Revista Psicología

Soledad y tristeza

Por Clotilde Sarrió Arnandis @Gestalt_VLC

La soledad y la tristeza son dos emociones consideradas negativas, cuando lo cierto es que nos aportan una excelente de información de lo que nos pueda estar sucediendo en un determinado momento o situación.

Soledad y tristeza

¿Qué es la soledad?

Comúnmente se considera a la soledad como el aislamiento de nuestra individualidad respecto a los demás y al entorno, bien sea voluntaria o involuntariamente.

Según esta definición, la soledad podría predisponer a una merma en la sensibilidad y en el criterio del solitario por falta de una interacción adecuada con quienes le rodean.

Es común que la soledad se asocie con connotaciones negativas para quien la experimenta, sin embargo, hay ocasiones en las que estar solo podría predisponer al crecimiento del intelecto al alejar al solitario de las interferencias externas que contaminan y entorpecen el raciocinio.

¿Es buena o es mala la soledad?

En cierto modo, la soledad es como un fantasma que amenaza permanentemente a la humanidad, máxime cuando el ser humano es sociable por naturaleza, y también el único ser capaz de sentirse solo y ser consciente de ello, el único capaz de adoptar actitudes de comunicación, no para sentirse protegido ante las amenazas como hacen otros seres vivos, sino para aliviar la nostalgia que le produce la soledad.

Con frecuencia, la falta de afección y la intimidad guardan para muchos una relación directa con su aceptación social. Cuando esto acaece, puede surgir la necesidad de romper con el entorno, no sólo el que constituye el ámbito de dominio en el presente, sino también con aquél que se fraguó desde el nacimiento y que, como fruto de los introyectos y de la educación recibida, repercute en la afectividad de las relaciones familiares en la edad adulta.

La finalidad de esta ruptura sería crear un nuevo entorno a través de la imaginación, un ámbito solitario que no necesariamente debería ser malsano, aunque sí tal vez perjudicial en la medida en que el solitario sucumbiera a sus anhelos, hasta el extremo de verse envuelto en una reiteración comportamental sin método ni sentido; también sin ser consciente de ello. En estos casos, es muy fácil rebasar la fina línea que delimita la salud mental de la patología.

Tipos de solitarios

Podemos distinguir tres tipos de solitarios:

  1. Por un lado, están las personas  que, conscientemente o no, aceptan la soledad como un modus vivendi en el que encuentran confort sin excluir necesariamente a quienes les rodean aunque, eso sí, siendo siempre ellos el centro de la situación. Estos solitarios son personas que no renuncian a la interacción social y afectiva, si bien tienden a regirse por sus propias normas. No es esta una soledad necesariamente perjudicial para la estabilidad psíquica de quien la elige.
  2. En el otro lado de la moneda nos encontramos con un segundo tipo, los solitarios que exhiben unos rasgos de personalidad apática, hosca y misántropa, mas propia de un inadaptado social, un resentido o incluso un enajenado que decide guarecerse en su soledad.
  3. Todavía podríamos considerar un tercer tipo de soledad con unas connotaciones extremadamente negativas e impuesta por circunstancias sociales a las que, a veces, se ven abocados algunos seres humanos. Es una soledad ocasionada por los  altibajos de una vida difícil que no deja más alternativa que optar por estar solo como medio de supervivencia. En estas situaciones no suele haber consciencia de que, a veces, adaptarse al infortunio es un reconocimiento de los errores que perjudicaron el curso de sus vidas. No obstante, y muy a pesar de su mal pronóstico para la estabilidad de quien la elige, a veces pueden surgir consecuencias positivas en esta soledad impuesta por las circunstancias. Por ejemplo, que sirva al individuo para reflexionar y elaborar un plan de futuro que le permita enmendar sus errores y salir a flote. Pero no sucede lo mismo cuando la elección de la soledad no es la consecuencia de un error propio, sino el resultado de una experiencia vital traumática, irreversible y no deseada, como la muerte de un ser querido o la ruptura de una relación sentimental.  

¿Y que hay de la tristeza?

Mi objetivo al escribir este artículo era relacionar los sentimientos de soledad y de tristeza, y analizar de un modo aproximativo, sin pretensiones, sus nexos y sus relaciones tanto causales como consecuenciales.

Es por ello que una vez contempladas las variedades en que la soledad puede instalarse en cada cual, intentaré centrareme en la menos saludable de las variantes de la soledad, aquella que coloquialmente podríamos considerar soledad mala para quien la experimenta. Una soledad que con frecuencia va acompañada de sentimientos de tristeza.

La tristeza es, probablemente, la más básica de las emociones que puede experimenta el ser humano. Aunque es muy fácil de identificar, no lo es tanto al intentar expresarla con palabras ya que puede surgir como consecuencia de un amplio abanico de motivos.

La tristeza afecta a nuestro estado de ánimo apagándonos poco a poco. Nos obliga a escudriñar nuestro interior en busca de explicaciones, y también para replantearnos la actitud a tomar ante los demás y ante las circunstancias.

No obstante, también podríamos considerar la tristeza como una emoción útil si la contemplamos como el inicio de un proceso que nos permita ser conscientes y aceptar una realidad dolorosa. Para entenderlo mejor, imaginemos que al igual que en un coche se ilumina una luz en el cuadro de mandos cuando algo funciona mal, las emociones, entre ellas la tristeza,son también como unos pilotos de emergencia que se encienden para informarnos de que algo fallanuestras vidas. Cuando la luz roja de la tristeza se enciende, la primera reacción es sentirse mal y dar muestras de nuestro dolor; no obstante, también se produce una toma de consciencia de lo que sucede, y consecuentemente hay una puesta en marcha de mecanismos para adaptarnos a la realidad y aplicar soluciones si las hubiera.

Viene esto a colación de la intima relación de la soledad como causa de un estado de tristeza.

Soledad y tristeza

La soledad y la tristeza que surge como consecuencia de estar solo, es una silenciosa epidemia que, en pleno siglo XXI, avanza como una plaga imparable que afecta a nuestra tecnológica y próspera sociedad.

Resultan terroríficas las declaraciones del magistrado, juez y jurista Joaquim Bosch Grau respecto a la frecuencia con que una comunidad de vecinos descubre, por el olor de la descomposición, el cadáver de un anciano que lleva muchos días muerto. Este es un alarmante indicador del tipo de sociedad al que vamos encaminados.

Otro indicador de esta epidemia es el imparable aumento de suicidios en los  prósperos países occidentales donde, paradójicamente, la tasa de suicidio es más elevada que la que encontramos en países subdesarrollados donde, en teoría, la carestía de bienes básicos debería generar más infelicidad.

Otra paradoja también llamativa es que estas altas tasas de suicidios y los sentimientos de soledad y de tristeza, estén en cotas máximas justo en un momento de globalización e hiperconexión. ¿Qué pasa entonces ahora, cuando la comunicación entre los seres humanos debería ser más fácil que lo es en los países subdesarrollados, o más fácil de lo que entendíamos por comunicaciónen nuestro tecnológico primer mundo antes de la era de internet? ¿Porqué entonces tenemos más soledad, tristeza y hay más suicidios?

Hace cinco años, se realizó un estudio en Francia evaluando las llamadas de hombres con ideación suicida al teléfono de emergencias 112. El objetivo de este trabajo de investigación era averiguar la causa de las ideas suicidas. En contra de lo previsible, la depresión no fue el hallazgo causal más frecuente, sino los sentimientos de soledad, aislamiento y tristeza. Aunque en las mujeres fue similar el resultado, además de los sentimientos de soledad, destacaban también como causa de llamadas por ideación suicida la depresión y la tristeza tras una ruptura sentimental. 

Conclusiones

Todo esto debería hacernos reflexionar acerca del grado de responsabilidad de cada cual en el cariz que está tomando nuestra sociedad, cada vez más individualista y marginadora de los ancianos, y cruelmente despreciativa con los inadaptados y discapacitados.

Conforme avanza la tecnología, nos estamos alejando los unos de los otros. Se está larvando una enemistad entre los seres humanos que prefieren el anonimato y la comunicación virtual al contacto directo que, afortunadamente, aun persiste en el medio rural. Con el tiempo se manifestará la desafección y el individualismo que confronta a los seres humanos que se ven forzados a convivir en proximidad. Esto se verá agravado conforme aumenten las horas dedicadas a las redes sociales en los dispositivos móviles, las tabletas y los ordenadores. La tendencia es que los paseos, las conversaciones de viva voz y la comunicación tradicional e inherente al ser humano, se alejen de los modelos que definían a las relaciones en los años previos a la irrupción de internet.

Es paradójico que en pleno auge de las comunicaciones, la facilidad de conectarnos con cualquier lugar del  mundo con un teléfono móvil nos esté  exigiendo pagar el peaje de sentirnos cada vez más solos, como si fuéramos un  terminal más de la hiperconectividad.  Solos cuando caminamos como zombis por las calles con la cabeza agachada mirando la pantalla del móvil. Solos cuando un grupo de jóvenes sentados a la mesa de una terraza tomando un refresco no hablan entre si y sólo teclean.

Las redes sociales no fomentan relaciones saludables, al menos no más allá de meros contactos superficiales plagados de ficción y ostentación, que si bien pueden aliviar en un momento puntual un sentimiento de soledad, lo previsible es que acaben provocándolo.

Gran parte de culpa de la epidemia de soledad que nos afecta (y de otros muchos males como la tristeza o el aumento de las tasas de suicidio) habría que atribuirla al egocentrismo imperante en la sociedad y en los individuos que la constituyen.

Ignorar a quien vive a nuestro lado se ha convertido en una norma. Ese vecino que tal vez esté sufriendo o sintiéndose solo al otro lado de la pared de nuestro salón, no nos interesa para nada, del mismo modo que nosotros no le importamos al resto de la comunidad.

Prima el egoísmo interesado a través de unas relaciones en las que se eluden los compromisos. Se tiende a huir de los sacrificios. Se educa a los hijos en el confort fácil y en un cultura de la inmediatez donde no haga falta hacer esfuerzos.

Y todo esto, aunque algunos lo minimicen considerándolo un hedonismo egoísta, no es más que una especie de carrera en un coche sin frenos que a una velocidad cada vez más alta, avanza hacia la autodestrucción porque quienes conducen llevan vendados los ojos.

En este video podéis escuchar un hermoso tema de Los Secretos, Adiós tristeza, interpretado por Rebeca Jiménez

Adiós tristeza, adiós soledad

Te oí decir que siempre fuiste triste

y que la vida te ha tratado mal.

Qué poquito cariño recibiste,

qué malas cartas te tocó jugar.

Cómo voy a borrar de tu memoria

esos sueños que te suelen despertar,

dándole vueltas a la misma historia

y abriendo heridas que cerraron mal.

Y las lágrimas que escondes en la lluvia

con tu mala suerte lejos viajarán,

porque hoy empieza el resto de tu vida,

adiós tristeza, adiós soledad.

Un arco iris cubrirá tus penas

y la luna llena el lado oscuro enseñará,

y bailará la vida por tus venas,

y la tormenta se disipará.

Secaré todas tus fuentes de tristeza,

hoy será el mañana que soñaste ayer

porque el cielo está detrás de nubes negras,

adiós tristeza no te quiero ver.

Y las lágrimas que escondes en la lluvia

con tu mala suerte lejos viajarán

porque hoy empieza el resto de tu vida,

adiós tristeza, adiós soledad.

Adiós tristeza, adiós soledad.

Adiós tristeza (Rebeca Jiménez)


Clotilde Sarrió – Terapia Gestalt Valencia

Licencia de Creative Commons Este artículo está escrito por Clotilde Sarrió Arnandis  y se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España

Imagen: Pexels


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