
En la segunda mitad del siglo XIV, cuando al budismo le quedaban menos de doscientos años de vida en Java, Mpu Tantular escribió “Sutasoma”, un poema de inspiración budista tántrica escrito en una forma poética denominada kakawin. Los expertos dicen que es uno de los mejores que jamás se compusieron en dicha forma. La historia que cuenta el poema es la siguiente:El rey Mahaketu de Hastina desea tener un hijo que pueda derrotar la amenaza creciente de las fuerzas demoniacas en el mundo. Gracias a las prácticas yóguicas (y me imagino que a algún que otro casquete), obtiene que el Buda Wairocana se encarne en el hijo que va a engendrar, Sutasoma. Sutasoma nace y es el epítome de todas las virtudes. El rey no ve el momento de que se case, le dé nietos (en esto se parece a todos los padres) y derrote a las fuerzas del mal. Pero la aspiración de Sutasoma es convertirse en un asceta. Para que no le líen con lo del matrimonio, Sutasoma se escapa del palacio y se pone a vagar en dirección al Monte Sumeru, adonde se quiere retirar. En sus viajes se encuentra con ascetas y con la diosa Prthiwi, que le dice que se deje de tonterías y regrese al palacio. También se encuentra con Gajawaktra, un elefante cabreado (todas las familias tienen su oveja negra) al que derrota y convierte gracias a un arma de trueno excelente que obtiene merced a la meditación yóguica. A continuación le sale al paso una naga, a la que derrota con ayuda de Gajawaktra confirmando el viejo dicho de que para ser feliz, ponga un elefante en su vida. También convierte a la naga. Más que un príncipe budista parece un telepredicador protestante. Más adelante se encuentra con una tigresa hambrienta que está a punto de comerse a su cachorro. Para que cometa un acto que generará un karma tan malo, le ofrece su cuerpo a la tigresa. Esta es una anécdota muy antigua que ya figura en las colecciones de “jatakas”, relatos de vidas anteriores del Buda Sakyamuni. La tigresa no se hace de rogar, pero la sangre de Sutasoma además de alimentarla, la convierte y comienza a lamentarse porque lo acaba de matar. En esto aparece el dios Indra y resucita a Sutasoma, que casi se enfada, porque de muerto tampoco estaba tan mal. Sutasoma comienza a meditar. Indra se preocupa. Si Sutasoma abandona el mundo, no habrá quién lo salve de las fuerzas del mal. Indra le envía ninfas bellísimas para que le fuercen a salir de su meditación. Ese viejo truco que hubiera funcionado con cualquier hombre, no tiene efecto con Sutasoma. A Indra no se le pasó por la cabeza enviarle a musculitos vestidos de cuero a ver si… Pero sabemos que tampoco hubiera funcionado. Ahora, sin interrupciones, Sutasoma finalmente comprende que es el supremo Mahawairocana y también comprende la naturaleza del mal que amenaza al mundo y que él es el único remedio. Resuelve regresar a Hastina para parar a Porusada, el rey de Ratnakanda, que es quien dirige las huestes demoníacas. En el camino de regreso, se encuentra con Dasabahu, rey de Kasi, quien queda encantado con la sabiduría de Sutasoma y le hace una oferta irresistible: que se case con su hermana, la hermosa Candrawati. Candrawati al comienzo se resiste al matrimonio. Hubiera preferido algo más romántico, como un concurso de príncipes para ver quién se curra más su mano. Pero al ver lo cachas que está Sutasoma, cambia de opinión. La noche de bodas, mientras hacen el amor, Candrawati recuerda que es la encarnación de Locana, la consorte de Mahawairocana. ¡Qué suerte! Mi mujer en la noche de bodas lo único que recordó fue que se había olvidado la píldora anticonceptiva en casa. Tras la boda y el regreso de Sutasoma con su nueva esposa a Hastina, se inicia la segunda parte del poema, la parte guerrera. El rey Porusada tenía una herida y prometió al dios Kala, que encarna el tiempo destructor, el mundo subterráneo y la muerte, que si le sanaba, le entregaría en ofrenda a cien reyes. Porusada y sus huestes demoníacas comienzan a asolar los reinos humanos para cumplir con la ofrenda. Conquistados cien reinos, lleva los cien reyes a Kala, pero ahora Kala no está satisfecho. Le pide que le traiga también al rey Sutasoma. Porusada ataca Hastina y siguen 24 cantos (en torno al 18% del poema) de batallas y prodigios que llegan a cansar como bastante. Me recuerdan a cuando mi hijo mayor me llevó a ver “Transformers”, que las tortas y los efectos especiales no se terminaban nunca y lo peor fue cuando me informó de que eso sólo habían sido los títulos de crédito, que la película empezaba ahora.Porusada y los suyos derrotan a las tropas de Hastina y llegan ante Sutasoma. Porusada le lanza todas sus armas mágicas, pero no pueden nada contra el poder meditativo de Sutasoma. Derrotado, Porusada se convierte. Aunque ha vencido, Sutasoma va a presentarse ante Kala para que libere a los cien reyes prisioneros. Como era de esperar, Kala también se convierte y se vuelve tan bueno que resucita a todos los que habían muerto en las batallas precedentes con lo que debió de producirse un problema de superpoblación en Java, porque anda que no había muerto gente. Y con Sutasoma de regreso y los reyes y soldados festejando, termina la historia.La estética con la que se escribió “Sutasoma” nos queda muy alejada, pero aun así uno siente que Tantular puso ahí lo mejor de su arte. “Sutasoma” tiene todas las escenas que se supone que tenía que tener un gran poema: hay amor, hay batallas épicas, hay discursos llenos de sabiduría, hay descripciones de paisajes idílicos y de parajes sombríos, hay monstruos, demonios y dioses y también bravos guerreros, ministros prudentes y ninfas cachondonas. Un ejemplo de batalla (canto 121.9):“Había numerosos reyes combatiendo en carros, atacando a otros carros con furia, todos con gran moral. Los miles de poderosas flechas lanzadas al cielo eran como una lluvia ardiente de fuego. Y los caballos de las divisiones montadas mordían a los otrosw caballos cuando entraban en contacto. ¡Clanck! ¡Clinck! El sonido de las dagas golpeando las fuertes armaduras era como el sonido de una piedra golpeada.”
Uno de amor (Canto 89.3). Antes de separarse tras una noche digamos que intensa, Sutasoma y Candrawati intercambian poemas:“Fue dulzura sobre dulzura cuando ella leyó su poema, añadiendo a su belleza. La encarnación de Jina [Sutasoma] quedó deleitado y la llenó de elogios como poetisa. El amor se extendió sobre ellos y finalmente él le pasó un trozo de betel para mostrarle su gozo con ella, al tiempo que le besaba en la mejilla, que parecía de miel.”
Para dar una idea de cómo debía de sonar el original que era en javanés antiguo, transcribo unos pocos versos del canto 52:“Tistis masa ri sampun ing rawitumunggang acala saha teja ring langit mangkin lengleng i rum nira n wimulatan lengeng i raras irangure gelung…”
Pero a Tantular más que crear un poema hermoso parece que le preocupaba crear un poema didáctico budista. La elección del protagonista, los sermones que aparecen en la narrativa, el simbolismo tántrico, todo eso constituye la esencia del poema, lo que de verdad interesaba a Tantular. Si los viéramos como puros adornos del poema, nos equivocaríamos. Kate O’Brien, cuya traducción es la que he leído, defiende una tesis muy alambicada según la cual el poema contendría en su primera mitad dos mandalas que serían circumbalados por Sutasoma hasta llegar su posición central, la posición que ocupa en los mandalas Mahawairocana. La argumentación de O’Brien es bastante rebuscada, como si se hubiera enamorado de su propia tesis y no hubiese sabido parar a tiempo.Más convincente es su idea de que el poema fue compuesto para ensalzar a Kertanegara, un antepasado del rey que era su mecenas. Kertanegara seguía el budismo tántrico y tampoco le hacía ascos al shivaísmo. Kertanegara fue el rey con el que Singhasari alcanzó su apogeo.Resulta chocante pensar que en el mismo momento en el que Tantular escribió uno de los kakawin más hermosos y el único de inspiración budista, el Islam ya se estaba expandiendo en Indonesia y al mundo filosófico-religioso de Tantular apenas le quedaban dos siglos de vida.
