Revista Expatriados

Su T'ungpo

Por Tiburciosamsa


Parecería que para ser un gran poeta clásico chino resultase imprescindible haberlo pasado mal, y haber fracasado profesionalmente da puntos. Tu Fu no consiguió un puesto funcionarial menor hasta los 43 años y todo para descubrir que era frustrante. Vivió pobremente, pasó hambre, sufrió de una afección pulmonar crónica y le tocó enterrar a algunos de sus hijos. Wen T’en Hsiang vio cómo su mundo se derrumbaba cuando los invasores mongoles entraron en China. No se doblegó, prefirió ser leal al mundo que había conocido. Tras tres años de cautiverio, fue ejecutado. Li Shangyin desplegó una habilidad especial para situarse siempre en el lado perdedor en las contiendas políticas. Li Yu fue un rey de la segunda mitad del siglo X. Sus composiciones eran dignas sin más. Por suerte para la poesía, perdió el trono y pasó los tres últimos años de su vida cautivo. En China no hay como sufrir, para que te salgan unos poemas de puta madre y eso fue lo que le sucedió a Li Yu. Liu Yong se pasó la vida intentando entrar en la administración y para cuando lo consiguió, le dieron un puesto tan bajo que lo abandonó al poco. Fue pobre y apenas tuvo amigos, aunque con su lengua viperina lo extraño habría sido que los tuviera.
Su T'ungpo fue un grandísimo poeta chino, o sea, que las pasó putas. Fue funcionario y como tal tuvo una gran habilidad para escoger el caballo perdedor en todas las luchas por el poder en las que se vio envuelto. Esa habilidad, por cierto, le valió exilios, ser torturado e incluso una condena a muerte de la que se libró por los pelos. Amó a tres mujeres (a veces simultáneamente) y a las tres las tuvo que enterrar.
Aun así cuando uno lee su poesía, apenas halla eco de estas desgracias. Uno puede imaginarse a Su T'ungpo, cada vez que el infortunio le golpeaba, encogiéndose de hombros y diciéndose “esto es lo que hay y mientras tengamos una jarra de vino cerca, iremos tirando.” Hay quienes atribuyen ese desapego al budismo y al taoísmo por los que se sentía atraído. Yo creo más bien que hay gente que es así, que ya desde pequeños saben que la vida es una amante voluble, que hoy te besa y mañana te da la espalda. Hay que tomar lo que te ofrece y seguir camino cuando las tornas cambian.
En 1082, tenía 45 años, estaba exiliado en una región remota, vivía en la pobreza y ya había conocido la desgracia de perder a su primera esposa. Aun así, fue capaz de escribir estos versos medio jocosos en los que se ríe un poco de sí mismo:
Tras una noche de bebida, yo, T'ungpo, medio sobrio y medio borracho. Al volver más o menos al tercer golpe del gong,Los ronquidos de mi empleado suenan como truenos.Golpeo la puerta y nadie viene.Me apoyo en mi bastón y escucho el sonido del río.
Hace mucho tiempo que detesto esta vida de la que no soy dueño.¿Cuándo podré olvidar la aburrida rutina diaria?Era tarde en la noche, la brisa era tranquila y las ondas en el río suaves.Si hubiera una pequeña barca aquí, me escaparía. Pasaría en el río y en el mar el resto de mi vida.”
Me lo imagino llegando medio pedo a casa y el criado dormilón que no le abre. En ese momento le entra el pedete lúcido y se da cuenta de que su vida es muy aburrida. El ruido del río le hace pensar en irse lejos, muy lejos de esa vida. Me imagino al poeta, después de haber soñado despierto un rato, diciéndose: “¡Ay que joderse!” y volviendo a aporrear la puerta.
El siguiente poema me encanta, porque es una descripción perfecta de una buena borrachera. La traducción es de Anne-Hélène Suárez.
En el templo del monte Jin, bebo con Liu Ziyu, me emborracho y duermo sobre la tabla de meditación del monje Bao Yue. Me despierto en plena noche y escribo esto en el muro
El mal vino es como el mal hombreCon flechas y cuchillo ataca ferozMe derrumboMi victoria consiste en no oponer resistenciaEl viejo poeta [Liu Ziyu] vocifera altisonanteLa voz del maestro ch’an es clara y suaveBorracho, nada entiendoSólo me siento deslumbrado por el rojo y el verdeAl despertar, la luna del río declinaY, en el murmullo de las hojas, cambia el silbido del vientoNo queda más que el candil del nichoLas dos eminencias han desaparecido.”
Todo está ahí: la borrachera con un vino malo, el compañero de francachela que vocifera demasiado, pero al que ya no alcanzas a comprender, las cosas que se vuelven multicolores y se ponen a girar deprisa. Y luego despertar, encontrarse solo y decirse: “Menuda me debí de coger anoche”.
En su actitud ante la vida hay mucho del desengaño sereno de los estoicos. Sé lo que hay y no me lo creo, pero tampoco me apena o me frustro. Simplemente vivo.
Mi hijo pequeño
Mi hijo pequeño no conoce la pena:Se ha agarrado a mi vestido para ponerse derecho.A punto de perder la paciencia,Cuando mi mujer regañó al niño por tonto.“Pero mi marido es más tonto que el niño”, dijo.¿por qué no te limitas a ser feliz?”Parado, avergonzado por sus palabras;Puso una copa de vino ante mí.Es mucho mejor que la esposa de Liu LingQue se enfadó con su marido por gastar en vino.”
Con todos los vaivenes que sufrió su carrera profesional, no es extraño que compusiera el siguiente poema mientras bañaba a su hijo (traducción de Anne-Hélène Suárez):
Los hombres educan a sus hijos, deseando para ellos inteligenciaMas la inteligencia echó a perder mi vidaYo quiero, para mi hijo, zafiedad y estupidezY sin cuitas, sin afán, llegará a ser ministro.”
Además de una carrera que no fue fulgurante, Su T'ungpo sufrió el dolor de la separación. Su madre murió mientras él se encontraba lejos, haciendo los exámenes imperiales. A su primera mujer, Wang Fu, a la que amó mucho, la perdió después de 9 años de matrimonio. Se vio obligado a vivir separado de su hermano Su Zhe (el único de sus cuatro hermanos que vivió más allá de los 20 años), al que estaba muy unido. El dolor por todo esto aparece en algunos de sus poemas, pero es siempre un dolor sereno.
El siguiente poema, compuesto después de haber soñado con Wang Fu, diez años después de su muerte, es uno de los más famosos de la poesía china:
En estos diez años que yo he vivido y tú has estado muerta,No hemos tenido noticias el uno del otro.Nunca he pensado en ti,pero es tan difícil olvidar.A mil millas está tu tumba solitaria,no hay lugar en el que te pueda hablar de mi tristeza y mi soledad.Incluso si nos encontrásemos, no me reconoceríaspolvo en la cara,patillas escarchadas.La pasada noche soñéque de repente volvía a casa. Junto a la ventanita enrejada,te peinabas el pelo.Nos miramos sin palabras.Sólo había mil filas de lágrimas.Espero año tras año que este dolor vuelva a mi corazón,en las noches a la luz de la lunamis pensamientos van a la colina del pino bajo [se refiere al sitio donde estaba enterrada su mujer].”  
Su T'ungpo tiene otro poema, que me gusta mucho, escrito al momento de separarse de su hermano, a sabiendas que pasaría mucho antes de que volvieran a verse, si acaso:
No he bebido, ¿por qué me siento borracho?Porque mi corazón ya se va tras las espuelas que se alejan de tu caballoDe vuelta a casa, todavía puedes pensar en nuestro padre, pero yo ¿cómo me confortaré en la soledad?Subiendo la colina, me vuelvo y miro entre las dunas. Sólo puedo ver tu sobrero negro apareciendo y desapareciendo.Está haciendo mucho frío. Me preocupa que tu ropa sea demasiado fina, mientras cabalgas solo en tu caballo escuálido, desvaneciéndote bajo la luna.”
Termino con uno de mis poemas favoritos de Su T'ungpo. Alguien capaz de escribir esto es que sabe de qué va la vida:
El hombre, al vagar por la vida, ¿cómo sabe dónde estará luego?Es como el cisne salvaje que se posa en la nieve.Sus huellas quedan marcadas en la nieve en que se posó al azar,Pero, una vez que ha remontado el vuelo, ¿importa si se fue al este o al oeste?”

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