Hablemos de Songs of Love and Hate de Leonard Cohen por su 50 aniversario …
“I stepped into an avalanche, it covered up my soul”
Se cumplen 50 años de uno de los discos más oscuros y consistentes de la fabulosa carrera de Leonard Cohen. Songs of love and hate, publicado en marzo de 1971, es el tercer álbum del genio de Montreal. Un trabajo deslumbrante y solemne lleno de emociones e intensidad, que reflejaba la honda trama vital de un músico que llevaba su poesía a cotas de clásico de la literatura moderna.
“Blues europeo”: esa fue la definición de Cohen para Songs of love and hate. Viendo su portada, con el semblante sonriente del cantautor emergiendo de un fondo negro, podría parecer que se tratara de otra cosa. Pero desde las primeras notas el oyente tiene la certeza de que ha caído en un pozo sin luz del que no puede escapar, que ha sido cubierto por completo por una “avalancha”. La imagen de portada es lo único engañoso que vamos a encontrar en Canciones de amor y odioUn título que, como otros de su discografía, contiene mucho más de lo que en apariencia expresa. Cohen exprime hasta la última gota todas las vertientes acodadas en esas dos palabras, fundiendo en ocasiones tanto su significado con el jugo de su lírica que parece haya deseado erigirse como trovador oficial del dicho popular que reza “del amor al odio solo hay un paso”.
I STEPPED INTO AN AVALANCHE
Tras el éxito de sus dos primeros álbumes Songs of Leonard Cohen (1967) y Songs from a room (1969), y una exitosa gira en la que se incluyó el mítico concierto realizado en la Isla de Wight (1970), Cohen se puso manos a la obra con el que sería su tercer disco. CBS estaba apostando fuerte por el canadiense, en detrimento de un Bob Dylan que se empeñaba en entregar a la discográfica experimentos como Nashville skyline (1969) o Self portrait (1970).
Al acabar la gira, un Cohenexhausto volvió a su cabaña de Tennessee junto a Suzanne (Elrod), que no paraba de menospreciar su trabajo y le hostigaba con exigencias sobre una vida de seguridad material, erosionando la relación con “el veneno de la dependencia y el amor como una prisión”. Desde allí, el hastiado músico prepararía la grabación en Nashville junto al productor Bob Johnston. Es ese el momento en el que todo empezó a desmoronarse a su alrededor:
“mi espíritu, mis objetivos, mi voluntad. No dejaba de pensar en las opiniones negativas que había suscitado mi voz y empecé a odiarla”.
El Melody maker sentenciaba que Cohen era “un viejo pelmazo que debería volver a Canadá, de donde no debería haber salido nunca”. Cohen añade: “el sufrimiento me había llevado donde estaba y el sufrimiento me había hecho revelarme contra mi propia debilidad. Fue así como caí de nuevo en una profunda depresión”
La presión de la discográfica, el ambiente opresivo de un hogar junto a Suzanne y un éxito que se le hacía indigesto le hizo recaer en las drogas, diluyendo todas sus angustias en LSD, Mantrax o cocaína.
“Vi que el disco entraba en el mundo y era aceptado. Pero mis problemas personales eran tales que no me permitían evaluar mi vida o mi éxito. (..) Se puede pensar que el éxito ayuda a resolver los problemas personales, pero en mi caso no fue así. Mi calidad de vida decayó bruscamente en el momento que empecé a ganar dinero y a ser famoso”
Tras la grabación cayó en picado e ingresó en el monasterio de Mount Baldy, donde el que sería uno de sus grandes amigos, el maestro Roshi (a quien dedica infinidad de versos y poemas) le enseñó las bondades de la meditación y el ayuno.
DID YOU EVER GO CLEAR?
El disco comenzó a grabarse en septiembre. No satisfecho con el resultado, Cohen, en un alarde de instinto musical, viajó hasta Londres para fichar a Paul Buckmaster, el hombre que había realizado los dramáticos arreglos de cuerda para el “Space Oddity” de David Bowie. La elección no pudo ser más acertada.
¿El resultado? Ocho colosos profundos y potentes como las fauces de una noche homérica. La sobria producción de Bob Johnston, enmarcada en un sonido limpio y escrupuloso, da vigencia a la voz del canadiense, que nunca había sonado tan cruda e insondable, y que, junto a su guitarra, se encargan de transmitir la alta poesía que Cohen factura en cada canción. El resto de instrumentos y los añadidos orquestales funcionan sabiamente imprimiendo toques de agudeza emocional.
El álbum abre con la demoledora “Avalanche”, una de las canciones preferidas de Nick Cave y de quien suscribe, con una de las mejores letras que el músico haya firmado nunca, y que ya formaba parte del poemario Parásitos del paraíso (1966). Es el tipo de veneno y de versos cáusticos que solo pueden proceder de alguien que se ha entregado profundamente al amor y ha salido escaldado, llegando al desprecio como en "Dress rehearsal rag": “solo la canto en momentos de extrema alegría, cuando se que el paisaje podrá soportar el desespero que voy a proyectar en él”
El amor físico y las referencias bíblicas en “Last year´s man” -que costó cinco años de trabajo-, contrasta con el amor espiritual de “Joan of Arc”, dedicada a su inalcanzable Nico, a quien había dedicado varios poemas, sin ser jamás correspondido, sin ningún éxito para sus anhelos sexuales.
“Love calls you by your name” es la perfecta antesala de la futura “There ain´t no cure for love” y la pareja “Diamonds in the mind” / “Sing Anotehr song, Boys” actúan como contrafuertes a tanta negritud tonal.
Sin embargo, el buque insignia de Canciones de amor y odio es, sin duda alguna, la melancólica “Famous blue raincoat”. Esta canción no solo ha vencido más suicidios que todas las fuerzas armadas de la psicología clínica universal (OK, también alguno ha caído con ella puesta), sino que constituye uno de los legados más sólidos y difundidos de Leonard Cohen. Buena muestra de ello es la cantidad de versiones e incluso poemas dedicados a sus 5 minutos duración. Una bellísima pieza, inigualable, imperecedera, que alza el disco a categoría de obra maestra.
Las críticas y reseñas no fueron tan positivas. La Rolling Stone no tuvo buenas críticas para el disco, que lo tachó de deprimente, e incluso se llegó a tildar al músico de “el depresivo no químico más poderoso del mundo”, reprendiéndolo por no incluir “una hoja de afeitar en el disco para que el oyente pueda suicidarse”.
Songs of Love and Hate, o “la melancolía del suicidio”, como el escritor Víctor Claudín lo definió, capturó al Cohen más intenso que posiblemente hayamos tenido nunca, con unas composiciones y unas letras que convierten este álbum, quizá, en su mejor trabajo.
“Sinceramente, creo que solo he arañado la superficie de la emoción en la música. (…) La voz de Songs of love and hate es sincera. Se ha criticado mucho esa voz por ser deprimente ¡pero es que estaba deprimido! Y creo sinceramente que la próxima categoría de esclavos que surgirá será la de los que tiene depresión. Creo que es una circunscripción real y universal que trasciende fronteras y culturas, y que los deprimidos serán los próximos en sublevarse. La gran sublevación, quizá la que estamos esperando, se producirá cuando los deprimidos se subleven. (…) De alguna manera yo insinúo esa posición.”
Sincerely L Cohen
LETRAS
Las letras de Songs of love and hateestán entre lo mejor de lo cosechado por Cohen. Incluimos aquí una cuidada selecciónde versos traducidos al español de cada uno de sus ocho extraordinarios temas.