Revista Diario
Marcelo Rougier. La economía del peronismo. Sudamericana, Buenos Aires. 2012."En economía no hay nada misterioso ni inaccesible al entendimiento del hombre de la calle. Si hay un misterio, reside él en el oculto propósito que puede perseguir el economista y que no es otro que la disimulación del interés concreto a que se sirve." JAURETCHE, A. El Plan Prebisch, Retorno al Coloniaje. A. Peña Lillo Editor. Octubre 1973 Dentro de la colección “Nudos de la historia argentina” dirigida por Jorge Gelman, cuya finalidad es la divulgación de un estado de la cuestión de los nuevos abordajes históricos, se presenta una edición dedicada a la economía del primer peronismo realizada por Marcelo Rougier cuyo modo de encarar la problemática no resulta para nada casual.El epígrafe de B. Croce que da inicio al trabajo[1]establece que el énfasis tiene por objeto cuestionar las políticas económicas llevadas a cabo por el kirchnerismo:“algunos componentes identificables en la experiencia peronista “clásica” se encuentran presentes en la actualidad y son variables de acción y discusión en el campo de la política y la economía. (…) la discusión actual referida a si el crecimiento de la economía argentina depende del “viento de cola” de los precios internacionales y si es capaz de sostener ese crecimiento con un cambio de la estructura productiva que permita una relativa independencia de las variables externas, como veremos, se engarza cabalmente con las alternativas de la política económica del peronismo durante los años cuarenta y cincuenta…”Así, la hipótesis del trabajo Marcelo Rougier sostiene que ambos procesos carecen de una “directriz económica uniforme” y de una “estrategia de desarrollo de largo plazo[2]”. La obra contempla la separación de tres etapas: de 1946 hasta fines de 1948, caracterizado por un fuerte crecimiento; un período de crisis y de muy bajo crecimiento entre 1949 y 1952; y finalmente, una nueva etapa de crecimiento moderado que transcurre entre 1953 y septiembre de 1955, focalizándose en la historia estrictamente económica. Bajo estos preceptos y con una “simplificación audaz[3]” como él mismo lo califica, desarrolla los diversos vaivenes económicos que presentan al peronismo como una política económica abocada al pragmatismo. Con datos duros de la economía, mechándolo con selecciones caprichosas de declaraciones de Perón (sin exponer la fecha y el lugar de las mismas) Rougier expone cómo bajo este “populismo económico[4]”, el peronismo no cuenta con idea o meta clara de industrialización, no contaba con una “unidad teórica ni una concepción integral”.No obstante, el desarrollo centrado únicamente en datos duros desatiende los logros que posibilitaron un mejoramiento inimaginable en las condiciones sociales de los sectores populares y que en sus dos gobiernos descartó de lleno cualquier tipo de política de ajuste que deteriore el poder adquisitivo. El período de crisis en el cual se desarrolla el Plan de Emergencia en 1952, refleja que si el peronismo hubiese hecho uso de las recetas ortodoxas, los recortes en dichos sectores habrían sido drásticos. El desarrollo de una historia económica tal como está realizada por Rougier constituye una mirada sesgada donde las políticas económicas pierden relevancia.La “simplificación audaz” del autor expone que el peronismo, al estar preso de una economía dirigida por el Estado queda preso de los intereses sectoriales que lo dejaba con poco margen de maniobra para implementar medidas de largo plazo. Para sostener su hipótesis de falta de planificación, omite deliberadamente la realización del IV censo nacional en 1947, que le permitió establecer un estado de la situación demográfica, de desarrollo industrial y agrario del país. Dichos datos debido al retraso no pudieron ser utilizados en toda su magnitud para el Primer Plan Quinquenal, pero resultó trascendental para el Segundo. Además, el peronismo supo continuar una política de centralización que se venía gestando desde fines de la década del ’30 y principios del ’40. El Consejo Nacional de Posguerra fue de suma trascendencia para el desarrollo de políticas sociales y económicas que se llevarían a cabo durante ambos gobiernos.Las críticas que Rougier realiza a la economía peronista termina siendo tan segmentada y obtusa que caen en contradicciones: vale el ejemplo en cuanto a la nacionalización de trenes y los servicios públicos, donde el mismo autor admite la falta de inversiones de las empresas británicas, sin embargo, cuestiona la decisión del gobierno, como una dilapidación de los recursos. Luego, olvidándose del estado en que fueron recibidos, Rougier manifiesta que las inversiones dedicadas a este sector no pudieron evitar “el deterioro constante de los servicios y de la capacidad de carga[5]”. En resumen, cuestiona la capacidad de gestión del Estado, olvidándose lo que manifiesta páginas atrás (el estado deplorable de los trenes antes de la nacionalización), su discurso también adquiere una completa actualidad: enfocar el manejo de los servicios públicos por el Estado como una política que sólo genera pérdidas, sin cotejar el beneficio social del mismo.El problema de la inflación también tiene una mención donde el paralelismo con la actualidad resulta sintomático y, de nuevo, el enfoque económico del autor refleja la misma critica que realizan los economistas al kirchnerismo. El crecimiento del poder adquisitivo, el aliento al consumo, el desarrollo creciente del mercado interno termina generando una inflación alarmante. La responsabilidad está vista desde un lado del mostrador, y Rougier acusa también al mejoramiento del poder adquisitivo de los trabajadores el incremento de los precios. La especulación en la formación de precios por parte de los sectores productivos y las cadenas de servicio privadas parecen mantenerse ajenas de responsabilidad en torno al problema inflacionario. Rougier, siempre desde los números, sólo vislumbra la solución en la reducción drástica del gasto público y una apertura económica. Brindar facilidades o “seguridad jurídica” a capitales extranjeros que puedan remediar el descalabro económico que el gobierno peronista, preso de su alianza multiclasista, no logra resolver. Sin embargo, las medidas que se llevan a cabo durante el segundo gobierno de Perón no tenían como principio una política de ajuste sobre los sectores populares pero dejaba de lado una retórica nacionalista, como mencionaban Gerchunoff y Antúnez “el gobierno venía a descubrir que su nacionalismo inicial podía entrar en conflicto con la defensa del nivel de vida popular, y que a la hora de elegir lo iba a hacer por lo segundo[6]”. El objeto del trabajo de Rougier es presentar al gobierno peronista como “lo que no fue” o “lo que pudiera haber sido”: me refiero a que es constante el énfasis que realiza el autor ante los presuntos acercamientos que hace Perón hacia políticas que serían contradictorias al imaginario social que había creado: su intento de asociarse al Fondo Monetario Internacional; la intención de obtener un asesoramiento de Raúl Prebish… Así, el autor devenido en “destructor de mitos”, hacia el final de su trabajo sostiene que posteriormente se había realizado una “construcción sesgada del imaginario, que determinaría las expectativas y demandas de sucesivas generaciones, serviría para impulsar su incorporación a los distintos proyectos políticos peronistas en el resto del siglo XX y aún en las circunstancias más recientes[7]”. En conclusión, pesa sobre la historia económica argentina un error que interfiere en el progreso: el mito de la economía peronista enmarcada en la justicia social. Sin embargo, la construcción al que él hace alusión toma relevancia una vez caído el peronismo, constituido por los sectores que habían sido beneficiados por las políticas económicas del mismo y que volvían a encontrarse ante una situación que los excluía y proscribía sus voces. Durante el proceso conocido como la “resistencia peronista” es donde se “construye sesgadamente” el imaginario de esa época. Es ahí, donde se termina de definir el desdeño (común desde una mirada netamente económica) hacia el rol de los sectores populares, porque más allá de la acusación de pragmatismo hacia el líder que hace Rougier lo que perdura como herencia son las ideas directrices y el sentido de pertenencia que supo darle el peronismo. Muestra latente de la incidencia de cómo intervino revolucionariamente en el imaginario social de los sectores populares el peronismo. Evidentemente, si solo se hubiese basado en un gatopardismo sin planificación de largo plazo, la experiencia peronista tendría que haber muerto en setiembre de 1955. Para Rougier, esa construcción sesgada en el imaginario que sostenía la idea de una economía prospera, fue la consecuencia de, cómo sostiene Halperín, una “larga agonía” que nos lleva al actual proceso encarado por el kirchnerismo. Ambos sostenidos por un “viento de cola” que, inevitablemente, desemboca en un cuello de botella con fuerte crecimiento inflacionario, además de caer en una falta de política industrial unificada. En síntesis, Rougier sostiene su hipótesis de trabajo dedicado a la economía peronista bajo un determinismo, alejado de las coyunturas externas e internas que pueden motivar el manejo de diversas estrategias aunque sin perder de rumbo el proyecto político y el modelo económico. La persistencia del legado peronista se sostiene gracias a su planificación y la efectividad de sus políticas sociales. Ninguna improvisación dura tanto tiempo.
[1] “Por remotos temporalmente que nos parezcan los acontecimientos, la historia se refiere en realidad a las necesidades presentes y a las situaciones presentes en que vibran dichos acontecimientos” [2] ROUGIER, M. La economía... P.15 [3] Op. Cit, P.195 [4] Op. Cit. P. 12 [5] Op. Cit. P. 74 [6]GERCHUNOFF, P.-ANTÚNEZ, D. “De la bonanza peronista a la crisis de desarrollo” en TORRE, J. C. ( Dir.) Nueva Historia Argentina: los años peronistas. Sudamericana, Buenos Aires. 2002. P. 177. [7] La economía del peronismo... P. 197