Revista Sociedad
El tipo de la fotografía no es Superman, aunque en su infantilismo mental imite el gesto del superhéroe de ficción. También él es un personaje casi de ficción, pero a diferencia de Superman carece de toda credibilidad como héroe. En realidad, el tipo de la foto es un pobre diablo agobiado por el narcisismo y una vida fracasada, que ha tenido que rumiar la manera de salir en las noticias de televisión de todo el mundo como modo de reparar un ego herido desde la infancia por la indiferencia general hacia su persona.
El tipo de la foto se llama Anders Breivik, tiene 33 inútiles años de edad, y un tribunal noruego acaba de condenarle a 21 años de cárcel por asesinar a 77 personas entre Oslo y la isla de Ultoya el verano pasado. Lo hizo según él para reivindicar la superioridad de la raza blanca y dar una "llamada de atención" ante la presunta invasión del Edén europeo por las que considera razas inferiores. ¿Les suena la letra? Seguro que sí. Corresponde a la ideología nazi, la que el mamarracho de la fotografía dice profesar desde hace años. Aunque al parecer leer sus parrafadas en Internet le resultaría indigesto incluso a Joseph Goebbels, dado lo indocumentado y confuso de las llamémosles opiniones que expresa el zoquete rubiales.
La duda con este Superman de pega estaba al parecer entre si le declaraban loco y lo encerraban de por vida en un psiquiátrico, o cuerdo, como finalmente ha sido encontrado, y en ese caso le correspondía la mayor pena de cárcel en Noruega, 21 años de reclusión. Es decir, Andreas Breivik estará de nuevo en la calle cuando tenga 54 años; tendrá por delante pues dos o tres décadas para intentar hazañas semejantes a la del año pasado. Habría que intentar evitarlo.
Y aquí es donde se plantea la duda, sobre todo a quienes somos contrarios a la pena de muerte: ¿Qué hacer con esta alimaña?. Lo que pide el cuerpo es naturalmente colgarlo lo antes posible de una horca, como se hizo con sus admirados mentores ideológicos en Nuremberg, o pedirle a sus compañeros de prisión que le corten el cuello en cuanto tengan ocasión. También hay el método que aplicó el Ejército Rojo tras liberar el campo de exterminio de Auschwitz: encerrar maniatados a los miembros de las SS capturados tras las alambradas del campo, dejándolos a merced de los supervivientes armados con palos y hierros; la isla de Ultoya sería un buen lugar para repetirlo, el asesino tendría las mismas posibilidades de escapar que él ofreció a sus víctimas. De todos modos, cualquiera de ellas son muertes que seguramente Breivik ansía: una muerte que le libere de su inanidad y le convierta en mártir del nazismo europeo. No merece ese regalo, por tanto.
Anders Breivik es un nazi de pacotilla, un castrado mental asustado por un mundo que no entiende y que prescindió de él hace muchos años. La muerte que merece debe dársela él mismo, cuando se convenza de que tras su desaparición la Tierra seguirá girando y el sol saliendo cada día tras el horizonte. El verdadero castigo de Breivik llegará cuando se de cuenta de que su "sacrificio" no ha servido absolutamente para nada. Espero que cuando llegue ese día él mismo se cuelgue de una soga lo más recia posible, en la cárcel o donde quiere que esté entonces.