Les comparto algunos fragmentos de “un argumento sobre la belleza” de Susan Sontag.
1. La permanencia, sin embargo, no es uno de los atributos más evidentes de la belleza; y su contemplación —cuando es experta— puede estar entreverada en el pathos, tema que Shakespeare aborda en muchos de sus sonetos. Las celebraciones tradicionales de la belleza en el Japón, como el rito anual de contemplar los cerezos en flor, son sutilmente elegiacas; la belleza más conmovedora es la más evanescente. Hacer de la belleza algo en cierto modo perdurable ha requerido de un buen número de transposiciones y de remiendos conceptuales. La idea resultaba sencillamente demasiado atractiva, demasiado poderosa, como para ser malbaratada en loas a formas superiores. Había que multiplicar la idea, permitir que hubiera tipos de belleza, belleza con adjetivos, organizada en una ascendente escala de valores y de incorruptibilidad, donde los usos metaforizados (“belleza intelectual”, “belleza espiritual”) tuvieran prioridad sobre lo que el lenguaje ordinario alaba como bello —lo que proporciona un gozo a los sentidos.
2. La eliminación de la noción de belleza como criterio para juzgar el arte no necesariamente es indicio de que la autoridad de la belleza ha disminuido. Es más bien un testimonio del descrédito en que ha caído la idea de que existe algo llamado arte.
3.Aún cuando la belleza era un criterio de valor incuestionable en las artes, se la definía sesgadamente por medio de la evocación de alguna otra cualidad considerada la esencia o lo sine qua non de algo bello. Una definición de lo bello no era, así, más que (o menos que) un elogio de lo bello. Cuando Lessing, por ejemplo, comparaba la belleza con la armonía, estaba ofreciendo otra idea general de lo que es excelente o deseable.
A falta de una definición en sentido estricto, se suponía que había una capacidad o un medio para registrar la belleza (es decir, el valor) en el arte, llamado “gusto”, y un canon de obras escogido por gente de “buen gusto”, buscadores de gratificaciones sutiles, conocedores adeptos. Ya que en el arte, a diferencia de la vida, no se consideraba que la belleza fuera necesariamente visible, evidente, obvia.
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A medida que la postura relativista en los asuntos culturales hacía una mayor presión sobre los viejos avalúos, las definiciones de belleza —las descripciones de su esencia— se fueron volviendo más vacías. La belleza ya no podía ser algo tan positivo como la armonía. Para Valéry, la naturaleza de la belleza es que no puede ser definida; la belleza es precisamente “lo inefable”.
4. La acción más enérgica y exitosa contra la belleza provenía del arte: la belleza, y el interés por la belleza, eran restrictivos; o, como la lengua corriente sugiere, “elitistas”. Nuestros elogios podían volverse, así, mucho más inclusivos si, en lugar de decir que algo era bello, decíamos que era “interesante”.
Por supuesto, cuando la gente decía que una obra de arte era interesante, no significaba necesariamente que le gustara. (Mucho menos que le pareciera bella.) Generalmente sólo quería decir que pensaba que debía gustarle. O que le gustaba, en cierto modo, aunque no fuera bella.
5. ¿Qué es interesante? En la mayoría de los casos, algo que no se había visto antes como bello (o bueno).
6. La belleza puede ilustrar un ideal; una perfección. O, a causa de su identificación con las mujeres (o más exactamente, La Mujer), puede desencadenar la ambivalencia usual que proviene de la antiquísima denigración de lo femenino. Mucho del descrédito de la belleza debe ser entendido como resultado de su inflexión de género. La misoginia puede estar, igualmente, en la raíz de la necesidad de metaforizar la belleza —para sacarla del entorno de lo “meramente” femenino, lo poco serio, lo engañoso. Ya que si las mujeres son adoradas porque son bellas, se condesciende con ellas por su preocupación de mantenerse o volverse bellas. La belleza es teatral, es para ser mirada y admirada; y la palabra puede aludir tanto a la industria de la belleza (salones de belleza, productos de belleza, tratamientos de belleza), como a las bellezas del arte y de la naturaleza. ¿Cómo explicar, si no, la asociación de la belleza —por ejemplo, en las mujeres— con la estupidez? Estar preocupado por la belleza propia es arriesgarse a sufrir los embates del narcisismo y la frivolidad. Considérense otras variantes de lo “bello”, comenzando por lo “lindo” y lo meramente “bonito”, urgidas ambas de una tonalidad viril.
7. La perenne tendencia a hacer de la belleza un concepto binario, a dividirlo en belleza “interna” y “externa”, “elevada” e “inferior”, es la manera usual de colonizar los juicios sobre lo bello en tanto juicios morales. Desde un punto de vista nietzscheano (o wildeano), esto puede ser inapropiado, pero para mí es ineludible. La sabiduría que llega a alcanzarse a través de una relación profunda, establecida a lo largo de la vida, con lo estético no puede ser reproducida, me atrevo a decir, por ningún otro modo de autenticidad.
8. La belleza del arte es mejor, “más elevada” —de acuerdo con Hegel— que la belleza de la naturaleza, puesto que está hecha por seres humanos y es la creación del espíritu. Pero discernir la belleza en la naturaleza es también el resultado de la cultura y de las tradiciones de la conciencia —en el lenguaje de Hegel: del espíritu.
Las respuestas a la belleza en el arte y a la belleza en la naturaleza son interdependientes. El arte hace mucho más que enseñarnos lo que debemos apreciar en la naturaleza, como indicaba Wilde. (Él estaba pensando en la poesía y en la pintura. Hoy en día los estándares de belleza en la naturaleza están ampliamente fijados por la fotografía.) Lo que es bello nos recuerda la naturaleza como tal —aquello que está más allá de lo humano y lo fabricado—, y por lo mismo estimula y profundiza nuestro sentido de la cabal extensión y plenitud de la realidad, tanto palpitante como inanimada, que nos circunda.
Un feliz derivado de esta indagación, si de indagación se trata, sería: La belleza recupera su solidez y su carácter ineludible como juicio necesario para darle sentido a una vasta porción de nuestras energías, de aquello que admiramos, de nuestras afinidades; y las nociones usurpadoras dejan, así, translucir su absurdo. Imagínese comentando: “Esa puesta de sol es interesante.”
fuente: Sontag, an argument about beauty.
Traducción de Caro Bracho en letras libres.