Vuelta de vacaciones y una vez más con la sensación de que han pasado tan rápido que casi no he tenido tiempo para disfrutar todo lo que me hubiese gustado. Esta sensación ocurre cada año, y cuando hablo con compañeros y amigos, compruebo que no soy el único al que le sucede. En vacaciones el tiempo pasa volando y cuando nos incorporamos al trabajo parece que los minutos duran algo más de 60 segundos.
Einstein fue el primero en plantearnos que el tiempo es algo mucho más raro de lo que parece. Entendemos el tiempo como algo lineal, algo que siempre avanza al ritmo que imponen los segunderos, y por supuesto, hacia delante. Además, la creencia de que el tiempo es igual para todos está bastante generalizada. Un segundo es un segundo, aquí y en Kuala Lumpur, para mí y para ti. Pero esta creencia comienza a estar en entredicho con los últimos descubrimientos de la comunidad científica.
David Eagleman, de la Facultad de medicina de Baylor, ha sido de los primeros en tratar de estudiar la subjetividad del tiempo. ¿Y cómo se puede hacer esto?, la manera que se le ocurrió al doctor Eagleman fue a través del miedo. Cuando una persona está realmente asustada todo lo que le sucede parece que va mucho más despacio. Para ello, hubo que buscar una actividad que diese mucho miedo sin que resultase peligrosa. El SCAD jumpingcumplía todos los requisitos… juzga tú mismo.
El objeto del experimento era generar el miedo suficiente como para acelerar el ritmo cerebral. Para comprobarlo, a cada participante se le puso un reloj de pulsera digital en el que los números parpadeaban a una velocidad suficiente como para que fuesen borrosos. De esta manera, se podrían equiparar la velocidad cerebral con la de los parpadeos de los dígitos del reloj, haciendo así posible su lectura.
Tras el salto, todos los participantes reconocían haber tenido la sensación de ralentización temporal, de hecho, todos estimaban el tiempo de caída muy por encima del tiempo real. Los detalles que recordaban, tanto en la plataforma como en el suelo, eran muy nítidos para todos ellos. Todo lo sucedido: sensaciones, objetos, sonidos, imágenes… pasaron a la memoria con un nivel de detalle mayor de lo normal. Pero una vez en el suelo, ninguno de los participantes fue capaz de ver con claridad los números del reloj.
Como concluyó David Eagleman, lo ocurrido durante la caída nada tiene que ver con un efecto de cámara lenta. La mente humana funciona como una criba. Si caminas por una calle repleta de gente, es poco probable que todas las caras, detalles y estímulos con los que te cruzas pasen a formar parte de tus recuerdos. Ahora bien, si de repente, un coche se dirige hacia ti a toda velocidad con el riesgo de atropellarte, tu mente empieza a tomar nota de todos los detalles, de manera que hasta el más mínimo matiz pasa a tu memoria de forma automática.
De este experimento, y otros hechos por el mismo laboratorio, se concluye que el tiempo y la memoria están totalmente entrelazados. Cuando una persona recuerda más, es capaz de alargar el tiempo.
Según las conclusiones de este estudio, si queremos hacer nuestras vacaciones más duraderas tendremos que olvidarnos de siestas, de levantarse tarde,... en definitiva, de hacer pocas cosas. Además, tendremos que estar pendientes de los detalles y del día a día para poder incorporar la mayor cantidad posible de fragmentos a nuestra memoria. De lo contrario, cuando nos incorporemos a nuestros quehaceres diarios tendremos la sensación de que ha pasado poco tiempo. Este efecto se hace mayor al verse seguido por la incorporación al trabajo, un tiempo donde la cabeza tiene que estar más pendiente de detalles, de datos, de conversaciones... todo ello hace que el tiempo de trabajo parezca mucho más largo que el tiempo de vacaciones.
Mis vacaciones me han parecido cortas, pero sabes qué te digo, que quizás esa sea la característica de las vacaciones. Tiempo de olvidar, de desconectar, de descansar.... David Eagleman me ha dejado claro que las estoy bien utilizando. Ahora toca volver alargar minutos....