Son las 10 de la mañana, estoy viendo un gran árbol desde mi ventana, los niños se lo están pasando pipa colocando los adornos navideños.
Esta noche volveré a mirar, seguro que ya estará terminado.
Son las 8 de la noche, el árbol está repleto de adornos y regalos,la ventana sigue abierta, tengo suerte voy a disfrutar viendo como transcurre esa cena de Nochebuena.
Vivo solo, y me entretiene ver trocitos de la vida de los demás.
La mesa está preparada, los niños arregladitos y sentados, los abuelos en la cabecera uno a cada lado... quedan dos sillas libres, transcurre el tiempo y no las ocupa nadie.
Mi curiosidad puede más que mi cansancio,sigo en la ventana una hora más...los niños quietecitos y sentados, los abuelos en su sitio, las sillas siguen sin ocuparse... y yo no puedo más, ¿dónde está ella?¿por qué no sale ya?¿por qué no se mueven los niños? esta tarde estaban llenos de actividad.
Hago un esfuerzo, me siento en mi silla de ruedas y voy a visitar a mis vecinos, les desearé feliz Navidad y de paso me entero de lo que ocurre.
¡Ring, ring!
Abre ella, ¡preciosa!, quitándose el delantal.
¡Holaaaa! Te estábamos esperando querido, pasa, pasa…
¿¿?? Dudo.
Toma esta copita de champán.
Está buenísimo...
La cena estará enseguida amor...
Me quería ir, pero algo me impedía moverme...ya.
Mirad queridos, por fin tenemos un papá...
Son las 10 de la noche ya...
Ella corrió las cortinas y yo no salí de allí jamás.
Texto: Mari Huertas López