Revista Diario
Sobre "Un mundo feliz. Imágenes de los trabajadores en el primer peronismo" de M. Gené
Por Julianotal @mundoparioMarcela Gené. Un mundo feliz. Imágenes de los trabajadores en el primer peronismo, 1946 –1955, Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica. 2008. 158 páginas.
“Comunidad, Identidad, Estabilidad” eran los lemas de un Estado omnipotente, vigilante y expectante en la clásica novela de Aldous Huxley. Bautizado con el mismo título, el trabajo realizado por Marcela Gené aborda a partir de las imágenes circuladas durante el llamado primer peronismo (1946 –1955) los diversos mensajes de difusión que llevó a cabo el gobierno de Juan Domingo Perón con el objeto de legitimar el accionar político. La efectividad y proliferación de la misma llevaba como fin presentar a la Nueva Argentina; o si se quiere “un mundo feliz”.No obstante, el trabajo en cuestión no se limita a una simple recopilación iconográfica, sino por el contrario, Gené se propuso decodificarlas imágenes y para ello parte de un punto en común general: para entender la importancia y el mensaje propagandístico explotado por el Estado se requería abordar el manejo del mismo dentro de la propia coyuntura internacional. Lo interesante de todo esto, es que rompe con el mito del peronismo como emulación de los regímenes fascista y nazi. En efecto, la autora encuentra en la iconografía peronista mayor similitud con la que había empleado el gobierno de Roosevelt durante el New Deal, y hasta incluso con la que había utilizado en algunos casos el comunismo soviético. Mientras que los primeros buscaban reflejar una idealización apoyada en el pasado agrario, a pesar del empuje de la industrialización adoptada, además de no descuidar la representación del enemigo político; en el peronismo se concibe un aire triunfalista, reflejo de la armonía social conquistada y esa felicidad se contrastaba con un pasado opresor, desigual e inestable. Aunque en la retórica oficial, sobre todo a través de los discursos de Eva Perón, los enemigos de la paz social aparecen tangibles (oligarquía, imperialismo) en la propaganda oficial quedaban relegados y apenas aparecían ridiculizados en tiras cómicas de revistas como Mundo Peronista (como el caso de los personajes Don Cangrejo o Mr. Whiskey and Soda). Efectuando un trabajo de análisis, apoyado bajo un importante marco teórico que lo avala, la obra se divide en dos partes. Bajo la primera se dedica a abordar el origen, desarrollo e importancia de la Subsecretaría de Informaciones bajo la primer y segunda presidencia de Perón. Lo destacable del mismo es que la relevancia que comenzaba a adquirir la propaganda política a través de los afiches no era una zona inexplorada antes del golpe de 1943 sino que por el contrario, demuestra que existió una continuidad que finalmente terminaría siendo explotada en magnitud a partir de 1946. También hace distinción entre la labor de Subsecretaria de Informaciones antes y después de que quedara a cargo del mismo el controvertido Raúl Apold en 1949, donde la propaganda alcanzaría su máximo desarrollo. Con él, la difusión obtendría niveles inusitados ponderando la eficacia del cine y de la radio sobre la gráfica: “Apold pone de manifiesto la concepción de una dinámica de la propaganda que articula la totalidad de los canales de expresión, en una interpelación constante a la percepción individual y colectiva, en ámbitos públicos y privados, y donde los mismos mensajes cobran nuevas apariencias moldeadas en cada uno de los diferentes soportes”. (pág. 53) Gené destaca una importante colaboración de empresas privadas sobre todo en la producción cinematográfica de cortos oficialistas, respondiendo por ende a una doble articulación entre la planificación centralizada de las decisiones y la descentralización de las operaciones concretas que involucró a éstas. Es en la segunda parte del trabajo donde la autora se detiene a analizar las imágenes de los “trabajadores” difundidas por el gobierno. Entre ellas, la más notoria y representativa del movimiento es la del “descamisado”, estableciéndose en su representación como una continuidad histórica del pasado glorioso nacional. En el análisis de dichas imágenes, Gené no descuida la tradición iconográfica y establece similitudes con las representaciones gráficas de otros procesos denominados revolucionarios, encontrando ejemplos desde el Partido Laborista inglés hasta la Unión Soviética, en donde la figura del obrero es icono de héroe triunfante que termina sustituyendo con el paso del tiempo a la clásica alegoría libertaria femenina originada en la Revolución francesa. La figura altiva y amenazante del trabajador luego termina asumiendo un postura sumisa y leal, sobre todo bajo la segunda presidencia de Perón, donde se hace notorio su desplazamiento por la preponderancia del Líder y de la sacralización de Eva Perón. Resulta sumamente interesante la evolución iconográfica en base a las celebraciones del 17 de octubre, sobre todo si el análisis se complementa con el de Mariano Plotkin (Mañana es San Perón), en la cual se observa como la doctrina peronista termina desplazando gradualmente a la católica como religión oficial, tensando las relaciones con la Iglesia, hasta alcanzar un alto grado de conflictividad en 1955. La representación de “la familia peronista” es otra de las figuras destacables que reflejaban el contraste con la década anterior. El “antes y ahora” era un recurso explotado en magnitud por la propaganda oficial para resaltar las conquistas sociales realizadas, además de hacer hincapié en la apertura a espacios públicos antes inaccesibles para los sectores populares. La representación de la familia tipo en la propaganda peronista, que anunciaba situaciones de distensión y armonía como recompensa de la labor cotidiana, mostraba grandes similitudes con las que evocaba el New Deal.Además aparecen en las gráficas y en los cortos nuevas figuras iconográficas representantes de la Nueva Argentina: el “aprendiz” (figura prominente a partir del Segundo Plan Quinquenal donde se promueve la CNAOP) y también la “mujer” que aparece como una imagen un tanto contradictoria, a partir de su apelación a la actividad política y la permanencia en el hogar, termina resolviéndose al representarse como “enfermera”, que era equivalente femenino del “trabajador industrial” y “símbolo del trabajo fuera del hogar y figura emblemática de la Fundación Eva Perón”.Con “Un mundo feliz”, Gené termina logrando un abordaje hasta el momento intransitado y deja un valioso aporte para futuros trabajos relativos a la propaganda política y su relación con la heterogénea cultura peronista, que supo inmiscuirse en el espacio privado