Hace varios años, en pleno surgimiento de los ordenadores personales y su aparición en todas y cada una de las casas, pensé que algún día, todo lo que hoy damos por supuesto y aquellos nombres que conocíamos de sobra relacionados con el mundo de la informática y las nuevas tecnologías (Bill Gates, Steve Jobs, Google y, más recientemente, Mark Zucherberg) pasarían a formar parte de la Historia, con mayúsculas, y que su vida, obra y contribuciones en los distintos campos serían estudiados en las escuelas de todo el mundo. Pues bien, ese momento ha llegado, y además de películas como “The Social Network”, hemos tenido que presenciar la marcha de Steve Jobs tras una larga lucha contra el cáncer, justo en el momento de mayor explosión creativa de su compañía, a los cincuenta y seis años de edad. Justo un mes tras su muerte, y en una operación que da una muestra más de su intención por controlarlo todo, ya hemos incluso podido leer su biografía, que él mismo se preparó de planificar en sus últimos años y cuya salida al mercado se adelantó tras su fallecimiento.
Al contrario de lo que pueda hacer, este mastodonte de setecientas páginas no se trata de un libro “por encargo”, ni una biografía autorizada por Jobs ni por gente de su entorno. De hecho, se trata de un relato objetivo donde muestra todas las luces y sombras posibles de un hombre que combinó arte con tecnología para formar una revolución en la música, las computadoras, la estética, las fotografías y el cine.
El libro ha recopilado una gran variedad de entrevistas, desde las realizadas al propio Jobs, pasando por familiares, amigos, socios y enemigos profesionales de la talla de Bill Gates, una figura muy a tener en cuenta en la vida del creador de Apple. Desde el comienzo, nos deja claro que el hecho de haber sido abandonado al nacer fue un factor determinante en la vida de un hombre obsesivo con el control y el diseño, que pensaba en sistemas binarios al no tener más que dos categorías para cada proyecto “cojonudo” o “puta mierda”, y cuya imaginación y obsesión por los detalles podría resultar fascinante siempre y cuando no tuvieras que trabajar para él.
Ahora mismo, si estás leyendo esto, es gracias a sus logros y al trabajo que su equipo desarrolló (y que también robó y copió) en una espiral donde los nombres de Microsoft, IBM y Google se entrelazan formando una maraña de datos a veces un poco difícil de entender para todo aquel que no esté familiarizado con el ámbito. A pesar de ello, no podemos perdernos cuando la biografía se centra en su personalidad, como sus experiencias con el LSD, los gurús espirituales, las dietas y los ayunos seguidos con una ferocidad visceral y que llegaron incluso a cambiar el color de su piel… a ratos y a cachos, Steve Jobs parece un genio, pero es indiscutible que estaba como una regadera. Por muy increíbles que nos parezcan sus grandes dotes para el diseño y para la consecución de objetivos, el libro no escatima esfuerzos para presentárnoslo como un “auténtico gilipollas” capaz de mentir a su mejor amigo y de decir lo que pensaba sin importarle herir los sentimiento o humillar a sus empleados en público. Sin embargo, también se nos muestra como un hombre sensible que rompía a llorar catorce veces al día y que de pronto se veía sorprendido por un arrebato de vitalidad que te impulsaba a ir más allá y a trabajar persiguiendo un ideal imposible que acababa por materializarse.
La suya fue una vida marcada por los pulsos a otras empresas, y sus discusiones con Bill Gates son quizá lo que más me ha gustado del libro. Ves a esos dos tipos, tan diferentes entre ellos, y no puedes dejar de pensar que Gates sigue siendo un Nerd de instituto aunque ya tenga sesenta años, mientras que Jobs parecía más un artista avinagrado que un gran hombre de negocios.
Otro detalle interesante del libro es todo lo que se centra en su “otra empresa”, el estudio de animación Pixar que logró levantar y convertirlo en el mejor de su especialidad y una muestra de hasta dónde podía llegar con sus ganas, energía y ayudado por lo que sus conocidos denominaban “campo de distorsión de la realidad”, donde podía mostrarse encantador y camelarte aunque acudieras con reservas. Conocemos un poco de la creación de Toy Story, de la crisis de Disney al ver que las ideas del estudio de Mickey Mouse no lograban remontar el vuelo, de la disputa entre “Bichos” y “Antz” (a todos nos pareció raro que sacasen dos películas con la misma temática al mismo tiempo) y cómo lograron evitar que Woody, Buzz y todos los personajes de Pixar acabasen prostituyéndose en secuelas sacadas directamente al mercado en DVD. Cualquier aficionado al cine debería leerse el libro sólo por conocer algo más de la historia del mejor estudio de animación del mundo.
Pero también, como parece lógico, conforme avanzamos hacia el final tenemos la oportunidad de echarle un vistazo al ser humano que había detrás de la figura mesiánica que presentaba sus productos y se comportaba como un revolucionario con alma de Hacker informático y cuenta bancaria de macroempresario. Sus ideas acerca de la medicina sirven la polémica al insinuar que, de no haber sido por haberse negado durante nueve meses a ser operado de un tumor en el páncreas, a día de hoy podría seguir vivo, pero también muestra que gran parte de su comportamiento arrogante e inmisericorde podría tener una explicación patológica, como queda claro en escenas como en la que, tras intentar anestesiarle con una mascarilla, se la quitó del rostro argumentando que era una mierda y que necesitaba cinco modelos diferentes para elegir la mejor, a la vez que insinuaba que el medidor de su frecuencia cardíaca tenía unos bordes burdos y un diseño espantoso.
“Steve Jobs”, un libro que desde su misma portada rinde homenaje al minimalismo y al estilo zen del hombre que creó el Iphone, el Ipad, el Macintosh y que creó un nuevo concepto de empresa controlando desde la fabricación hasta las tiendas en las que se vendían sus productos, podría haber sido una visión edulcorada de un hombre único y a veces incomprensible, pero encuentra un lugar neutro desde el que contarnos las cosas como realmente ocurrieron, por mucho que, en ocasiones, Jobs se empeñe en hacernos creer lo contrario. Un libro muy interesante y humano acerca de un hombre excepcional y con una mala leche igual de grande que su genio.