Aunque el artículo es del año 1999, nos sigue pareciendo de total actualidad. Así que aquí lo tenéis. Esperamos que os guste.
Carta abierta a mis coleguitas… de buen rollo. Buenas noches, coleguita. Este texto pretende herir tu querida sensibilidad. Que lo disfrutes
Vamos a empezar por el principio, sin rodeos: Somos asesinos. Nonatos, pero asesinos. Asesinos legales, nuestros asesinatos son legítimos. Y además limpios. No matamos nosotros. No matamos nosotros, directamente. Matan por nosotros. Tenemos un maravilloso invento que nos lo permite. La democracia, el gobierno de la mediocridad. Es fantástico. Con este procedimiento manda el mejor postor, el más interesado, el que mejor vende. No nos tenemos que preocupar, porque con este sistema todo irá siempre bien
Tenemos los medios de información para facilitar la desinformación y dar una apariencia de justicia a las masacres. Se puede matar, matar y matar con total impunidad. Se puede morir, quitar la vida, destruir, acabar con pueblos enteros, destrozar… pues porque nos interesa la madera, o el petróleo, o parecer amigos de alguien, o entretener, en un alarde malabar, la mirada del público en un punto y hacer algún desfalco en otro lado, o sencillamente practicar y usar armas, que para eso están
Claro que sin usar palabras tan fuertes. Somos finos y delicados y no podemos escucharlas sin rubor. Es más elegante hablar de conflictos de baja intensidad, limpiezas étnicas, daños colaterales o trágicos errores. Impone más y le da seriedad a la cosa
Somos asesinos y esto es una farsa, queridos. Pero hay que hacer un poco la vista gorda. No podemos ir matando descaradamente. No sería un arte. Hay que encontrar razones y argumentos, darle un sentido a las matanzas. También tenemos nuestro corazoncito y no podemos hacerlo de cualquier manera, ha de ser justificado, ha de haber un malo. Si no, no tiene gracia. Asesinos sí, señora, pero educados. Cómo le vamos a enseñar a nuestros hijos, si no es con un poquito de hipocresía…?
Por otra parte estamos en un momento especialmente cobarde lleno de rajados y maniáticos puretas que protestan y se rasgan las vestiduras. Necesitamos más que nunca lavarnos las manos con tranquilidad, mientras escuchamos los cuarenta principales y seguimos, eso sí, con preocupación, los avatares del Barça, cómo está el tobillito de Guardiola, pobre, o la rodilla del gemelo holandés
Y mira que hay algunos que no se enteran de que así es el sistema, y nosotros con él. No es preciso insistir, a estas alturas, en que nosotros somos el sistema. Son ganas de joder con la pelota! Pues claro que todos participamos de un solo corazón, del ser humano, de la vida. Y claro que la vida de este ser es lo que hacemos con ella. Qué se creen, que no lo sabemos? Por eso precisamente este odio frío y limpio nos sienta tan bien. Porque todos sabemos que esperamos en el pasillo de la muerte por el traje de madera
Sabemos que estamos solos y abandonados en este planetita tonto. Y es condición de nuestra estupidez que la evolución de la inteligencia no vaya pareja a la comprensión de la existencia y del valor de la vida. Y mucho menos al desarrollo de la conciencia. Y esto es jodido. Y lo sabemos. Pero algunos no se enteran todavía de qué va la copla
La vida no vale nada. Cuando nos paramos y sentimos y dejamos de entretenernos, no sabemos qué hacer, ni cual es el sentido de nada. Nacemos y nadie nos pide permiso, morimos y tampoco. A veces nos despistamos y amamos a alguien, craso error. Sabemos que más tarde o más temprano nos tendremos que despedir. Y nos dolerá. Cada vez que amamos, sabemos que la cagamos y tenemos que olvidar. Sólo podemos amar si olvidamos. Ahí debajo tenemos que callar las amenazas del dolor que vendrá. Sólo podemos entregarnos por partes. Además, entregar qué? si sabemos que somos una mierda. Cada vez que ganamos algo, a no ser que aumentemos nuestra inconsciencia, tenemos negado el disfrutarlo, porque sabemos que nos lo pueden quitar, o se puede estropear, o se acabará. Sólo podemos disfrutar si olvidamos. Cómo no vamos a sentir odio y rabia? Pues algunos no se enteran de lo que cuesta mantener este olvido
Gracias a dios tenemos la ignorancia. La ignorancia, de la que participamos todos, y que cuidamos con tanto mimo, nos salva. En nuestras casas estamos seguros, en nuestras ciudades, en nuestra cultura, en este paraíso virtual televisivo, en el que presenciamos lo mal que está un mundo que nos ha de ser ajeno completamente. Vivimos a través del cine, la tele y el periódico y ahora nos comunicamos por internet y los móviles. Entre película y película, podemos confundir, gracias a dios, qué es película y qué es realidad. Así ha de ser. Tenemos que endurecer nuestras almas. Masacres de indecible crueldad, éxodos masivos de naciones enteras, niños agonizantes, mujeres rotas, hombres perdidos atravesados de odio y pánico… pues, como nosotros. Es necesario que sea así. Ya bastante nos afecta la muerte de un ser querido, como para que nos importe la muerte de alguien que no conocemos
Gila dio un ejemplo el otro día muy bonito. En ese maravilloso programa de risas y estrellas, que ayuda tanto a soñar, después de su cínica escena sobre la guerra telefónica, y el divertido cotilleo sobre tanques y cohetes, se puso serio y declaró su sentimiento sobre las guerras. Relató el combate de boxeo de una película de Jodorowsky, en la que los dos púgiles se golpean con guantes de alambre de espino hasta que caen muertos; alguien pregunta por el que ganó y un juez responde: el que cayó último… Sabemos que nos pasará a nosotros. Mientras seamos amigos de los americanos ganaremos todas las guerras… El que cae último, cae mejor, Entiendes?
Claro, lo de Kosovo es que nos queda muy cerca, y esos algunos que no se enteran, se ponen nerviosos. Qué tontería. La expoliación y el exterminio de los indígenas de la selva americana o de las selvas de Indonesia, no molesta a nadie. Lo que pasó en Chile o en Chiapas o Argentina o Etiopía… Las matanzas de Uganda o de Argelia, la catástrofe del Golfo o aquellos miles de desgraciados pakistaníes, o la expulsión de los tibetanos de su tierra, o la lenta agonía de Rusia, o tantos otros desastres… No molestan a nadie… Claro que tuvimos que comentar que hay que ver como está el mundo y eso, pero seguimos tan campantes arropados por la suave idiotez de nuestras chorradas cotidianas. Así ha de ser
Estamos en guerra. Siempre estamos en guerra. Y delegamos en nuestro amigo Solana o Clinton o Milosevic, para que decidan apretar botones y maten por nosotros. Para eso están. Queremos matar gente y tenemos ejércitos y fabricamos armas y pagamos lo que haga falta para que así sea
Nosotros también morimos un poco cada día y no es para tanto. Ya procuramos fumar lo suficiente para tener nuestro cancercito. Ya comemos suficientemente mal. Ya bebemos el alcohol necesario para castigar bien nuestro organismo. Ya procuramos suicidarnos unos cuantos cada fin de semana en la carretera. Ya vivimos suficientemente desconectados en esta fiesta gris de la mediocridad, anestesiados, inmunizados, agilipollados, dormidos, muertos, más muertos que los que salen en la pantalla. Y no es para tanto. En realidad, cuando estamos asomados al telediario, mientras cenamos tranquilos, somos una pandilla de muertos asistiendo a una lenta y mutua ejecución… No es para tanto
Es sencillo. Es así de sencillo. Quien quiera justificar algo que se lo explique a su espejito de tocador. Esto es así. Esto es así fuera y es así dentro. Vivimos a pesar nuestro. Como dice Morente “vivimos de puro milagro”. No sabemos qué nos mueve a hacer lo que hacemos, desde que se inventó el chollo del inconsciente, tenemos permiso para la impunidad. Tenemos permiso para no saber nada de nosotros. Hemos perdido el contacto con nuestra esencia y todas las revistas de terapias alternativas hablan de ello. Por eso relajémonos, meditemos, saquemos nuestro artista interior y expresémonos, investiguemos la biorregulación espiritual y las vidas pasadas y las músicas chamánicas, lo que se tercie… Así conseguiremos una bonita mirada al horizonte y no nos engancharemos con nada, nuestro ego reposará confortablemente en un lecho de místico desapego. Y seremos, como vaticinaba el maestro Gurdjieff, unos perfectos e inodoros sepulcros blanqueados
Mientras tanto hacemos lo que podemos. Sólo somos asesinos, no? pues ya!
Ramón Ballester. Artículo publicado en “conciencia sin fronteras” nº 7 el año 1999