Revista Cultura y Ocio
En el libro Grandes Enigmas, de Nigel Blundell (Círculo de lectores) se puede leer la historia titulada "Las hazañas del Jack el Saltarín o Spring Heeled Jack"; éste fue el nombre que los periódicos londinenses de la época dieron a un ser que causaba inmenso terror y miedo.
Casi cincuenta años antes de que Jack el Destripador aterrorizara a sus habitantes, otro Jack sembró el pánico en las calles del Londres decimonónico. Hablamos de Jack el Saltarín, un siniestro personaje de gran estatura y delgado cuerpo, prominente nariz, orejas puntiagudas y unos dedos extremadamente huesudos según los testigos. En cuanto a sus extraños ropajes, fueron descritos de este modo: un casco metálico y una oscura armadura cubierta por una enorme capa que, sin embargo, no llegaba a ocultar una especie de lámpara que portaba a la altura del pecho. Lo peor de todo era que tenía manos de hielo, aliento de fuego y saltaba por los tejados. Durante más de 60 años, esta espantosa criatura, que solo aparecía de noche y a la que se atribuía la capacidad de saltar por encima de altos muros o alcanzar de un salto los tejados con una facilidad sobrehumana, tuvo a Inglaterra sometida al terror.
En los primeros años de la década de 1830, las historias acerca de una espantosa demoníaca figura que daba enormes saltos se difundieron por todo el país. La opinión británica las consideraba insensatas, productos de la histeria colectiva, pero los informes sobre el monstruo continuaron llegando a Londres; provenían principalmente de personas que atravesaban Bames Comman, al sudeste de la capital británica.
En enero de 1838, la existencia del extraño ser saltarín fue oficialmente reconocida. A partir de entonces comenzaron a fluir a raudales las denuncias, formuladas por personas que hasta ese momento habían temido caer en el ridículo si informaban sobre sus encuentros con esa criatura, a la que comenzó a llamarse Jack el Saltarín.
Polly Adams, la bella hija de un granjero de Kent trabajaba en una taberna del sur de Londres, fue atacada por el monstruo a fines de 1837, mientras caminaba por Blackheath. Su atacante huyó, salvando grandes distancias mediante saltos prodigiosos. Una joven criada, Mary Stevens, sufrió también un ataque del Saltarín en Bames Cammon. Una mujer que, después de visitar a unos amigos, volvía a su casa atravesando el cementerio de Clapham, también tuvo que enfrentarse con la misteriosa criatura.
Pero entre todas las historias que se conservan, una destaca entre todas: la historia de Jane Alsoph, que junto con su padre y dos hermanas ocupaba una casa alquilada en Bearhind Lane, Bow. Una noche de febrero, Jane oyó que alguien llamaba frenéticamente a la puerta, la muchacha se apresuró a abrir y se encontró con una figura envuelta en una capa larga y negra que permanecía en la penumbra y que le dijo bruscamente: “Soy policía; por Dios, tráigame una lámpara, que hemos cogido a Jack el Saltarín en esta calle”. El corazón de Jane dio un salto; la noticia la llenó de aturdimiento y excitación. Entró corriendo a su casa, cogió una vela y se la dio a su interlocutor. Pero en lugar de hacer lo que se esperaba, el falso policía se despojó del capote y mostró su terrorífica figura: iba vestido con un casco ajustado, del que sobresalían dos cuernos, y un traje blanco ceñido. El agresor cogió a Jane por el cuello y colocó la cabeza de la muchacha baja una de sus axilas, mientras le desgarraba el vestido y palpaba su carne desnuda. La muchacha consiguió desasirse y dio gritos aterrorizados. El hombre la persiguió y le dio nuevamente caza, la aferró por los largos cabellos. Pero la hermana de Jane había oído los gritos, dio la alarma y antes de que los alarmados salvadores pudieran capturar al agresor, la extraña criatura abandonó a su presa y, con un salto increíble, se perdió en la oscuridad. Más tarde, Jane dio a las autoridades una descripción de su atacante: “Su rostro era horrible; sus ojos parecían bolas de fuego, sus manos eran grandes garras heladas y vomitaba llamas azules y blancas”.
A partir de este hecho, se organizaron pelotones de vigilantes voluntarios, se ofrecieron recompensas; la policía se esforzó en vano por descubrir el paradero del monstruo. Durante los siguientes años, las “hazañas” de Jack el Saltarín se extendieron por todo el país. Las denuncias sobre sus ataques provenían tanto de los barrios bajos de Londres como de aldeas remotas. Jack el Saltarín anduvo dando saltos por todo el país y el ejército tuvo que tomarse el caso en serio y organizar un plan para atraparlo. Nunca lo consiguieron.
La última vez que alguien vio la diabólica cara de Jack fue en 1904, en Liverpool. El extraño ser, después de aterrorizar a los pobladores del área de Everton, desapareció para siempre. El misterio de Jack el Saltarín permanece todavía sin explicación.
La imagen es una de las muchas aparecidas en los antiguos penny dreadfuls, representando uno de los ataques de la extraña criatura.