Agosto es un mes diferente, todo se vive a la par que más intensamente más pausadamente. El tiempo pasa volando y cuando miras atrás parece que hayan pasado muchos más días que esos treinta y uno que marca el calendario.
Se combina la calma del relax con el frenesí de los desvaríos y uno no sabe cuando nos invade septiembre si llega el momento de descansar por fin de tantos excesos o de volver al duro quehacer cotidiano. Seguramente serán ambas cosas a la vez... paradójico, ¿no?
Y ese no hacer nada y quererlo hacer todo nos vuelve un poco más vulnerables a los sentimientos, las sensaciones, los estrados de ánimos.
Vamos que hay tiempo y cabida para todo.
Y hoy quiero compartir con vosotros, ¡oh, amables -y escasos- lectores! esos momentos que uno está raro, que no sabe por qué pero le da por la nostalgia, por la reflexión o por esas cosas que pueden inspirar esta maravillosa canción de Nacho Vegas
Y es en estos instantes, cuando escucho estos acordes que pagaría por poder vivir esa luz de agosto en Gijón y poder regocijarme y explayarme en mi raridad
Todo cuanto hemos pasado
se revela hoy bajo esta luz
y a la mar se va alejando
siempre que huyo me dirijo al sur.
Y mientras pueda iré anotando
actos que reviven siempre en la canción,
algo que no estuvo bien y otras cosas que se ven
a la luz de agosto en Gijón.
En diciembre las mañanas
deseaba dejar de pensar
desfilaron las semanas
días de siete en siete como una espiral.
Y el octavo mes me alcanza
y no me explico tanto ruido y confusión,
¿es la gente, es el humor; que esta en mi imaginación?
¿O es la luz de agosto en Gijón?
Era una noche vacía
vacía de todos salvo de ansiedad
esperando un nuevo día
que arrojara luz, trajera paz.
Rebuscando la alegría
persiguiéndola en cada conversación,
porque si algo ha de ocurrir, por favor que ocurra aquí
a la luz de agosto en Gijón.
Mira esa botella rota
y piensa en algo que no sea el amor
lo que estaba entre las sombras
ha ido tomando un extraño color.
Y entre algunas otras cosas
como hombre tengo que pedir perdón
por un mundo patriarcal, por la turbia claridad
de la luz de agosto en Gijón.
Tal vez en algunos años
siga vivo y lejos de aquí
y deja atrás estos veranos
en que me sentí tan infeliz.
O tal vez todo sea aún más raro
y el recuerdo implante en mi una emoción
tan intensa y radical, que incluso llegue a añorar
esta luz de agosto en Gijón.
¡Ay!, la luz de agosto en Gijón.