Como habéis podido ver a través de mis redes sociales, la semana pasada recibí un lote de Caldos Aneto, compuesto por dos de sus variedades: de carne y de cebolla de cultivo ecológico. En otras ocasiones ya os he comentado lo mucho que me gustan los caldos de esta marca. Son mucho más densos que los que he probado de otras marcas y, los que a mi entender, más se parecen a los que hace mi madre. Son mis preferidos, de verdad.
En esta ocasión, en cuanto abrí la caja, supe cuál iba a ser el destino que le daría al caldo de carne. Casi de inmediato, recordé una sopa que se cocinaba en casa cuando era una niña. Era uno de mis platos preferidos. Tal vez porque no lo comíamos muy a menudo, volver del cole y encontrarme con esta humeante sopita sobre la mesa me parecía de lo más reconfortante.
Y es que no era la clásica sopa que yo estaba acostumbrada a comer. Como -intuyo- en la mayor parte de los hogares, en el mío predominaban las de fideos y el caldo con pelota. Esta era muy distinta. Se componía de capas de distintos ingredientes. Me acuerdo de que mi madre y mi abuela solían emplear una fuente de cristal para colocar cada capa. La base la conformaban rebanadas de pan; sobre éstas, se extendía una poca cantidad de salsa de tomate frito -casero o de bote, dependiendo de lo que en ese momento hubiera por casa-; sobre el tomate, cebolla sofrita; y, en la cima, patatas fritas. Todo esto, se regaba con el caldo que hubiera en ese momento. Se trataba de una receta de aprovechamiento, con lo que el tipo de caldo cambiaba, aunque habitualmente solían prepararla con caldo de cocido o de pollo.
De su origen, no tengo ni la más remota idea. Tampoco sé nada acerca de si tiene nombre (si alguien lo sabe y me informa, se lo agradecería inmensamente). Por el momento, y fruto de una casera labor de investigación, la he bautizado como "la sopa de la tía Katy". En mi vida, no he tenido el gusto de conocer a esta buena señora, pero parece ser que mi madre y mi tío la comían cuando acudían a casa de esta mujer. Allí la aprendió a hacer mi abuela materna, quien posteriormente la comenzó a preparar en su casa para sus hijos, casi siempre con caldo de cocido.
Lo mejor de esta sopa es, además de que está muy buena, que se puede adaptar a los gustos de cada cual. De hecho, mi madre, que no es muy amiga de las sopas muy caldosas, la toma casi seca; mi abuela, por su parte, la prefiere bien caldosita. Y yo, cuando era niña, la tomaba ¡completamente seca! (Alucino... porque ahora mismo la sola idea de comer el pan tan seco, sin nada más que cebolla y patatas fritas, no me resulta muy apetecible...)
Sopa de la tía Katy (con pan, tomate, cebolleta y patatas):
- 200g de patatas, peladas y lavadas
- 1 cebolleta
- 100g de pan (unas 3-4 rebanadas por persona)
- 4 cucharadas de salsa de tomate frito
- Aceite de oliva virgen extra
- Sal
- 500mL de caldo de carne (yo, Caldo de Carne Aneto Natural)
PREPARACIÓN
- Comenzamos pelando y cortando la cebolleta en rodajas finas. Calentamos aceite de oliva en una sartén y sofreímos en ella la cebolleta. Salamos ligeramente y dejamos que se ablande y dore, durante unos 15 minutos, removiendo de vez en cuando para que se cocine por todos los lados. Retiramos del fuego y colocamos sobre papel absorbente para eliminar el exceso de grasa.
- Pelamos las patatas y las cortamos en rodajas de unos 2-3mm de grosor. Las salamos y las freímos en el mismo aceite -añadimos un poco más si lo creemos necesario-. Reservamos, igualmente, sobre papel absorbente.
- A continuación, colocamos el pan en la base de cada plato, y lo untamos con el tomate frito. Sobre el tomate, extendemos la cebolleta; y sobre ésta, repartimos las patatas fritas. Regamos con el caldo bien caliente, y servimos.
¡Un besazo!