La película escrita y dirigida por Sylvie Verheyde narra la cotidianeidad de una adolescente parisina que, dadas sus circunstancias personales, se ve inmersa en una crisis existencial después de cambiar de colegio. Se trata de un relato personal e intimista, basado en la propia adolescencia de su directora, y que cuenta su historia a través de las reflexiones internas de la pequeña Stella. Con una Léora Barbara (Stella) frágil e insegura a la par que entrañable y encantadora, no es de extrañar que como espectadora, sea fácil e inevitable hacerse partícipe del drama enseguida.
Ambientada en el París de los años 70, y a través de la historia de su protagonista, se dejan ver las dos caras de una misma realidad. Por un lado, una Karole Rocher muy sexy y unBenjamin Biolay con cierto aire a Benicio del Toro, dan vida a los padres de Stella que, junto con Guillaume Depardieu, entre otros, representan la cara humilde, mundana y grotesca del pastel. Mientras que del lado de la guinda y la nata montada se puede ver el costumbrismo de las clases más ricas, de dónde provienen sus nuevos compañeros de clase, representados por el personaje de Gladys, única amiga de Stella.
Stella es una niña de 11 años alegre y con una gran vida interior, que al cambiar de colegio se ve desbancada del trono de princesa del bar de sus padres para toparse de bruces con el pupitre de un colegio en el que le cuesta encontrar su sitio. Allí no sirve de nada ser una crack en el Póker o saber los trucos del Pin Ball, si nunca has oído hablar de Balzac o no sabes deletrear palabras de más de diez letras. Además, tendrá que enfrentarse a su primera fiesta, aún sin ser invitada, y a su primer amor.
A veces ver el tráiler de una película puede llevar a crearnos falsas expectativas. En ningún caso hablo de decepción con Stella, simplemente, salí del cine con un sabor un tanto agridulce, porque si bien no esperaba un guión de Disney, quizá las lentejuelas y los colores brillantes de la cabecera me hicieron creer que en algún momento la estela gris tomaría un poco de color y la pequeña deslumbraría a todos con su movimiento de caderas. Aún así, un final feliz con moraleja incluida.
SARA SÁNCHEZ