos, la información, los sentimientos y las necesidades.

Quienes conocemos a alguien con alguna dificultad para expresarse valoramos de forma especial la importancia que tiene el acto de la comunicación. Daniel Wendler, un joven diagnosticado con el Síndrome de Asperger (una variante dentro del espectro del autismo) es un claro ejemplo de lo que estoy intentando decir. Para las personas con autismo puede haber diferentes grados de dificultad a la hora de establecer una comunicación eficaz, ya sea por no poder interpretar correctamente los mensajes (verbales o no) o por no poder enviarlos de forma fácilmente comprensible por sus interlocutores, o por ambos. Daniel Wendler tuvo la suerte de aprender a comprender determinados patrones de interactuación con sus semejantes (eso que llaman “habilidades sociales”), algo que otras personas aprenden con naturalidad, y comprendió, además, que él podría ayudar (desde su experiencia, con su punto de vista, su testimonio y sus conocimientos adquiridos), a otras personas que estuvieran en la situación desde la que él mismo había partido tiempo atrás. Se convirtió en algo así como un asesor, consultor, incluso casi, diría, un entrenador sobre ese tema: la comunicación y las habilidades sociales. Y no solo eso, sino que escribió un libro que se ha convertido en un best-seller.

The great spiritual writer Henri Nouwen said, “”The great illusion of leadership is to think that man can be led out of the desert by someone who has never been there.” Because I have been in the desert of pain, loneliness and depression, I can better care for others who are suffering.

Traducción: El gran escritor espiritual Henri Nouwen dijo: “”La gran ilusión del liderazgo es crees que el hombre puede ser guiado fuera del desierto por alguien que nunca ha estado allí”. Porque yo he estado en el desierto del dolor, la soledad y la depresión, puedo cuidar mejor a aquellos/as que están sufriendo.”

Por supuesto, las personas con Síndrome de Asperger se caracterizan no por ausencia de lenguaje (verbal o escrito) sino por todo lo contrario: un alto nivel de vocabulario y de uso del lenguaje, así que contaba con esa ventaja con respecto a otros tipos de autismo; pero tienen esa otra dificultad a la hora de entablar relaciones, debido a la escasez de habilidades sociales. Y, sin embargo, muy al contrario de lo que suelen aún decir algunos, las personas con autismo también llevan dentro esa necesidad de comunicación; incluso cuando tienen un cuadro que aparenta aislamiento total. Sí sienten, sí entienden, aunque algunos/as no pueden devolver un abrazo o responder a una pregunta.

Las personas que se dedican a escribir suelen ser muy observadoras; tal vez, también, poco habladoras, aunque todo depende… Pero viven (vivimos) observando, disfrutando cada matiz, cada detalle, cada diferencia. Hay otro tipo de “autismo” que sí debería preocuparnos. La gente que ve el mundo gris, esas personas a las que les resulta fácil juzgar, criticar y ver solo el lado negativo de los demás, no suelen tener facilidad para entender a sus semejantes y se pierden gran parte de la maravillosa riqueza de contrastes que nos ofrece esta mágica experiencia que es nuestra propia vida.

En cambio, la gente que escribe (tanto si publican como si lo hacen en la más estricta intimidad) tiene ese plus de capacidad de encontrar lo normal entre lo raro y lo excepcional entre la mediocridad, y aún así, seguir observando sin juzgar, pasando por encima y profundizando, según le apetezca a las musas. Esa sensibilidad está reservada a las personas que no le tienen miedo a sus propios pensamientos, a sus propios defectos, a sus propias miserias. Solo cuando somos capaces de mirarnos a nosotros/as mismos/as y no ignorar aquello que menos nos gusta de nuestra propia forma de ser, podemos ver la realidad de otras personas, sin prejuicios, sin etiquetas preconfiguradas, sin filtros artificiales. Y de esa manera, cuando sí se ven realmente los colores tan variados de la existencia, es como se llena el alma hasta rebosar y se necesita compartir, expresar, decir, contar, de mil maneras: cuando conoces y comprendes, amas; cuando amas, quieres acercarte, y necesitas comunicarte, transmitir, dar; y para dar, hay mil canales, desde el abrazo, el beso o la caricia, hasta la música, la pintura, o la palabra. Todo es lenguaje, y cada cual elige el suyo, incluso cuando parezca una contradicción entre la búsqueda del silencio y la comunicación. Todo es acercarse, dar y formar parte de esa unión que estás viendo y viviendo. (Aunque también habrá quien escriba inspirándose en el más oscuro de los odios, como alguno cuyo discurso está a punto de publicarse en su país de origen después de décadas prohibido; pero eso también forma parte de la naturaleza humana… nos guste o no).

Me gustan las palabras que se dicen en silencio. Me gustan las personas que hablan sin hacer ruido. Me gusta escuchar el lenguaje que hace buena pareja de baile con mi corazón.

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