Revista Expatriados

Sólo en Filipinas (2)

Por Tiburciosamsa

La ociosidad causa estragos en mi mujer. Hace que tenga ideas. La idea este verano era la de hacernos ricos. Es una idea que se le ocurre cíclicamente y cada vez que lo hace me cuesta dinero.Un tercio de los filipinos está obsesionado con encontrar el oro que el General Yamashita escondió al final de la II Guerra Mundial. Otro tercio sabe dónde está escondido el oro y andan buscando un socio capitalista que los ayude a recuperarlo. El último tercio pasa del oro de Yamashita. Están demasiados ocupados intentando negociar bonos del Tesoro norteamericano  que datan de los años 30. Mi mujer pertenece a este último grupo.Una mañana vino toda excitada a darme la noticia: al día siguiente me llevarían a Campo Aguinaldo para enseñarme una de las nueve cajas de bonos del Tesoro que un grupo de militares tenía en su poder. Esa misma tarde se fue de compras a Glorietta a cuenta de la inmensa fortuna en la que pronto nadaríamos.Al día siguiente vinieron a recogerme temprano al hotel. Me condujeron a Campo Aguinaldo y allí en una pequeña habitación me mostraron una caja. Era de madera con molduras de bronce. Tenía sellos del Tesoro norteamericano por todas partes. La abrieron y sacaron uno de los bonos. Estaba hecho en un papel metalizado con una filigrana de oro. El bono exhibía la efigie finamente elaborada de Ronald Reagan. - Es Ronald Reagan- señalé.- Es lógico que un bono del Tesoro norteamericano luzca la efigie de un gran presidente norteamericano- me respondieron.Hubiera podido entrar a discutir el concepto de “gran presidente”, pero me hubiera desviado de lo importante. Fui al grano:- Reagan fue elegido presidente en 1980 y el bono data de los años 30.- Reagan apuntaba maneras desde muy joven. Ya se veía que algún día sería presidente. Por eso lo pusieron en el bono. Una apuesta de futuro. - En el bono se le ve como una apuesta de futuro con muchas arrugas.- Como fumaba mucho, estaba bastante trabajado.- Metieron el bono en la caja, la cerraron y me invitaron a salir.Soy un optimista incorregible que todavía piensa que los Reyes Magos tal vez existan después de todo. De vuelta al hotel les llamé. Les dije que me gustaría hacer algunas fotos de la caja y de los bonos para enseñárselas a un amigo que trabaja en el Banco de España. De pronto resultó que las cosas se habían complicado. Tres grupos distintos de generales estaban disputándose la caja, que había tenido que ser transferida a un lugar más seguro. Había agentes rusos, misteriosos japoneses con maletas llenas de billetes, espías dobles del Mossad y emisarios de Malacañang pululando en torno a la caja. Vamos, que no podía sacar las fotos.Aún no sé cuánto me costará este nuevo intento de mi mujer de que nos hagamos ricos, pero al menos éste es de los que me proporcionará historias divertidas.En fin me gusta Filipinas porque 15 días allí me proporcionan anécdotas para el resto del año. Y es que a Filipinas se le puede aplicar lo que aquel conocedor de Colombia decía de la literatura de García Márquez: “¿Realismo mágico? ¡Pamplinas! García Márquez es un costumbrista.”

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